Mi gratitud por la Ciencia Cristiana no tiene límites. Y es con mucha alegría que testifico de su poder sanador sobre malestares físicos. Mi mayor alegría viene, sin embargo, del discernimiento espiritual que he ganado como estudiante de esta Ciencia, al saber la verdad acerca de Dios, el hombre, y el universo.
Fui sanado de una dolencia de la piel que cubría partes de mi cuerpo. Nunca recibí diagnóstico médico, pero el problema era de tal naturaleza que diariamente tenía que vendarme las manos y los tobillos ya que estaban afectados por este padecimiento. Pasé muchas noches de insomnio y casi no podía hacer mi trabajo, que era el de corresponsal de tribunal. Oré por mí como se nos enseña a hacer, y a veces le pedí ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana. Pasaron muchos meses sin ninguna evidencia de curación. Tuve que vencer mucho desaliento y la impaciencia, así como el criticar a mis compañeros de oficina, continuas quejas sobre mi trabajo, y el descontento con las condiciones de trabajo. Aprendí a ser valiente, a amar, y a confiar pacientemente en Dios.
La practicista y yo trabajamos con muchas verdades de la Biblia, especialmente con aquella del Génesis 1:31 donde se nos dice: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. ¿Cómo puedo yo, razoné, pensar en un hombre con manchas y defectos — un hombre menos que el hombre perfecto creado por Dios? Oré para poder ver al hombre perfecto así como Jesús lo hacía, y trabajé mucho con esta declaración de Ciencia y Salud escrita por la Sra. Eddy (págs. 476–477): “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que se le aparecía allí mismo donde los mortales ven al hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo”. También, con gran humildad oré: “Padre amado, enséñame la lección que Tú tienes para mí en esta experiencia”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!