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Yo emprendí el estudio de la Christian Science*...

Del número de julio de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo emprendí el estudio de la Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la “Ciencia Cristiana”. en el año de 1930, después que mi madre había fallecido de hemofilia y los médicos habían declarado que yo heredaría esta enfermedad. En aquel entonces yo sólo sabía dos cosas acerca de la Christian Science: la primera, que su Dios es Amor; la segunda, que según los Científicos Cristianos no hay mal ni enfermedad que no se pueda curar.

Las Lecciones Bíblicas me aportaban mucha inspiración. Cada semana revelaban nuevas verdades, lógicamente explicadas en el libro de texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Christian Science. Lo primero que me causó mucha alegría fué el enterarme de que Dios es la Verdad. Cuando supe además que cada testimonio que aparece en nuestros periódicos es concienzudamente verificado antes de publicarse, me puse a estudiar cuidadosamente los testimonios en los que se relataban los notables frutos de la Christian Science.

Deseando curarme de anemia, recurrí al libro de texto y con la ayuda de la Concordancia hallé el pasaje donde Mrs. Eddy habla de la sangre, y que dice (pág. 376): “Al enfermo pálido, de quien declaráis que se está agotando de consunción de la sangre, debe decírsele que la sangre nunca dió vida y nunca la puede quitar,— que la Vida es el Espíritu, y que hay más vida e inmortalidad en un solo motivo bueno y una sola acción buena, que en toda la sangre que jamás haya corrido por venas mortales, simulando un sentido corporal de vida.” Este pasaje se convirtió en mi constante guía. Cada mañana me proporcionaba una nueva oportunidad para corregir mis pensamientos y vencer un falso concepto del yo. Poco a poco me volví más caritativa, tolerante y bondadosa, purificándoseme los pensamientos. Tres años más tarde pude pasar satisfactoriamente un examen para obtener una póliza de seguro, y entonces supe que me hallaba completamente curada. ¡Cuán feliz y cuán agradecida me sentí en ese momento! Había aprendido a amar espontáneamente, sin pensar en mí misma o en un interés personal.

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