Consideremos la historia de un hombre que fue encarcelado por la autoridad máxima de la localidad por vivir de acuerdo a su sentido más elevado de lo que es correcto. Uno de sus amigos acababa de ser ejecutado y él iba a ser enjuiciado pronto. Estaba rodeado de guardias constantemente y sujeto con cadenas.
Entonces, la noche antes de su juicio, las cadenas se le cayeron mientras los guardias dormían y pudo escapar de la cárcel.
¿Suerte increíble? ¿una cerradura oxidada o una cadena defectuosa? El Apóstol Pedro no lo consideró así. Estaba seguro de que había un poder espiritual que actuaba, que era el responsable directo de este aparente milagro. Después de su liberación dijo: “Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba”. Hechos 12:11;
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