Un día de verano cuando el sol estaba alto, una Científica Cristiana recordó la definición de la palabra “sol” que nos ha dado Mary Baker Eddy en la página 595 de su libro de texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” y que dice: “Sol. El símbolo del Alma gobernando al hombre,— de la Verdad, la Vida y el Amor.” El uso de la palabra “símbolo” le recordó que aun nuestro concepto más elevado del bien infinito es sólo un signo y símbolo, y no la substancia de este bien, o sea la Verdad y el Amor.
Por el mundo de la realidad, se entiende la creación espiritual y verdadera, tal como es descrita en el primer capítulo del Génesis, donde se nos dice que Dios hizo cuanto fué hecho. A la luz de la Christian Science, esta creación es vista como espiritualmente perfecta y “muy buena”— una creación que es infinita y en la cual no existe la materia. En el capítulo citado se establece que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. Se manifiesta además que Dios bendijo al hombre y le dió dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre todos los animales que se mueven sobre la tierra. Esta creación espiritual es la única creación verdadera y substancial.
En la Christian Science aprendemos que: “El Espíritu y sus formaciones son las únicas realidades del ser” (ib., pág. 264), y que el Espíritu es la única substancia. Para percibir estos hechos, nosotros tenemos que espiritualizarnos, es decir, enterarnos por medio del sentido espiritual de las cosas que pertenecen al Espíritu, reconociendo que Dios, el Espíritu, es la única Mente del hombre, y aceptando como verdaderos solamente los pensamientos semejantes a Dios. El espíritu es algo que no podemos ver con los ojos humanos ni tocar con los dedos materiales, pero sí podemos sentir la santa influencia de un ambiente de pensamiento espiritual.
El pensamiento elevado nos capacita para percibir que el pecado, la enfermedad y la muerte, con sus correspondientes errores, la discordancia, la carencia y el fracaso, son los frutos de la mente carnal y no las creaciones de la Mente perfecta, Dios. Estos jamás testifican de la verdad del ser, siendo sólo las sugestiones erróneas simbólicas de la vida en la materia. Cuando los tememos y los animamos como a marionetas, concediéndoles vida y poder, entonces ellos se arrogan una autoridad falsa, diciendo: ¡He aquí la inercia, la acción retardada o excitada del cuerpo! Pero Mrs. Eddy nos dice (Ciencia y Salud, pág. 280): “Los símbolos y elementos de discordancia y decadencia no son productos de ese infinito Todo, que es perfecto y eterno”; y nosotros hemos aprendido que no hay inteligencia en la materia.
El investigador de la Verdad a veces podrá preguntarse cómo debería contemplar algunos de los símbolos en el llamado mundo material que parecen tan atractivos y hermosos. Cualquiera que sea versado en las obras de Mrs. Eddy percibirá que ella no condenaba ni se desentendía de tales símbolos, sino que amaba lo que prometían. Las bellezas de la naturaleza, un amanecer matizado con delicados tintes de perla, una radiante puesta de sol, todos éstos hacían llamados a la belleza inherente al pensamiento de nuestra Guía, y ella nos ha enseñado a apreciarlas y gozar de ellas. En los tiempos de la barbarie se adoraba en el altar de la naturaleza, pero nosotros debemos mirar más allá del sentido material de la naturaleza y sus símbolos si deseamos dejar de idolatrar la materia y adorar en vez al Espíritu, Dios. La belleza de la divinidad se ve simbolizada en los brillantes pétalos de una flor, y en el arco iris percibimos la promesa de la protección divina.
En cierta ocasión una estudiante de la Christian Science se sintió tan inspirada al contemplar un hermoso arbusto en flor que una sensación de abatimiento que le había embargado desapareció por completo, pues al contemplar tanta belleza su pensamiento se vió impulsado, cual si tuviera alas, a la contemplación del universo espiritual, en el cual ella tomaba parte libremente y con júbilo, como hija bienaventurada de Dios. Al elevarse de esta manera su pensamiento, se desvaneció la nube terrenal, dejándola libre. Las flores habían servido para apartar su pensamiento de las creaciones de la mente mortal hacia los conceptos reales, armoniosos y espirituales de la Mente.
Nos remontamos sólo por medio del poder del Espíritu, y sabemos por uno de nuestros himnos que a medida que nos elevamos dejamos atrás los símbolos (núm.º 108 del Himnario de la Christian Science). Debemos apartarnos del signo y símbolo de las cosas materiales y acercarnos cada vez más al Cristo, la idea espiritual de Dios y el hombre, para vernos unidos al Amor divino, y así estar conscientes de las cosas del Espíritu. Jesús tenía plena consciencia de esto. Cuando él entró a Caná de Galilea, donde había hecho el agua vino, cierto cortesano le rogó que viniera y sanara a su hijo que estaba moribundo. “Jesús entonces le dijo: Si no viereis señales y maravillas, no creeréis. Dícele el cortesano: ¡Señor, baja presto, antes que muera mi hijo! Le dice Jesús: Véte; tu hijo vive” (Juan, 4: 48–50). Al vislumbrar el cortesano la consciencia del Cristo que tanto caracterizaba a Jesús, su pensamiento debe haberse elevado por encima del deseo de percibir un signo material, y en su santa y elevada fe la supremacía del bien sobre el mal se manifestó triunfalmente en la curación de su hijo.
Mrs. Eddy declara que la enseñanza espiritual siempre tiene que hacerse por símbolos. Muchas veces en sus escritos ella hace uso de los símbolos para dar ejemplos del bien y del mal. En su maravilloso capítulo titulado “El Apocalipsis”, que comienza en la página 558 de su libro de texto, ella habla del dragón rojo como simbolizando una mentira,— la creencia de que la substancia, la vida y la inteligencia puedan ser materiales. También dice que la pureza es símbolo de la Vida y el Amor, y que la inocencia, cuando se refiere a ella como símbolo del Cordero del Amor, vence el error y la condenación.
Un estudio de este notable e inspirado capítulo, ilumina el entendimiento humano en lo que se refiere a los símbolos, y enseña la gran necesidad que tenemos de percibir la línea de demarcación que aparta lo real de lo irreal.
Mrs. Eddy poseía una muy clara avaluación de todas las cosas. Ella amaba tanto a la naturaleza como a la humanidad y soportó con dulce paciencia los caprichos de la humanidad, pero siempre con espíritu elevado. Suyo fué el camino ascendente y aunque aprendió la tierna lección que encerraba cada símbolo, no se contentaba con el símbolo. Su meta era la Mente de Cristo.