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Yo estaba sin empleo en el verano de 1927,...

Del número de octubre de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo estaba sin empleo en el verano de 1927, dos años después de haber comenzado a estudiar la Christian Science. Mientras más vehementemente buscaba yo un puesto, más evasivo parecía. El jefe de una obra en construcción de quien solicité empleo me contestó que yo era el quincuagésimo que le había pedido trabajo ese día.

De súbito despuntó en mí una luz intensa, y comprendí que el hombre posee el dominio que Dios le da. Jesús dijo (Mateo 6:33): “Buscad primeramente el reino de Dios.” Sentí que se me había quitado una carga de ansiedad, y sabía en mi corazón que obedecería el mandato de Jesús. La mente mortal alegaba: “¿Cómo vas a vivir?” Yo respondí: “Eso es negocio de Dios. De hoy en más mi trabajo será expresar Vida.” “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:6) vino a ser lo que importaba preguntar cada día.

Me sorprendió sentirme guiado a ocuparme de mi propia casa o de mi propiedad — a repararla, limpiarla y pintarla, y a que hiciera esto sin temor, a pesar de que este trabajo requería gastos en vez de producir emolumentos. Luego sentí el impulso de emprender la misma labor más de lleno o extensamente. Vivíamos en un sitio poco poblado, con muchos solares o lotes de terreno vacíos con aceras en las que habían brotado y crecido hierbas y calles trilladas que necesitaban atención y cuidado. Para ello, trabajé a pago estrictamente al contado pues no deseaba hacerlo a crédito por no transigir con la escasez de fondos. Un sábado, al atardecer, disponía de suficiente dinero para comprar una de dos, un Cuaderno Trimestral de la Christian Science o dos piezas de pan grandes. Compramos el cuaderno. Al dia siguiente, no obstante haber caído una de las más copiosas nevadas que se han conocido aquí, recibimos una fuerte carga de provisiones de un amigo que vivía casi trescientos veinte kilómetros de lejos y quien, creíamos fundadamente, nada sabía de lo que nos hacía falta.

Después de trabajar de esa manera muchos días, vino un señor a mi puerta y me dijo: “Tengo un contrato para reconstruir una serie de veinticinco casas por cuenta de una compañía hipotecaria, y necesito un socio. ¿Quiere usted ayudarme?” Acepté con gusto. Las casas estaban en un barrio que se había quedado casi solo a causa de la embriaguez y la pobreza de los que vivían en él. Había que trabajar no sólo manualmente, sino también reflexionando científicamente que el hombre, la imagen y semejanza de Dios, no tiene apetitos depravados sino que está siempre satisfecho con el agua pura de la Vida. La propiedad en ese barrio se había estado vendiendo a muy bajo precio. Pero toda casa en la que trabajamos nosotros se vendió pronto y a precio satisfactorio.

Mi trabajo se volvió el de restaurar casas, repararlas y hacerlas habitables — sacando a luz ventajas y valores disfrazados o no percibidos antes. Labor ardua y de mucha diversidad en la que emprendí cosas que nunca había hecho ni sabía yo que las podría hacer. Se me remuneraba modestamente, pero me parecía siempre tan agradable que mis colegas me decían constantemente: “Parece que te gusta tu ocupación como si fuera un día de campo.”

Durante la segunda guerra mundial trabajé en una obra en construcción proveyendo casas habitaciones. Un invierno en el que llovía mucho, trabajábamos entre agua y lodo que nos llegaban hasta la parte superior de nuestras botas fuertes, empapados hasta la piel y entre maderos que amenazaban desprenderse y flotar con la lluvia torrencial. Yo podía cantar y canté con el Salmista (16:6): “Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado.” En verdad que la Ciencia es para mí una hermosa heredad. El estudio de la Biblia y del libro de Mrs. Eddy, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” ahuyenta de nuestro estar consciente todo lo que no es semejante a Dios, el bien. Yo agradezco esta influencia purificadora en mi vida y haber sido aceptado como miembro de una iglesia filial y de Iglesia Madre.

Este testimonio es sólo un indicio de lo que ha hecho por mi la comprensión de Dios tal como lo revela la Christian Science. No puedo ni empezar a enumerar todas mis bendiciones ni expresar cabalmente mi gratitud a Dios por el amoroso cuidado con que me ha atendido.—

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