Para elevarnos de toda creencia de vida en la materia a niveles cada vez más altos de comprensión espiritual, debemos estar dispuestos y prontos a hacer progresos constantemente. Lo que con frecuencia la gente llama años del ocaso o años de retiro, debidamente enfocados se convierten en años de progreso y adelanto.
Moisés tenía ochenta años de edad cuando se le pidió que sacara a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto y los llevara a la Tierra Prometida. Cuarenta años más tarde, de acuerdo al relato bíblico, cuando contaba ciento veinte años “sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor”. Deut. 34:7; Al comienzo de ese memorable viaje, Dios le había ordenado: “Dí a los hijos de Israel que marchen”. Éx. 14:15; Él debía conducirlos hacia adelante.
Experimentamos sólo lo que pensamos y creemos. No avanzamos cuando continuamente miramos hacia atrás, cuando rumiamos luchas o problemas pasados que enfrentamos antes de tener una comprensión clara de Dios.
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