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Me siento muy agradecida porque puedo...

Del número de enero de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me siento muy agradecida porque puedo apoyarme en la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.. Ésta ha respondido a todas mis necesidades cuando la he aplicado sinceramente.

Por primera vez oí sobre la Ciencia Cristiana durante la Segunda Guerra Mundial, cuando una amiga que estudiaba esta Ciencia me ayudó devotamente mediante la oración a vencer una experiencia muy difícil. Me habló de esta religión y me trasmitió un profundo sentido de Amor divino gracias al cual pude solucionar una situación personal infeliz y aparentemente insoluble. Al contemplar al hombre como el reflejo de Dios, fui capaz de superar la desesperanza y la compasión propia respecto a un daño que se me había hecho. Al hacerlo así, fui testigo de la demostración del poder divino. El problema fue resuelto de un modo completamente inesperado.

Me sentí asombrada por esta nueva y maravillosa forma de pensar y de orar, aunque entonces creía estar muy ocupada para comenzar un serio estudio. Pocos meses después tuve suficiente tiempo para pensar y aunque conocía muy poco de la Ciencia Cristiana, pude sentir el gran apoyo que ésta ofrecía.

Una vez que finalizó la guerra, regresé a Varsovia. Tenía tantos deseos de saber más sobre esta maravillosa religión que, aunque no tenía ni fondos ni lugar donde vivir, me dirigí a la casa de la amiga que me había hablado de la Ciencia Cristiana. Con gran alegría comprobé que la casa estaba intacta, y pude ver a mi amiga.

Poco después me presentó a un grupo de estudiantes de la Ciencia Cristiana en Varsovia. Las siguientes palabras de Mary Baker Eddy reflejan la actividad de esas valientes personas: “Conoceréis cuando la Verdad empieza a llevar la delantera por el corto número y la fidelidad de sus seguidores” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 225).

En esa época no había transporte que me llevara a la casa de mis nuevos amigos para poder participar de la lectura de la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana que se realizaba todos los domingos, y debía caminar más de diez kilómetros en cada trayecto. Me sentía sedienta de escuchar las lecturas de la Biblia y de Ciencia y Salud.

Cierto día, después de salir en busca de trabajo relacionado con mi profesión, me perdí en medio de la confusión que caracterizaba aquellos primeros años después de la guerra. Una oficina que había visitado últimamente me había ofrecido un empleo, pero no era el que me hubiera gustado elegir y tenía temor de rechazarlo. Entonces me senté en un banco que se encontraba en una calle tranquila y empecé a pensar sobre el cuidado de Dios. Estas palabras que había leído muy a menudo me vinieron al pensamiento: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1).

Mientras oraba, repentinamente oí una voz interior que decía: “No temas. Ve en paz. Todo se arreglará”. Entonces desaparecieron todos mis temores. Regresé a casa feliz y tranquila. Supe la decisión que debía tomar y mis asuntos pronto se solucionaron.

Durante estos últimos años he experimentado muchas curaciones mediante mi apoyo en Dios. Una querida amiga, paciente y amorosamente me guió en todos mis problemas para obtener una mejor comprensión espiritual.

Por medio de la Ciencia Cristiana tuve curaciones de pulmonía, gripe, agua en la rodilla, un absceso facial, forúnculos, una inflamación de la mano y una severa dificultad digestiva. Las últimas curaciones fueron instantáneas.

Deseo relatar una de las experiencias en forma más detallada.

Hace pocos años, mientras me hallaba de vacaciones en las montañas, al descender unos escalones viejos y desnivelados de la casa donde me hospedaba, resbalé. Al tratar de mantener el equilibrio, me torcí la rodilla y aparentemente se me torció un músculo. El dolor fue muy agudo.

Desde el primer momento, rehusé aceptar las sugestiones de los sentidos materiales y de inmediato empecé a afirmar que la identidad del hombre espiritual es el reflejo de Dios.

En el trabajo metafísico que hacía, y utilizando las Concordancias en mi estudio, meditaba sobre las muchas declaraciones del libro de texto, Ciencia y Salud, sobre el tema músculos. Entre otros, el siguiente pasaje atrajo mi atención: “No son los músculos, los nervios, ni los huesos, sino la mente mortal la que hace que el cuerpo todo esté ‘enfermo, el corazón todo desfallecido’; en tanto que lo que sana es la Mente divina” (Ciencia y Salud, pág. 219).

Aunque me mantuve firme y traté de no ceder ni por un instante a lo que la creencia me susurraba, aún así el dolor agudo en la pierna y la dificultad para caminar persistían. No obstante, traté de actuar de manera de no llamar la atención a mi dificultad. Al comienzo del tercer día caminando por una pradera desnivelada repentinamente me sentí libre de ese estado de discordancia. Mis pasos se tornaron normales y ágiles.

Un gozo indescriptible inundó mi corazón. La gratitud que me embargaba me indujo a pensar en la próxima reunión de testimonios de nuestro grupo en Varsovia. Empecé a hilvanar las palabras que emplearía en el testimonio. En ese preciso instante, me torcí la misma pierna tan fuertemente al pasar por una parte desnivelada del suelo que la sensación de dolor en el músculo reapareció y en forma aún más intensa. Regresé a casa con gran dificultad, confundida por este giro incomprensible de las cosas.

Al hacer un análisis de mis pensamientos mientras oraba, pensé sobre los versos siguientes de la Biblia: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo dice: Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Lucas 11:24–26).

Comencé entonces a comprender mejor la importancia de defender una curación. En mi caso particular, debía haber vigilado la puerta de mi consciencia que había estado llena de la luz divina de la curación. No tuve precaución de lo que era necesario hacer, continuar sosteniéndome en esa luz para destruir las creencias materiales en relación a la sugestión, a fin de que no volviesen y nuevamente se escondieran en los oscuros rincones de la mente humana.

Estos pensamientos sirvieron para limpiar mi consciencia y fortalecieron mi defensa, y recobré un sentido de completa libertad y armonía que permanecieron. Al día siguiente fui a dar una larga caminata y subí escabrosas cuestas sin la menor dificultad.

Me siento agradecida por la bendición de ser miembro de La Iglesia Madre, por haber recibido clase de instrucción primaria en la Ciencia Cristiana; por el privilegio de trabajar en nuestro pequeño grupo de Ciencia Cristiana en Varsovia, y por el libro de texto de la Ciencia Cristiana y por el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana que ahora se publican en idioma polaco.

Además estoy muy agradecida a Dios por las bendiciones recibidas, por Cristo Jesús por indicarnos el camino y por todo lo que la Sra. Eddy hizo con tanto amor y devoción.


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