A veces cuando no tenemos resultados rápidos de nuestras oraciones y de nuestra búsqueda profunda de la verdad, nos sentimos tentados a desalentarnos y a dejar de ahondar. Y decimos: “Es inútil, Dios no me oye; Él no me ayuda”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!