La palabra gracia denota una belleza y espiritualidad tal que, al igual que el término Alma, a menudo parece trascender toda definición material. Que la gracia es una cualidad esencial en nuestra vida y que tiene un poder universal para satisfacer y suplir la necesidad humana, se percibe claramente cuando meditamos sobre el versículo del padrenuestro que dice (Mateo, 6:11): “Danos hoy nuestro pan de cada día.” Con profunda intuición espiritual, Mary Baker Eddy percibió que la alimentación del corazón hambriento es tan esencial para el diario bienestar como la nutrición del cuerpo. Ella también sabía que la consciencia espiritualmente satisfecha seguramente se manifestaría en la provisión de todo lo esencial. Es así como en su libro de texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 17), ella interpreta el citado versículo como sigue: “Danos gracia para hoy; alimenta los afectos hambrientos.”
La palabra “gracia” es usada tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Describe de manera especial la espiritualidad que enseñó el Maestro, y es Pablo quien la emplea más comúnmente en sus epístolas. Así es como en un momento de extrema necesidad el apóstol recibió, cual bendición sanadora, este mensaje angelical (II. Cor., 12:9): “Bástate mi gracia; pues que mi poder se perfecciona en tu flaqueza.” Repetidamente cuando escribía a sus hermanos, los cristianos, solía saludarles con estas palabras: “Gracia a vosotros y paz, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.”
En el primer capítulo del Evangelio de San Juan leemos (Juan, 1:14, 16): “Y el Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. ... Y de su plenitud nosotros todos hemos recibido, y gracia por gracia.” Aquí se indica claramente la gloria incorpórea del Principio infinito y de la idea infinita (“del Unigénito del Padre”), el Ser único y la plenitud de su ilimitable expresión en la reflexión múltiple, o en “gracia por gracia.”
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