“Padre, iré” dije yo.
“Porque tú me lo pides me aventuraré, y Tu voluntad haré;
haré diligente lo que Tú me pidas,
dejando de lado mis propios deseos,
mis dudas y anhelos,
para hacer sólo Tu voluntad.
Viajaré a donde Tú me lo pidas, por lejos que fuere,
dejaré la casa, el hogar, los amigos, y seres queridos,
dejaré el refugio del lindo jardín,
el sendero ameno, el camino seguro,
dejaré los lugares amados, donde refugio he encontrado.
Cuando Tu orden yo haya fielmente obedecido
sólo entonces volveré al lugar amado,
dejaré mi vara, descalzaré mis sandalias, y así sentiré
el gozo inefable que da la obediencia”.
Eso dije, Padre, con sinceridad.
Dije, recuerdo: “Aquí estoy, Tu voluntad haré,
y luego a casa yo regresaré”.
Pero hoy percibo que Tu voluntad mi voluntad es,
y que mi hogar es donde estás Tú, y en todas partes Tú estás.
Hoy percibo que descanso es trabajar para Ti,
y gratitud siento, Padre, por el viejo sendero, y añosos
lugares y por mi pasado;
pues ellos han sido umbral de espiritual visión.
No los cambiaría, aunque tampoco a ellos jamás volvería.
Adelante quiero ir, adelante, afuera y hacia arriba.
Con la vara en la mano, y mi mano en la Tuya.
Seré así por siempre un profeta,
sabiendo que Tú lo eres Todo,
que Tú eres bueno y misericordioso,
Dios omnipresente y todopoderoso.
Junto a los profetas yo quiero viajar,
y así a mis hermanos podré yo llevar,
hasta que todos el bien profeticen,
y con alegría y con su pureza
llenen la tierra del cumplimiento de toda visión.
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