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No es fácil relatar con meras palabras todo...

Del número de julio de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No es fácil relatar con meras palabras todo lo que uno desearía expresar cuando se habla de problemas que han sido solucionados mediante la comprensión de la Christian Science. Esto se debe a que los resultados tangibles y visibles no son más que una señal, una débil indicación del cambio que se ha operado en lo íntimo de nuestra consciencia. De manera que los hechos que se mencionan más adelante no expresan de ninguna manera aquello que es en realidad de mayor importancia, a saber, la iluminación y el júbilo que se experimentan cuando una nueva idea de la Verdad es percibida y comprendida.

Cristo Jesús dijo (Juan, 8:32): “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” La Christian Science, tal como nos ha sido revelada mediante las enseñanzas de Mrs. Eddy, es esta verdad. Para aquellos que saben poco o nada acerca de esta Ciencia, esta declaración quizá parezca un tanto exagerada, pero la prueba de una declaración reside en la demostración, y yo he probado a mi entera satisfacción que la Christian Science, cuando es aplicada con entendimiento, nos libera de todo mal “de que es heredera la carne”; y lo hace sin la ayuda de métodos materiales y por el simple proceso de espiritualizar los pensamientos, dirigiéndolos hacia Dios, tal como lo hizo Jesús.

Hace algunos años nos iban muy mal los negocios y a causa de la consiguiente disminución de nuestras rentas hallamos que el alquiler de nuestro departamento era demasiado elevado. En la página 254 de Ciencia y Salud Mrs. Eddy nos dice: “Peregrino en la tierra, tu morada es el cielo; extranjero, eres el huésped de Dios.” Más adelante en el Glosario (pág. 587) ella define el cielo en parte como: “La armonía; el reino del Espíritu; gobierno por el Principio divino.” De esto pudimos deducir que nuestro hogar verdadero no está hecho de ladrillos y cal, ni se halla en un cierto lugar sino que es: “La armonía; el reino del Espíritu”; un divino estado de consciencia,— el reconocimiento de la presencia de Dios. Y el hombre, siendo la expresión de Dios, la Mente que todo lo sabe, no puede hacer otra cosa que estar consciente de esta Verdad. A medida que íbamos comprendiendo este hecho y armonizando nuestros pensamientos con las verdades espirituales del ser, como sucede siempre las manifestaciones exteriores se iban conformando cada vez más con la armonía y la realidad. Sin solicitarlo, se nos ofreció la oportunidad de compartir una casa con otro estudiante de la Christian Science, lo que significaba que el arriendo se dividiría en dos.

Después de un año muy feliz, tuvimos que mudarnos nuevamente. Una vez más se nos presentaba el problema del alojamiento y de nuestras rentas, acompañado esta vez de una complicación más, ya que en breve esperábamos una adición en la familia. Nuevamente nos dirigimos a Dios, conscientes de que: “¡Hasta aquí nos ha ayudado Jehová!” (I. Sam., 7:12) y sabiendo que El siempre nos ayudaría. Dos semanas antes de que naciera nuestro niño, comencé a trabajar en un nuevo puesto y se me ofreció una casita en un hermoso paraje de la campaña. Ambas cosas surgieron de una fuente inesperada y en la cual no habíamos ni tan siquiera pensado.

Nuestro niño nació bajo condiciones muy armoniosas con la ayuda de una practicista y una enfermera de la Christian Science. La mañana en que debía partir la enfermera, recibimos por correo una remesa de dinero con la cual nos fué posible pagarle a la enfermera sus honorarios completos, cosa que anteriormente no creímos sería posible. En Isaías leemos (65:24): “Antes que clamaren, yo responderé.”

Nuestro cambio de domicilio tuvo lugar unos doce meses antes de que estallara la guerra. Nos alejó de Londres, donde habíamos vivido casi toda la vida, y donde seguramente hubiéramos continuado viviendo a no ser por esta oferta inesperada de la casita que probó ser un santo refugio de los constantes bombardeos.

Estos son algunos de los frutos derivados de nuestros pocos conocimientos de la verdad enseñada y practicada por Cristo Jesús y nuestra amada Guía, Mrs. Eddy. Nunca podré expresar con palabras mi profundo aprecio por la gran obra de nuestra Guía; cuento como mi más preciado tesoro la comprensión que he adquirido de sus preciosas enseñanzas.—

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