El consagrado esmero, el amor ilimitado y la oración eficaz resultaron en la organización adecuada que manifiesta la estructura espiritual de la Iglesia como se la entiende en la Ciencia Cristiana. La organización religiosa fundada por la Sra. Eddy está establecida en el Manual de La Iglesia Madre. Cuando reconocemos que cada fase del trabajo de la iglesia de la Ciencia Cristiana fue establecida por el gran amor que la Sra. Eddy sentía por la humanidad, y por su deseo de protegerla, tenemos que reconocer la responsabilidad que esto implica para cada uno de nosotros.
Cada miembro de la iglesia tiene el deber de seguir a su Guía, trabajando vigilante y diligentemente para defender la Iglesia de Cristo, Científico, de la creencia en un poder opuesto a Dios. Al trabajar en su puesto en la iglesia manteniendo ese nivel de pensamiento atento y vigilante, el miembro de la iglesia puede demostrar gozosamente que tanto él como la iglesia están incluidos en el Amor divino. El reconocimiento del trabajo realizado por su Guía y el constante desarrollo espiritual del estudiante, estas condiciones juntas, aseguran la defensa del Científico Cristiano.
¡Qué equivocación es pensar que la armonía de nuestro ser puede verse amenazada por trabajar en la iglesia! ¡Qué atentos debemos estar para rechazar semejante sugestión por lo que es: una imposición de la mente mortal, o magnetismo animal! Comenzando por rechazar la sugestión, no estaremos dando vida a una mentira, es decir, alimentando el temor y la creencia en muchas mentes. Al participar en las actividades de la iglesia, nos encontramos rodeados de la vitalidad del Amor divino, que es el fundamento de la demostración de Iglesia hecha por la Sra. Eddy.
En el Artículo XXXV, Sección 1 del Manual de la Iglesia la Sra. Eddy misma revela el propósito de su demostración de Iglesia, cuando refiriéndose al Manual dice: “Es exclusivo, singularmente ajustado para dar forma al pensamiento en germen, rodeándolo de Amor divino”. Sintamos este gran amor de nuestra Guía por su Iglesia cada vez que pensemos en la Iglesia.
¡Qué error es caer en la mala práctica contra nuestra iglesia y contra nosotros mismos al pensar que, ya sea colectiva o individualmente, somos el blanco del odio de la mente mortal contra la Verdad! Tenemos que denunciar esta sugestión agresiva cada vez que se presente. Tenemos que afirmar que el hombre es el amado del Amor, y que mora en la infinitud del Amor. Hay una Mente, gobernándonos no sólo a nosotros sino a todos en la infinita consciencia del Amor.
La Sra. Eddy, cuando descubrió la Ciencia Cristiana, no retrocedió ante el temor a la oposición. Su pensamiento desbordaba de amor y del deseo de darle al mundo lo que éste siempre había estado buscando. Su pensamiento lleno de amor excluía pensamientos de temor, egoísmo, timidez; y sintió con convicción la eterna presencia del Amor divino. Sus seguidores también pueden estar seguros de que están protegidos, al trabajar partiendo de la premisa del Amor divino. La ley del Amor divino es suprema; y el Amor infinito no tiene enemigos, la Mente infinita no tiene oposición. El conocimiento de esto nos capacita para probar que no somos sensibles a las sugestiones de la mente mortal, que no pueden ni conmovernos ni alarmarnos. En cambio, respondemos por completo a la única Mente, Dios, el bien.
La humanidad siempre ha estado hambrienta de Verdad, Vida y Amor. ¿Amamos bastante, damos bastante de nuestras ricas fuentes de inspiración en nuestro trabajo en la iglesia? ¿O nos consideramos como humanamente buenos, pero vulnerables, como mortales que estamos esforzándonos por hacer lo mejor que podemos frente a hechos insuperables? En el trabajo sanador en la viña de nuestro Padre, podemos conocernos a nosotros mismos como la expresión de Dios, y desarrollar nuestro pensamiento en esta seguridad para bendecir al mundo.
Hemos visto que el amor fue lo que motivó y activó la demostración de Iglesia manifestada por la Sra. Eddy. Asegurémonos de que el amor motiva y activa nuestra demostración de trabajo en la iglesia, y de que somos aliados del Amor divino, omnipotente y omnipresente. Tenemos que estar atentos a las pretensiones mesméricas del mal, y rehusarnos a atribuirles inteligencia o actividad. En la medida en que lo hacemos, nos colocamos fuera del alcance de la envidia, el odio o la malicia y no estamos sujetos a la influencia de la materialidad o magnetismo animal, en ninguna forma.
Sin embargo, tenemos que estar atentos a nuestra protección para experimentarla. Los automovilistas no están protegidos si ignoran las leyes que existen para su protección. Tampoco están los hombres protegidos de la materialidad si ignoran las leyes de la moralidad o espiritualidad, ni están protegidos del odio si ignoran el poder y la presencia del Amor divino. Una consciencia alerta siempre expectante del bien se manifiesta en una consciencia que siempre experimenta el bien.
