Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Individualidad inviolable

Del número de octubre de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En su libro Unity of Good (La Unidad del Bien, pág. 48) Mary Baker Eddy responde a la pregunta: “¿Cree usted en Dios?” en estas palabras: “Creo en El más que la mayoría de los cristianos, puesto que no tengo fe en ninguna otra cosa o ser. El sostiene mi individualidad. Más aún — El es mi individualidad, y mi Vida.” En esta sola declaración breve nuestra amada Guía implica la razón por la cual la humanidad procura sin cesar establecer la libertad para pensar, adorar y vivir según se sienta impelida y guiada divinamente. Este anhelo de verdadera libertad individual brilla como hilo de oro por todo el bordado de la experiencia humana, y ha inspirado a los hombres a esforzarse heroicamente.

Guiado por Dios, Moisés acaudilló a un pueblo sacándolo del cautiverio y llevándolo a su legítima heredad de libertad. Cristo Jesús vino predicando: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10:30), proclamando así que el hombre en Cristo está subordinado a Dios únicamente. Los Padres Peregrinos fueron guiados divinamente a establecer, con gran sacrificio, en un mundo hasta entonces desconocido, un nuevo orden bajo el cual se logró más libertad para adorar a Dios conforme a los dictados de su consciencia.

Se han empleado varios sistemas de gobierno tendentes a proteger la sagrada individualidad y dignidad del hombre y a garantizar su libertad de expresión. Pero por democráticos que sean, los gobiernos nunca pueden de por sí otorgar la individualidad verdadera del hombre ni garantizar su libertad de expresión, puesto que esta individualidad se fundamenta en la ley divina.

La individualidad real del hombre es la expresión de Dios, el reflejo individualizado de todas la cualidades espirituales que constituyen la Deidad. Expresa Mente en su inteligencia, sabiduría y discernimiento. Evidencia Espíritu en su fuerza, estabilidad y en el vigor de su firmeza moral. Manifiesta Alma en radiante belleza y armonía verdaderas. Ejemplifica Amor en su bondad y ternura. La Vida se refleja en su actividad y salud y la Verdad en su integridad y confiabilidad. Por la misma naturaleza de su ser, el hombre no sólo tiene identidad espiritual sino que también Dios lo sostiene libre de la esclavitud y del dominio de los sentidos materiales. Esta individualización infinita dimana de la Mente divina, radica en ella y en ella permanece para siempre. Es pues palpable que no puede existir ningún otro poder que se oponga al poder divino que es Todo ni que le estorbe ni a El ni a Su expresión infinita.

La individualidad verdadera está muy lejos de ser la que ven o conceptuán las creencias comunmente aceptadas como personalidad corpórea y finita. Dice Mrs. Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 336 a la 337): “Dios es individual y personal en sentido científico, pero no en sentido antropomórfico alguno. Por lo tanto el hombre, reflejando a Dios, no puede perder su individualidad; pero como sensación material, o alma en el cuerpo, los ciegos mortales sí pierden de vista la individualidad espiritual. La personalidad material no es realidad; no es el reflejo o la semejanza del Espíritu, el Dios perfecto.”

A veces oímos evaluar a alguien como poseedor de una personalidad buena y atractiva, o una inatractiva, y acaso hasta carente de personalidad. Lo que exprese de bondad o atractivo verdadero, emana de Dios, su origen divino. Lo que no es bueno y lo que repugna es una falsa creencia respecto al hombre que Dios ha creado. Y tal creencia falsa se desvanece por completo cuando comprendemos que el hombre posee eternamente una individualidad divina, inmutable, hermosa y digna de ser amada.

En una familia que conoce el que esto escribe sanó el menor de los hijos de displiscencia, irritabilidad y resentimiento cuando la familia se dió cuenta de que se le hacía una grave injusticia imponiéndole silencio cada vez que algún otro miembro tenía algo que decir a fin de oírlo en preferencia al pequeñuelo. La curación ocurrió cuando entendieron que cada cual, sin importar cuán infantil según los cálculos de la mente mortal, expresa ahora mismo, siempre ha expresado y siempre expresará su propia entidad cabalmente individualizada. La madre, inconmensurablemente agradecida por esta curación, resolvió humildemente estar más consciente del divino derecho inalienable de cada uno de los hijos de Dios de expresar su individualidad verdadera. En la curación quedó incluida la corrección en grado elevado de parte del niño de esforzarse por hacerse sentir, cosa que hacía evidentemente por granjearse atención personal, y otros defectos de carácter causados por la creencia en la personalidad material.

La curación que se logra cuando se funda en la perfección de Dios y del hombre como expresión Suya, incluye inmensamente más de lo que se entiende usualmente por estar o quedar libre en el sentido humano. Según se entiende en la Christian Science, la libertad verdadera implica estar exento de todo error, pecado, enfermedad y de la misma muerte. Incontables hombres y mujeres están probando en diversos grados por todas las partes del mundo esta libertad, como lo corroboran los testimonios que aparecen en las publicaciones periódicas de la Christian Science y los que se dan oralmente en las reuniones vespertinas de los miércoles.

De todas partes del globo terráqueo vienen noticias de una gran agitación en la consciencia humana, lo cual presagia el despertamiento de los hombres a darse cuenta de sus derechos individuales; al hecho de que el hombre tiene derecho a que se le respete en realidad, a disfrutar de justicia y libertad para vivir conforme a su más elevado concepto de lo correcto. Pero sólo con la comprensión que se obtiene mediante la Christian Science se puede probar en la experiencia humana la verdadera libertad del hombre como hijo de Dios.

A medida que más aprendemos respecto al verdadero ser inviolable del hombre, vemos cuán erróneo es juzgar, condenar, aconsejar o tratar de influir en otro falsamente. Cuando entendamos completamente el derecho de cada quien de desarrollar su propia individualidad, no caeremos en la tentación de criticar su progreso, su demostración o su testimonio. Antes bien le concederemos, con profunda humildad de nuestra parte, su ejercicio del derecho que Dios le otorga de desarrollarse a su propio modo. Ni la rosa linda ni el hermoso lirio pierden tiempo en ociosa curiosidad, envidia ni criticando la manera en que una o el otro se abren. Cada cual se ocupa de voltearse hacia la luz y de elevarse. Dice nuestra Guía en No y Sí (pág. 11): “El hombre tiene un Alma inmortal, un Principio divino y un ser eterno. El hombre tiene una individualidad perpetua; y las leyes de Dios y su funcionamiento inteligente y armonioso, constituyen su individualidad en la Ciencia del Alma.”

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 1955

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.