Hace unos veinticinco años que, cuando sufría de grave debilidad corporal y angustia mental, la Christian Science vino en mi auxilio y me curó. Mi niño que había nacido tres meses antes tuvo que ser operado y se me pronosticaba que no podría vivir para crecer. Una amiga bondadosa trajo a un practicista a que viera a mi nene — eso marcó el principio de mi libramiento de muchas dificultades. Mi hijo es hoy un joven que goza de buena salud y felicidad, disfrutando de su vida y de su entrenamiento para recibirse de arquitecto y aprovechando en la práctica lo que aprendió de Científicos Cristianos devotos en la Escuela Dominical.
Cuando pequeñuelo, tuvo una curación instantánea de carácter quirúrgico. Mi trabajo profesional hizo necesario que me ausentara de la casa por una semana. A mi regreso encontré que en toda esa semana él no pudo tocar el suelo pisando con uno de sus pies. Uno de mis allegados había llamado a un doctor que quedó de venir al día siguiente para llevarse al niño al hospital a radiografiar su pie y a colocarlo en una enyesadura. Telefoneé a un practicista que vivía en una ciudad a unos ciento sesenta kilómetros de allí y después de tres minutos de conversación con él me prometió encargarse del caso. El resultado fué una curación instantánea. Cuando volvió el doctor al día siguiente el niño andaba correteando y brindando; el doctor no podía entender lo que veía.
Este hijo mío se ha curado muchas veces mediante la Christian Science; otras muchas veces me ha ayudado a curarme. Como su hermano mayor, este hijo se educó demostrando que la inteligencia y la provisión están siempre presentes. Gracias a su comprensión de la Mente divina han salido aprobados con altas calificaciones en todos sus exámenes granjeándose una reputación de brillantez intelectual y de confiabilidad.
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