La Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. es el camino de la vida. Un modo de vivir que exige honradez, pureza, sencillez y amor desinteresado. Incluye un ministerio que cura, un sistema de ética y una explicación lógica y demostrable de causa y efecto, Dios y el hombre.
Cristo Jesús hablaba de sí mismo como el camino. Dijo (Juan 14:6): “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida,” una declaración que puede significar sencillamente que el modo de vivir del Cristo es lo que nos vino a revelar. Un estudio de los Evangelios muestra que esta manera de vivir consta de un ministerio curativo, un código de ética y el correspondiente dominio completo para la humanidad sobre las llamadas leyes de la naturaleza y así sobre el pecado, la enfermedad y la muerte. Adoptar este camino y recorrerlo es nuestra misión conforme a la Christian Science.
Los cristianos primitivos caminaban valientemente por esta senda. Algunos de ellos conocieron de hecho al Maestro habiendo estado en contacto directo con lo que él enseñaba. Otros habían presenciado la obra curativa de los apóstoles. Cierto número de ellos sin duda que lograron atravesar el desierto de la experiencia humana y entraron en el cielo nuevo y la tierra nueva de que da testimonio Juan en su libro del Apocalipsis.
De igual manera que en los comienzos del Cristianismo había entre sus adeptos diversos estados y etapas de desarrollo espiritual, así hoy. Bien puede preguntarse: “¿Está la era actual lista para adoptar el modo de vivir del Cristo? ¿Estamos preparados para sacrificar lo material en cuanto sea preciso a fin de apropiarnos tal método de vida?” Si esto no fuera posible, no se le hubiera revelado en esta era la Christian Science a su Descubridora, Mary Baker Eddy. Ha venido esta Ciencia porque el mundo ya es capaz de recibirla. A veces se le ocurre al estudiante de la Christian Science “¿Cómo convencer a mis parientes y amigos que todavía no la estudian, de la belleza, pureza, lógica y el profundo significado de la Ciencia del Cristo?” La respuesta es: “Con tus obras.” Una vida regenerada, la salud restaurada, la felicidad habitual — este es el fruto de quien ha encontrado el camino y lo recorre. En nuestra búsqueda de la salvación universal, volvemos cada vez que a eso nos damos al hombre individual. Tu ejemplo y el mío de lo que es el Cristo es lo que contribuye a curar al enfermo, llenar de concurrencia nuestras iglesias y traer a la comunidad una vida más sana, más feliz y abundante.
Mirando retrospectivamente a través de los siglos, observamos, quizá con alguna sorpresa, que la iglesia cristiana primitiva formada mayormente por gente sencilla y sin importancia desde el punto de vista mundanal, crecía rápidamente ganando en influencia y fuerza hasta entre los paganos. El secreto de tan rápido ensanchamiento numérico e influyente está en el hecho de que los cristianos primitivos en su mayoría se consagraban por entero al modo de vivir adoptado. Pocas eran las atracciones a que hacían caso y que tendían a distraerlos en una diversidad de direcciones. Ya habían hallado el camino y lo recorrían habitualmente, amándolo y trabajando por la causa adoptada.
El erudito y bien conocido escritor inglés Dean Farrar describe así el modo de vivir de esos cristianos en su libro La vida y obras de San Pablo: “La vida de estos cristianos primitivos era la infancia poética de la Iglesia en su prístina inocencia. Se distinguía por su simplicidad, su gozo, su adoración, su confraternidad. En el hogar y en el sitio en que se congregaban, su vida era una oración perpetua, sus comidas un ágape perpetuo y una perpetua eucarestía. Con unánime celo concurrían a los servicios religiosos de su Templo. ... Diario crecía el número de los que constituían la pequeña comunidad, y el pueblo en general los miraba no sólo con tolerancia, sino con admiración y estimación.”
Como Científicos Cristianos, debemos tener siempre presente la sencillez que hay en Cristo. Hay que guardarnos de toda adoración mundanal y especialmente de no ejercitarnos en la senda adoptada sólo como un medio de acrecentar nuestra prosperidad material. El espíritu de exploradores que abren camino, característico de los primeros estudiantes de la Christian Science, su consagración, entusiasmo, asistencia con regularidad a los servicios religiosos y su ánimo de misioneros — todo esto contribuyó a la propagación de la Christian Science. Manteniendo vivo ese espíritu entre nosotros la Ciencia seguirá propagándose. Pero si nos sentamos a contemplar únicamente, o dejamos de concurrir por atender a otras cosas, ¿qué esperanza nos queda de ver que continúe creciendo más rápidamente la Causa que abrazamos y que amamos?
Mrs. Eddy con frecuencia llamaba al orden a sus adeptos y les encarecía fueran más consagrados. Dice ella en Miscellaneous Writings (pág. 177): “Nunca ha habido un llamado más solemne ni más imperativo que al que nos convoca Dios a todos, aquí mismo, a devoción ferviente y una consagración absoluta a la mayor y más santa de todas las causas.” Y pregunta: “¿Qué vais a hacer a este respecto?” Estas son apremiantes palabras, mas no demasiado imperativas para nosotros. Todos necesitamos un recio recordatorio de cuando en cuando para que la espada de la Verdad que empuñamos no parezca un arma sin filo por habérsenos embotado y enmohecido.
Si viéramos un puñado de gente tratando febrilmente de detener la inundación que amenazara derrumbar los diques y desbordarse por todo el caserío rural o suburbano incluso nuestra propia casa, ¿no nos apresuraríamos a unir nuestros esfuerzos con los de ellos? Aun cuando nuestra parte consistiera sólo en llenar de arena los sacos con que represar la inundación, sabríamos siquiera que sería digna de tomarse nuestra ayuda.
Acometamos la tarea, acerquémonos más a la obra, oremos más y consagremos nuestra vida profunda y eficazmente a la Causa de la Christian Science. A todos se nos necesita, cada obrero se requiere. Nuestra parte en la organización puede ser el punto decisivo en nuestra comunidad que determine el acierto con que impidamos la inundación del materialismo que trata de engolfar a nuestra familia y amigos.
El espíritu primordial del Cristianismo, su entusiasmo, gozo, abnegación y sencillez viven y están con nosotros hoy. Constituyen el modo de vivir que hemos adoptado como Científicos Cristianos. Es un espíritu vital, demostrable y unificador. Contamos con la habilidad para proseguir en la senda regocijándonos de recorrerla. Este espíritu resuena en uno de nuestros bellos himnos (No. 37 del Himnario de la Christian Science):
¡Un solo templo, el del Amor,
con una alerta grey,
una canción del segador;
un prepotente Rey!