Dios, la Mente divina, es el sanador en todos los casos. Él es la única Mente, la consciencia perfecta y armoniosa de toda identidad que Él crea.
Reconozca esta gran verdad escuchando humildemente Sus pensamientos. Lo que la Mente imparte silenciosamente llega al que es de corazón tierno y humilde, y produce la salud y la armonía. Sepa que no existe ninguna mente que cause pensamientos de temor y discordia. La Sra. Eddy escribe: “La base de toda salud, impecabilidad e inmortalidad es la gran verdad de que Dios es la única Mente; y esta Mente no ha de ser meramente creída, sino que tiene que ser entendida”.Ciencia y Salud, pág. 339;
Si la enfermedad parece agresiva, reconozca claramente que el dolor y la debilidad tienen un origen hipnótico. Son sugestiones mentirosas de la mente mortal o carnal — una mente que no tiene espacio que ocupar ni ley que la sustente. Rehúsese a ser engañado por esa falsedad. En oración expectante y humilde escuche las ideas sanadoras que el Amor divino, la única Mente verdadera, imparte constantemente al hombre.
El Salmista escribió: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Salmos 46:10; En la quietud del sentido espiritual comprenda y afirme que, puesto que Dios es la Mente que todo lo sabe, el solo y único Ego del hombre y del universo, el hombre tiene acceso directo a Sus pensamientos sanadores. Escuchamos y sentimos estos pensamientos porque la Mente que lo es Todo conoce su propio gozo, su propia fortaleza y su salud, y también porque el hombre experimenta estas cualidades por reflejo.
Cristo Jesús comulgaba constantemente con el Padre, la Mente, y lo escuchaba. Jesús dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo”. Juan 5:30. Con confianza sabía, y lo comprobó concluyentemente, que la Mente omnisciente le revelaría las verdades espirituales específicas requeridas para descubrir y destruir la discordancia productora de la enfermedad en el pensamiento de sus pacientes. Y nosotros tenemos acceso directo a la misma fuente.