Esto no quiere decir que los Científicos Cristianos nunca tengan problemas que superar. En el Sermón del Monte leemos acerca de “un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca”. Mateo 7:24, 25; En seguida leemos que bajo las mismas circunstancias, la casa fundada sobre la arena cayó “y fue grande su ruina”.
Cabe notar, sin embargo, que lo que determinó la diferencia entre las dos casas no fueron los vientos y las olas que batían contra ellas, sino la base sobre la cual fueron construidas. La Verdad entendida y el Amor divino sentido nos capacitan para mantenernos sobre una base firme. En medio de los más severos ataques, la Verdad que comprendemos y el Amor que sentimos nos capacitan para darnos cuenta de la totalidad del bien y de la nada del mal.
Un estudio cabal de la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana siempre trae profundo gozo. A menudo, pasajes que nos son familiares nos traen una nueva inspiración. Hace poco tuve una experiencia de ese tipo mientras leía lo que la Sra. Eddy dice bajo el título marginal “Eucaristía espiritual” en Ciencia y Salud: “Nuestra copa es la cruz”.Ciencia y Salud, pág. 35; Durante años acepté este pasaje con cierta aprensión, carente de regocijo, pensando que algunas experiencias amargas de persecución eran inevitables al seguir fielmente al Maestro. Esta vez, sin embargo, la frase siguiente iluminó por completo mi concepto de “nuestra copa”. El pasaje continúa: “Nuestro vino, la inspiración del Amor, la bebida que nuestro Maestro apuró y encomendó a sus seguidores”. De pronto vi que la copa, o la cruz, nunca podían ser más que el vehículo para traer a mis labios el vino, “la inspiración del Amor”.
Como trabajadores en la iglesia, ¿qué más anhelamos que la copa que traerá este vino a nuestros labios, la cruz que traerá la inspiración del Amor divino a nuestra experiencia? No es el pesar de la cruz lo que permanece con nosotros, sino el gozo de la corona, la inspiración sanadora del Amor divino. Es así como el Científico Cristiano individualmente prueba por sí mismo la verdad de las palabras de la Sra. Eddy: “La misma circunstancia que tu sufrimiento considera enojosa o aflictiva, puede ser convertida por el Amor en un ángel ‘hospedado sin saberlo’ ”.ibid., pág. 574.
Nuestro pensamiento lleno de amor hacia la iglesia y hacia todo el género humano, nuestro entendimiento del Amor infinito, que se desarrolla constantemente, nos capacitan para estar cada vez más conscientes de que la identidad del hombre está incluida en el Amor, y en consecuencia, está siempre envuelta por el Amor. El error no puede interponerse entre Dios y Su idea, pues Dios y Su idea son uno, inseparables. Al reconocer estas verdades el Científico Cristiano alerta, permanece atento; estas verdades le impiden caer en la apatía. Sabe que sólo si demuestra estas verdades en su propia vida por medio de la vigilancia, la oración y el trabajo constante y diligente, está comprendiendo estas verdades y viviendo bajo su poder.
No hay “dentro” ni “fuera” para el Amor infinito. La infinitud lo abarca todo; y el estar conscientes de esta verdad debiera hacer de los Científicos Cristianos los más genuinos individuos en la expresión de su amor, no sólo hacia los que no son Científicos Cristianos, sino también entre ellos mismos. En el reino del Amor infinito hay lugar para todos, y no queda nada ni nadie fuera de él para atacar la espiritualidad que ese reino contiene. ¿Cómo puede haber algo más que la infinitud?
Tenemos que liberarnos de la noción de que existen tanto el bien como el mal, la Mente y la materia, el Amor y el odio. En realidad, nunca hay dos opuestos — solamente la unidad infinitamente expresada, o bondad, llamada Dios. Todo lo que se presente en nuestra experiencia, indicándonos el mal o la discordancia, es irreal, y debemos partir de la convicción de su irrealidad. No podemos avanzar partiendo del miedo, de la confusión o la aceptación ciega.
Aunque a veces no lo vemos, el sol de la justicia divina sigue brillando sobre las nubes. Al creer en la realidad del mal, le damos la única apariencia de realidad que tiene. Pero todo aquel que ha tratado de ver la irrealidad del mal se da cuenta claramente que la única forma en que puede hacerlo es progresando en la comprensión científica de la totalidad de Dios, el bien. Partiendo siempre de esta verdad, podemos no sólo creer, sino también probar que el error es irreal. Esto constituye la curación en la Ciencia Cristiana. Ésta es la función de Iglesia como la Sra. Eddy la define.
Cuidados, guiados y protegidos por el Amor divino, la Iglesia de Cristo, Científico, y sus miembros, usted y yo, estamos a salvo y seguros. Trabajemos pues, con alegría, para bendecir con la inspiración del Amor a un mundo que sólo parece presentar resistencia y oposición, pero que en realidad está hambriento y sediento de lo que ofrece la Ciencia Cristiana.