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El tabaco, el alcohol, las drogas

[Original en alemán]

Del número de octubre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde tiempos remotos, la humanidad se ha dejado llevar por una noción equivocada respecto a la materia: la creencia de que brinda felicidad y satisfacción.

Hay muchos millones de alcohólicos en el mundo que necesitan tratamiento — tan sólo en la República Federal de Alemania el número llega a 600.000. Aun en los países civilizados se gasta más dinero en tabaco y bebidas alcohólicas que en educación. En la República Federal de Alemania, en 1970 se gastaron 37 mil millones de marcos en bebidas alcohólicas y tabaco, y solamente 20 mil millones se destinaron para educación. PZ, No. 4 (Bonn, Alemania: Oficina Central de Educación Política); W. Schmidbauer y J. vom Scheidt, Rauschdrogen (Hamburgo, 1971);

La Biblia dice: “El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio”. Prov. 20:1;

Junto con el consumo de bebidas alcohólicas y de tabaco, se hace cada vez más evidente el aumento constante en el uso de drogas enviciadoras — problema típico de nuestros días, problema sociopolítico, y, lo que es más, problema humano en general. Debido a los medios de difusión masivos, la televisión y la radio, la juventud se ha acostumbrado más que nunca a los vicios que le son presentados agresivamente como elementos de la vida, a fumar, a tomar bebidas alcohólicas y a las drogas. Si en los anuncios, la felicidad significa fumar cierta marca de cigarrillos; si la gente moderna y socialmente activa escoge otra marca como símbolo de posición social; si cuando algo bueno le acontece a alguien y se dice que merece celebrarse con una determinada bebida alcohólica — ¿dónde está, entonces, la diferencia entre las pretensiones del uso del hachís que también promete felicidad, satisfacción y compañerismo?

Las píldoras han venido a ser un nuevo “alimento” popular. En la mañana, una píldora para “despertarse”; en el desayuno, una que “refrena el apetito”; en el almuerzo, un “tranquilizante”; en la tarde, un “estimulante”; antes de finalizar la jornada de trabajo, otra píldora para el dolor de cabeza; y en la noche, una para dormir. ¡La oleada de píldoras avanza!

¿Cuál es la suposición básica que apoya estos medios engañosos por los cuales se pretende obtener satisfacción — medios que únicamente llevan a la esclavitud? Es la creencia universal en el efecto estimulante y embriagador de la materia — la firme convicción de que la vida y la sensación están en la materia. La creencia en las engañosas promesas del materialismo evidencia ignorancia de la naturaleza espiritual del hombre, a quien Dios, el Espíritu, ha creado a Su semejanza. Surge del deseo vehemente de confianza en sí mismo, de alegría, inspiración, solaz, compañerismo — de ser aceptado por los demás — y del deseo de liberarse de la enfermedad y de problemas familiares y ambientales, creyendo al mismo tiempo que la materia puede satisfacer estos deseos.

¿Cómo puede uno liberarse del vicio del tabaco, de las bebidas alcohólicas y de otras drogas? No por medio de la fuerza de voluntad humana, medios materiales, o haciendo a un lado el problema, sino reconociendo que la alegría, la felicidad y la libertad verdaderas, se elevan solamente desde una base espiritual. Sólo comprendiendo que la verdadera individualidad del hombre, sostenida por Dios, es puramente espiritual — y que cada uno, ahora mismo, ya lleva en sí todos los recursos que necesita — encontramos seguridad, solaz e inspiración verdaderos.

En la medida en que verdaderamente obedecemos las leyes espirituales y ponemos nuestros pensamientos y acciones diariamente en armonía con ellas, seremos libres. Tenemos la promesa de Cristo Jesús: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:31, 32;

La liberación de falsos deseos es una demostración individual. Si uno ha reconocido el valor de la verdadera libertad y quiere experimentarla, necesita ganar un consecuente punto de vista espiritual. La verdadera libertad no se gana haciendo concesiones a la materia, recurriendo al tabaco, a las bebidas alcohólicas y a las drogas, ni siquiera en pequeñas cantidades.

Refiriéndose a esto, nuestra Guía, la Sra. Eddy, nos dice en Miscellaneous Writings: “Las bebidas alcohólicas son indudablemente un mal, y el mal no se puede usar con temperancia: su menor uso es un abuso; por consiguiente, la única temperancia es la abstinencia total. La embriaguez es sensualidad desencadenada, cualquiera que sea la forma en que se manifieste”.Mis., pág. 289;

De esto se deduce que el vino debe rechazarse al igual que la bebida más fuerte. Y el mismo criterio es igualmente válido tanto en el caso del cigarrillo que se fuma de vez en cuando como en el del uso del hachís. Con nuestro ejemplo consecuente en el seno de la familia, en la escuela, en la universidad, y en el mundo de los negocios, podemos alentar a otros a liberarse de estas formas de sugestión agresiva de que la materia satisface. Entonces estamos contribuyendo a la solución de estos problemas.

