Al terminar la primera guerra mundial yo regresé a casa muy enfermo corporal y mentalmente. Poco después de haber regresado me sometí a una operación severa que fué más prueba aún para mi física y mentalmente. No tuvo éxito esa primera operación y me confrontaba otra nueva operación. El estado de mi salud era tal que de someterme a la segunda operación yo temía perder la razón, pero como estaba todavía en servicio militar poco podía yo decidir a ese respecto.
A ese punto se me presentó la Christian Science y un practicista empezó a hacerse cargo de mi caso. Casi inmediatamente cambió la actitud de los médicos sobre el particular. Desistieron de la operación que se proponían hacerme y me dieron de baja en el Ejército.
Mi salud mejoraba rápidamente y pude volver a trabajar. Pero me quedaban períodos de tensión mental que de cuando en cuando me parecían abrumadores. A pesar de eso, yo me adhería a la Christian Science, sirviendo activamente a la Causa a través de los años, trabajando en la iglesia.
Hace unos seis años que un practicista amigo mío bien querido pasó un fin de semana conmigo. Mientras me visitaba sufrí un ataque muy severo, pero tanto me ayudó su pensamiento curativo que sané.
Durante todo ese tiempo que estuve esperando sanar supe algo de la paciencia y devoción de los practicistas cristiano-científicos, y de su fe inquebrantable en Cristo, la Verdad, por fuerte que sea la oposición y el falso testimonio que se les presente. Yo contaba siempre con el apoyo amoroso y la lealtad indefectible de mis allegados y agradezco humildemente el cariño y la ayuda que recibí. En verdad que la Christian Science ha probado ser el Consolador.— Plimmerton, Nueva Zelandia.
