Cuando se trata del sexo, muchos de nosotros vivimos a la sombra de una moral basada en el temor, disciplinando nuestra conducta a una escala de valores negativos instituida por una comprensión parcial del Decálogo de Moisés. Si nos volvemos a la Ciencia Cristiana en busca de orientación moral, nos volveremos hacia la cálida expresión del verdadero amor: “Tendrás”.
Ahora bien, el verdadero amor no es el amor libre. Es mucho más fascinante, vigorizante, y satisfactorio que todo eso. Además, si no se arraiga en el amor verdadero, el afecto romántico o marital es de corta duración. El estímulo del amor verdadero radica en la verdad expresada en este pasaje del capítulo intitulado “El Matrimonio” en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “Lo bello en el carácter es también lo bueno, uniendo indisolublemente los lazos del afecto”.Ciencia y Salud, pág. 60;
Estas palabras implican aún mucho más que el más elevado sentimiento humano. El subtítulo al margen dice: “Afectos permanentes”, y ¿quién puede desear menos que afecto permanente?
Pero ¿cómo responde esto a lo que la gente cree que son sus necesidades respecto al sexo? Lo hace a través de una comprensión clara y práctica de lo bello en el carácter. Las cualidades espirituales constituyen lo bello en el carácter. Tales cualidades nos son innatas a todos. Son, en verdad, elementos del amor verdadero. Pero el volvernos a ellas no significa acogernos a las relaciones platónicas, o a un cándido rechazo de lo que se llama “realidades de la vida”. La investigación de estas cualidades entre dos personas es interminable. No comienza ni termina con el matrimonio. La aventura de descubrir y redescubrir, mediante esa investigación, es la experiencia que conduce al crecimiento espiritual. Muchos jóvenes están hoy en los umbrales de tales experiencias.
“Y bien, ¡casáos!”, podrá decir alguien. Pero quizás no sea tan sencillo. Por cierto que el matrimonio puede ser razonablemente el paso correcto; mas por otra parte, un matrimonio está en peligro cuando el anhelo sexual es la única fuerza que lo une, porque la obsesión sexual es tan inaplicable en el amor verdadero como lo es fuera del matrimonio.
No, en una sana relación humana del amor, cuando ambas personas han aceptado dejar atrás la pasión sexual en boga dando paso a lo bello en el carácter, aparecerá una perspectiva en la cual, entre todas las cosas a compartir entre ambos, el acto sexual tendrá una importancia menor. Claro que, para aquel cuya escala de valores haya sido formada por los masivos medios modernos de difusión, que pone repetido énfasis en lo erótico, puede parecerle ¡cómo un caso de senilidad prematura!
Mas, muy por el contrario, en la medida que los afectos se purifican, las exigencias del cuerpo se vuelven menos agresivas. Quien esté explorando lo bello en el carácter, se acerca más y más a lo verdadero — a esa fuerza pujante de toda amistad permanentemente fecunda. Ésta es la fuerza sanadora y enaltecedora del Alma, liberada por medio de las cualidades espirituales. Tal participación con lo espiritual en el hombre, de verdad consume las tendencias animales en la naturaleza humana, dado que la materia no puede coexistir con su opuesto, el Espíritu.
Mirémoslo así. Para un amigo y una amiga que se reúnen luego de una prolongada ausencia, — ese momento del encuentro en sí — excluye todo lo demás. La agradable renovación de los afectos nace de la reunión de cualidades y no de personas, nace del descubrimiento de una herencia de intereses e ideas que se vuelven a compartir. Para estas dos personas, lo que tiene más valor, es la amistad y no el apretón de manos o abrazo que se acostumbra para expresarla. Entonces, es en la búsqueda y descubrimiento espiritual entre personas donde radica la verdadera aventura moral.
¿Ha explorado usted, realmente, la revolucionaria moralidad de la Ciencia Cristiana?
Participe de la serenidad que resulta de la ternura y el sacrificio propio, de la flexibilidad que otorgan la honestidad y el dominio propio, de la calma que proviene de la consideración y la humildad, de la fuerza que nace de la predisposición a perdonar y la gracia de ser perdonado, del regocijo de nuevas ideas descubiertas y compartidas. Compenetrarse en esta forma de lo bello en el carácter deja poco lugar para las banalidades de la lujuria o lo superfluo de las rencillas. Y, lo que es más, al hacer válidas estas cualidades divinas en usted le proporciona vislumbres de la realidad de Dios como Amor.
Lo que es verdad acerca del amor está relacionado con el descubrimiento y expresión de lo que es verdadero en el carácter. A medida que una pareja progresa espiritualmente, lo que comenzó como una caricia se eleva hacia una nueva clase de unión, hacia una atmósfera de gozo recíproco y de alegría mutua. Así la formalidad del sexo, junto con las restricciones que acompañan al amor sexual, caen en la redundancia. Por supuesto, todo crecimiento es gradual, es decir, sin apuros. Y el matrimonio, lejos de ofrecer carta blanca para entregarse a lo sexual, provee la continuidad para el progreso espiritual que ya se inició en el noviazgo.
Para un creciente número de jóvenes, la relación conyugal ha sido considerada posible sin las responsabilidades permanentes del matrimonio. Sin embargo, la cohabitación sin tales obligaciones ha resultado en la pérdida de la felicidad duradera. Contrariamente a las promesas populares se ha producido algo así como un corto circuito.
Para la pareja moralmente honesta, el acto sexual puede ser uno de los frutos de un cálido y limpio sentimiento. Pero su compenetración con lo espiritual ya habrá resultado en la percepción de ambos, en una disminución de la importancia acerca de dicho intercambio. La relación sexual antes del matrimonio o fuera de él es una flor plantada en la arena. Este artículo sólo ha estado explorando, en este aspecto, en lo que es profundo y tiene raíces permanentes. Una hermosa amistad puede fructificar en matrimonio, pero iniciada prematuramente, incluyendo todas las condiciones físicas con honestidad es tan imposible como lo es para los pétalos de una rosa emerger antes que lo haga el capullo. Ya hemos visto por qué. El afecto permanente es inseparable de la responsabilidad permanente.
“¡Pero ya es demasiado tarde!”, dirán algunos. Sin embargo, los errores morales pueden ser corregidos. Tal como Cristo Jesús lo demostró en su encuentro con aquella mujer cuya vida sólo podría describirse como un desastre moral, nunca es demasiado tarde para un cambio radical de carácter. Sería más acertado decir descubrimiento del carácter, ya que ninguna inmoralidad pasada pudo ocultar del Maestro lo bueno en ella, esto es, la realidad de ella como preciada idea de Dios. Las distorsiones morales que habían corrompido su cuerpo y su pensamiento desaparecieron sin resistencia. Esta secuencia sanadora está explicada en las palabras de Jesús: “Sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama”. Lucas 7:47.
La inflada importancia atribuida a lo lascivo en la sociedad humana necesita ser desinflada sumariamente y sin alboroto. ¿Por qué? Porque toda esta batahola en torno al sexo es inaplicable para el amor verdadero. Busque lo que es real. Ahonde en lo bello del carácter. Evite perder el tiempo en desvíos y atajos que llevan al desengaño.
Así, usted estará iniciando la aventura del amor verdadero. Y no se sorprenda, si sus amistades se vuelven más genuinas, con buenos propósitos y con un sentido más amplio mediante el poder purificador del Alma.
Amaos unos a otros
entrañablemente,
de corazón puro.
1 Pedro 1:22
