A veces cuando no tenemos resultados rápidos de nuestras oraciones y de nuestra búsqueda profunda de la verdad, nos sentimos tentados a desalentarnos y a dejar de ahondar. Y decimos: “Es inútil, Dios no me oye; Él no me ayuda”. Pero con un poco más de esfuerzo podemos obtener el esclarecimiento y la verdad sanadora que necesitamos.
Pero, ¿qué hacer para ahondar más y llegar a la fuente de recursos espirituales? Esta pregunta se puede contestar si consideramos el ejemplo que nos dio nuestro Maestro, Cristo Jesús. Él mostró mediante sus palabras y sus hechos cómo la humanidad puede resolver sus problemas. Su base o punto de partida fue mantenerse constantemente en comunión con Dios, manifestando la unión indisoluble entre Dios y el hombre. Él dijo: “Yo y el Padre uno somos”. Juan 10:30;
Para lograr esa unidad, es menester que nos identifiquemos con nuestro Padre, es necesario comenzar por saber y comprender más acerca de la naturaleza de Dios y del hombre, pues no podemos valorar aquello que no conocemos. La Sra. Eddy dice: “El punto de partida de la Ciencia divina es, que Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo, y que no hay otro poder ni otra Mente, — que Dios es Amor, y que por tanto es el Principio divino”.Ciencia y Salud, pág. 275;
Entonces, nuestro punto de partida es conocer a Dios en vez de envolvernos en el problema, pues si Dios es infinito, el Todo-en-todo, Él está presente ahí mismo donde, según los sentidos materiales, parece haber una situación discordante. No está de acuerdo con la Ciencia Cristiana el tratar de meramente cambiar materia enferma por materia sana; una situación de carencia por una de abundancia; un hombre vicioso o malo por un hombre bueno. Necesitamos profundizar en la verdad sin reserva mental alguna, rechazando toda evidencia material, negando todo lo desemejante a Dios, echando fuera todas las sugestiones que pretenden hacernos ver el mal o el error como real.
Dios, el Ser Supremo, es omnipresente y omnipotente, y el hombre es la imagen o expresión del Espíritu infinito; por lo tanto, como ideas de Dios, usted y yo y toda la creación siempre reflejamos individualmente todo lo que el Espíritu es. De ahí que tenemos salud perfecta, armonía, libertad, recursos ilimitados, sabiduría, felicidad, y posibilidades infinitas para disfrutar abundantemente de todo lo que es bueno.
Tenemos que comprender que en ningún momento el hombre puede, en realidad, ser la víctima del odio, de apetitos depravados, de la lujuria, de la delincuencia o maquinaciones de ninguna naturaleza, pues el hombre está expresando en todo momento la Mente que es Dios y que es Todo-en-todo. De modo que el hombre no es una mente mortal en un cuerpo físico. Él es una idea divina, incorpora todas las cualidades que componen la naturaleza infinita de Dios, la Mente divina. Este hombre no es un mortal material, acosado por sugestiones erróneas y sufriendo luego a causa de ellas, temiendo defender su libertad. El hombre manifiesta la Verdad que es Dios, y está gobernado sólo por la Verdad.
Tenemos todo lo que necesitamos para triunfar. Tenemos que dejar de creer en fuerzas materiales, en las sugestiones mesméricas de temor, ignorancia y fracaso, la ambición desmedida, el yo personal, y el descontento por lo que tenemos. Estas cosas nos incapacitan para percibir la abundancia invariable del bien que Dios, el Amor, otorga a todos Sus hijos por igual.
Tenemos que ver la irrealidad de las creencias materiales y emprender la práctica de la ley espiritual si deseamos obtener resultados permanentes. Tenemos que apoyarnos sólo en Dios, la única causa, y ver a Su hombre armonioso, perfecto y espiritual como el único efecto. La Sra. Eddy dice: “Tenemos que escudriñar la realidad más hondamente, en lugar de aceptar sólo el significado exterior de las cosas”.ibid., pág. 129.
Es menester, entonces, aferramos firmemente a lo real y eterno y abandonar el concepto erróneo de que la vida o la substancia puedan proceder de la materia o estar en ella. La creencia en un poder material es destruida cuando percibimos el efecto invariable, infalible y absoluto de la Verdad que gobierna todo el universo, incluso el hombre.
Una cosa he demandado a Jehová,
ésta buscaré;
que esté yo en la casa de Jehová
todos los días de mi vida,
para contemplar la hermosura de Jehová,
y para inquirir en su templo.
Salmo 27:4