La Ciencia Cristiana no condena al que parece depender del tabaco, de las bebidas alcohólicas o de las drogas. Pero cuando un Científico Cristiano ve que alguien necesita vencer tal dependencia y adopta una firme actitud en favor de la liberación, entonces se le presentan oportunidades para poner en práctica con efecto sanador la comprensión espiritual de la oración que ha adquirido mediante su estudio de Ciencia Cristiana.

Camino a una reunión del “Christian Science Youth Forum” en Estocolmo, Suecia, mi hermana subió a un tranvía atestado de gente. Los pasajeros estaban de pie en el pasillo. Nadie se atrevía a sentarse en el único asiento libre porque detrás de éste, estaba sentado un ebrio que en alta voz insultaba a las mujeres y hasta gritaba tan fuerte que se oía en todo el tranvía.

Mi hermana se dijo: “He aquí el perfecto asiento para una Científica Cristiana. Quiero ver lo que se puede hacer”. Y se sentó.

Después de haber escuchado por un momento y comprendido la situación, mi hermana vio claramente que no hay substancia en absoluto en el odio, que nos impida ver el bien, discernir inteligentemente y negar la presencia universal del bien. Comprendió que allí en la ciudad, hasta en el tranvía en que se encontraba, se estaban expresando muchas buenas cualidades. Percibió claramente que ni el alcohol, ni la ignorancia, ni el odio pueden tocar la inteligencia y la identidad verdadera de nadie. Silenciosamente afirmó que sólo la Verdad divina llena todo el espacio y que la Verdad no puede ser influida.

El beodo, que estuvo maldiciendo durante todo el viaje, se calló. Después de un momento, se inclinó, puso su mano sobre el hombro de mi hermana y con una voz completamente sobria le dijo: “Perdóneme, señorita. Es usted una buena mujer. Es usted una muy buena persona. Me doy cuenta de ello”. Entonces, calló. Algunas paradas más adelante, al acercarse mi hermana a la salida para bajar, el hombre exclamó sobria y amigablemente: “¡Le deseo lo mejor, señorita! ¡Todo, todo lo mejor!”

Durante un largo viaje en tren, mi hermana y mi cuñado experimentaron algo similar. Al subir al tren vieron a dos jóvenes desgreñados y borrachos tambaleándose ruidosamente en el vagón. Mi hermana y mi cuñado cerraron la puerta de su compartimento y se pusieron a leer la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Poco después la puerta se abrió y uno de los jóvenes miró hacia adentro. Tambaleándose, trató de sostenerse en el marco de la puerta y dijo con voz ronca: “¿Que están leyendo allí? ¿La Biblia? ¡Nunca me había sucedido esto antes — ver a gente tan joven leer la Biblia tan libremente en el tren!”

El olor a alcohol era tan fuerte que los dos Científicos Cristianos vieron la necesidad de orar mentalmente para mejorar la situación. Percibieron claramente que la identidad espiritual del joven, su ser verdadero, nunca había sido tocada por el alcohol. Razonaron que el Espíritu nunca puede ser tocado, cambiado o embrutecido por la materia. El Espíritu inmortal es absolutamente puro y permanece así.

El efecto de la comprensión de este hecho se manifestó de inmediato. El joven preguntó si podía sentarse con ellos. Comenzó a llorar. Dijo que había pasado la noche entera en el Ku'damm (Kurfürstendamm) en Berlín para complacer a su amigo y que había bebido toda la noche.

Mientras hablaba, los dos Científicos Cristianos mentalmente se mantuvieron conscientes de la identidad espiritual e intacta del joven, quien fue recuperando la sobriedad. El olor a alcohol desapareció. Se entabló entonces una conversación racional. El joven quería saber dónde habían logrado tan clara percepción acerca del hombre.

Escuchó con gran interés las explicaciones sobre la Ciencia Cristiana. Estaba ahora completamente sobrio. Dijo que a menudo asistía a la iglesia con su novia, pero que no osaba hablar de esto con sus amigos ni declarar su fe en Dios. En el ejemplo de los dos Científicos Cristianos había visto cuán beneficioso es el no sentir temor en declararla.

Finalmente, después de una conversación provechosa, se levantó y salió en busca de su amigo. Se mantuvo firmemente en pie y estaba completamente normal. Poco después regresó prolijamente vestido. Trajo un litro de leche que quería compartir con los dos Científicos Cristianos.

Podemos lograr mucha curación si nosotros mismos no hacemos “pequeñas” concesiones. Por medio de una mayor espiritualidad ayudamos a resolver los problemas de hoy en día. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La realidad espiritual es la verdad científica en todas las cosas”.Ciencia y Salud, pág. 207.


Seremos saciados del bien de tu casa,
de tu santo templo.

Salmo 65:4

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