¿Hay alguien que está diciendo cosas de ti que son completamente falsas o son tergiversaciones de la verdad? ¿Has hecho todo lo posible por expresar las cualidades de Dios, por demostrar las habilidades que Dios te ha dado, en tu trabajo, tu iglesia y en tus relaciones con los demás? Y ahora, ¿en lugar de que te respeten y te aprecien, te están criticando y condenando?
Este estado de cosas es bastante familiar, pero puede y debe ser invertido. Cristo Jesús se refirió a ello en las bienaventuranzas. Y ¿qué adjetivo utilizó para referirse a quien está sufriendo a causa de esta situación? ¡Bienaventurado! ¿Y qué le dijo que hiciera? ¡Gozaos! Éstas son sus palabras: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”. Mateo 5:11, 12;
¿Por qué eres bienaventurado? Bueno, al principio podrías ver una especie de razón negativa, tú no eres el que está calumniando. Es por el que lo está haciendo por quien realmente debieras apenarte. Él es el que está dejando que el sentido personal, la creencia de que el hombre está separado de Dios y que es a la vez bueno y malo, y principalmente malo, se apodere de él. Él está viendo demonios donde no existen y rivalidad donde hay cooperación, atormentándose a sí mismo con los celos y la envidia, contendiendo contra todos los enemigos que se imagina lo están rodeando.
Pero ¿es esta persona un villano que debiéramos destruir para beneficiar a nuestros compañeros, a los que trabajan en la iglesia, o a nuestros amigos? No. No podemos permitirnos el dejar que el sentido personal limitado nos engañe de la misma forma que lo ha hecho con él. El mundo que Dios creó no está fragmentado en pequeños imperios contra los cuales pelear. El mundo que Dios, la Mente única, creó, consiste de ideas espirituales que se mueven en armonía, unidad pacífica y amor expresado. El aceptar el punto de vista del sentido personal nos priva de experimentar este reino de la armonía y de desempeñar, por completo, nuestro papel en él.
Podemos mirar más allá del cuadro mortal que muestra a un enemigo y ver al hombre como Dios lo ha creado, amable, completo y satisfecho. Nuestro claro reconocimiento de la verdadera naturaleza del hombre ayudará a salvar a la otra persona de las desdichadas ilusiones que está albergando y evitará que nosotros aceptemos estos falsos conceptos como reales.
Entonces ¿qué vamos a hacer para defendernos contra la sutileza y la malicia? La única defensa efectiva contra el mal es el descubrir y comprender su nada.
La Sra. Eddy nos dice: “El mal es una negación, porque es la ausencia de la verdad. No es nada, porque es la ausencia de algo. Es irreal, porque presupone la ausencia de Dios, el todopoderoso y omnipresente. Todo mortal tiene que aprender que no hay poder ni realidad en el mal”.Ciencia y Salud, pág. 186;
La Ciencia Cristiana nos explica que debemos comenzar con nuestro pensamiento. ¿En dónde reconocemos el poder? ¿En la falsedad o en la Verdad? No podemos cambiar la base del poder. Lo que necesitamos hacer es simplemente reconocer dónde reside el poder — ver que reside solamente en Dios, en el bien.
Es útil meditar sobre la definición del “bien” dada en el Glosario de Ciencia y Salud: “Dios; el Espíritu; omnipotencia; omnisciencia; omnipresencia; omniacción”.ibid., pág. 587; Las exigencias del error, del mal, son meras pretensiones. El entendimiento de la totalidad del bien las anula.
Tal vez descubramos que estamos creyendo que la actividad pertenece al error, en tanto que el bien permanece pasivo. Ésta es una mentira absurda del sentido mortal y material. Toda acción procede de Dios, del bien. ¿Dónde tiene lugar esta acción? Puesto que procede del Espíritu, la Mente, debe tener lugar en la consciencia. Esta actividad de la Mente ¿está obstruida en la consciencia de alguna idea de la Mente? No, su actividad es universal y sólo hay una Mente que se manifiesta en todas partes. Por consiguiente, esta Mente da testimonio verdadero de nosotros en nuestro propio entendimiento, fortaleciéndonos. Da testimonio verdadero de nosotros en la consciencia de los que están asociados con nosotros.
No es necesario organizar un acto importante de vindicación para limpiar nuestro nombre de falsas acusaciones. La Verdad es idéntica a la Mente que penetra el pensamiento. Ante la comprensión de la poderosa realidad de la Verdad, la falsedad revela su propia falta de consistencia y se desvanece en el olvido.
Puede ser que la sabiduría divina nos guíe a realizar ciertas acciones o a hablar en el momento apropiado. Siguiendo los impulsos de la Mente, a medida que mantenemos nuestro pensamiento de acuerdo con lo divino, reconocemos la naturaleza genuina de estas inspiraciones. Pero si no nos vemos guiados de este modo, no debemos preocuparnos. La Verdad está más sólidamente establecida que la roca. Por medio de la ley espiritual, la Verdad debe manifestarse finalmente, y el error desaparecer.
En el Evangelio según San Juan leemos: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. .. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Juan 1:1, 3;
Este Verbo divino nos ha hecho a nosotros, las ideas de la Mente. El supuesto verbo de la consciencia mortal no puede deshacernos o despojarnos ni de un ápice del bien infinito que es nuestra herencia divina, nuestro verdadero ambiente, nuestra experiencia verdadera.
Cuando nos estamos esforzando sinceramente por servir a Dios y bendecir al hombre, estamos rodeados de la protección divina. A medida que reconocemos esta verdad, comprobamos que los alardes de poder que hace el error son completamente ineficaces e impotentes. Esto sucede en algunas oportunidades con sorprendente rapidez. Sin embargo, otras veces podemos encontrar que tenemos mucho que aprender y necesitamos persistir en nuestros esfuerzos para reconocer la totalidad del bien y la nada del mal. No obstante, demore o no, el resultado es seguro cuando nos esmeramos por expresar amor en nuestras relaciones con los demás y ponemos todo el peso de nuestro pensamiento del lado de Dios, el bien omnipotente.
La ley divina nos sostiene, neutraliza las embestidas del error y finalmente nos eleva por encima de la ilusión de que una idea de Dios puede ser atacada. En realidad no hay poder aparte de la Verdad ni identidad aparte del Amor, que pueda tener efecto sobre nosotros o que pueda condenarnos. No hay en verdad una consciencia separada de la Mente para aceptar la falsedad, ni hay actividad más allá del justo gobierno del Principio para invertir el orden divino que emana de la relación y ubicación armoniosa.
¿Somos bendecidos? Sí. En el Antiguo Testamento está la historia de Balaam. Un rey pagano le pidió a Balaam que maldijera a los hijos de Israel, ofreciéndole muchas recompensas para tentarlo. Pero Balaam encontró que no podía hacerlo. Dijo: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? He aquí, he recibido orden de bendecir; El dio bendición, y no podré revocarla”. Núm. 23:19, 20.
Balaam percibió una gran verdad, porque ninguna persona tiene realmente el poder de maldecir lo que Dios ha bendecido. Entonces ¿podemos gozarnos y alegrarnos? Por cierto que sí, porque tenemos la seguridad demostrable de que Dios, el bien, es omnipotente, omnisciente, omnipresente, omniactivo. ¿Qué más podemos pedir? Somos bendecidos. ¡Y por eso podemos dar gracias alegremente!