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Cómo prevenir la conmoción intelectual

Del número de octubre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No se encuentra en la lista de materias, pero cada universidad tiene un plan de estudios no visible. Intencional o involuntariamente, consiste de tales presiones como alejamiento y pluralismo.

Perturbados por estas influencias, los estudiantes pueden ser apartados de sus aficiones, desorientados en cuanto a sus metas. Se dan cuenta de que se necesita una zambullida en nuevos niveles de la consciencia para salir de esta confusión. De allí nuestro tema: atreverse a saber, sapere aude. Profundizar más en el pensamiento hacia un estilo más atrevido de conocimiento que el cerebral. Conocer y experimentar lo fundamental. Atreverse a conocer lo absoluto espiritual, la realidad del ser. Como Cristo Jesús les asegura a sus discípulos: “A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios”. Lucas 8:10;

Conocer lo absoluto incluye reconocer la Mente divina como la fuente de nuestra individualidad — nuestra armonía y afecto, utilidad y perfección, como la semejanza de Dios, la Mente divina.

Este descubrimiento del yo verdadero y su origen en la Mente es posible que haya sido lo que el poeta buscaba cuando escribió:

No abandonaremos nuestra exploración
y el final de nuestro explorar
será llegar al punto de partida
y conocer el lugar por primera vez. T. S. Eliot, Four Quartets;

Alejamiento

El alejamiento es una materia que se elige sin quererlo. Una señal de arrogancia o frialdad en nuestro comportamiento puede indicar que hemos estado atendiendo este curso sin saberlo. La frialdad no debe confundirse con la objetividad inteligente que es una habilidad meritoria que se emplea en el estudio. Pero la objetividad que no está enriquecida por un sentimiento espiritual puede ser bastante pedante y poco amigable.

También puede serlo la concentración en un nuevo conocimiento. Conozco a un estudiante que dejó una nota en la puerta de su dormitorio para sus padres que venían a visitarlo:

Espeleologando. Reunámonos en
la segunda roca caliza que
sobresale en el camino del río.

Sus padres la leyeron y se dirigieron resueltamente hacia el camino del río. Pero no sabían distinguir entre una roca y otra y jamá habían oído hablar de espeleología, de manera que volvieron al edificio y esperaron en su automóvil hasta la tarde, desconcertados y desilusionados.

El estudiante había salido a la boca de la gruta varias veces en busca de sus padres. Cuando volvió a la universidad al fin de la tarde, estaba tan alborozado con la exploración que apenas notó la desilusión de sus padres, y compartió con ellos sus nuevos conocimientos de paleogeología. Cuando los padres partieron de regreso a su casa, echó de menos el amor de ellos, pero se sintió triste por sus vidas insulsas. Preocupado con sus nuevos conocimientos no estaba consciente de la arrogancia que lo separaba de sus seres queridos. Podríamos decir que el estudiante estaba sufriendo de conmoción intelectual sin saberlo.

Los planes de estudio en las universidades, generalmente le dan importancia al intelecto más bien que a los sentimientos. De manera que tenemos que ir adelante por sí solos, profundizar más que el sesudo para descubrir al hombre divinamente unido dentro de sí mismo, sabiendo lo que la Mente sabe, y sintiendo lo que el Alma siente. En pocas palabras, tenemos que conocer al hombre en la Ciencia absoluta. La facultad genuina de este hombre de comprender, es inteligencia a la manera del Cristo, que jamás es fría y retraída sino afectuosa y que al mismo tiempo que comprende, sana. En la familia, por ejemplo, ninguno tiene un monopolio en el reflejo de la maternidad y paternidad de Dios. Puede constituir un desafío mayor para un joven expresar la paternidad de Dios y ser un padre para su padre y una madre para su madre. He conocido estudiantes que logran esta madurez en la escuela secundaria, pero la mayoría la logran en la universidad.

Hay momentos en que el estudiante tiene que hablar francamente y rehusar sentirse incomodado porque sus padres puedan sentirse ofendidos. Es el amor y la aprobación de Dios hacia ellos lo que él está expresando, y no su propio amor y aprobación. Conociendo este hecho absoluto disminuye la ambivalencia del estudiante; los ama y respeta sinceramente. A medida que recurre a fuentes de nutrición más amplias, encuentra nuevas aficiones y es probable que rechace algunas de las opiniones de sus padres. Mas el rechazar opiniones no es rechazar a la gente — sean sus familiares o condiscípulos.

La Ciencia Cristiana impide el que nos alejemos de los valores, así como el que nos alejemos de la gente. Uno de los propósitos de la educación liberal es el de liberar al estudiante para que piense por sí mismo. Liber significa “libre” y la educación liberal originalmente significó “educación para hombres libres”. Por ejemplo, los profesores a menudo escandalizan deliberadamente a los estudiantes con digresiones jocosas acerca de absolutos, libre albedrío y moralejas, forzándolos a que examinen y entresaquen valores que los estudiantes conservan desde la infancia. En la universidad se espera que decidan cuáles son sus propios valores y obren de acuerdo con ellos.

El otro día oí a un estudiante decir: “¿Por qué no me habrá dicho alguien que los profesores lo vacían a uno de los viejos valores para obligarlo a uno a encontrar los propios? Yo no encontré los míos, de manera que ahora no sé en qué creer. Ya nadie en la universidad cree en Dios”.

Inciertos en cuanto a nuestros valores, creemos en algo, pero no actuamos de acuerdo con ello y así nos desconocemos a nosotros mismos. ¿Cuál es la disyuntiva? Podríamos empezar por hacer una corta lista de aquellas cosas en las que creemos realmente. Anotemos amistades, actividades, y cosas que nos sean de más valor que cualquier otra cosa en el mundo. Seamos sinceros. La lista nos es propia y peculiar, no como la de cualquier otra persona. Veamos cada detalle a la luz de la Ciencia absoluta; si no tiene base allí — si no tiene esencia espiritual, amor, sabiduría, alegría — reconsiderémoslo. Mantengamos la lista al día constantemente. Los valores espirituales sinceros nos conducen a nuestra propia singularidad, nos conducen a nuestro yo verdadero, dan impulso a la acción.

Pluralismo

El pluralismo afirma muchas “verdades” y propone la duda crónica. Mas la Verdad no puede ser fraccionada. El intelecto verdaderamente iluminado, que investiga contextos humanos, encuentra nuevas relaciones y significados insinuando las varias expresiones de una sola Verdad. Con una inteligencia semejante a la del Cristo, el estudiante analiza e integra estos significados, después prosigue con un compromiso audaz en un mundo pluralístico.

Cuando uno era más joven había un simple “esto” o “aquello”. El profesor decía: “Esto es verdadero”, “esto es falso”. Había una respuesta “verdadera” para la mayoría de las preguntas. La universidad puede ser perturbadora. Aquí parece que nada es absolutamente verdadero. Puede haber muchas respuestas “verdaderas” para una pregunta, dependiendo de la relación que guarden los factores entre sí y dependiendo de los diferentes contextos. En la escuela secundaria se daba la respuesta; en la universidad la conclusión tiene que ser precisamente la de uno mismo, la cual puede ser diferente de cualquier otra en el mundo. Y aquí el Científico Cristiano lleva la ventaja — sus herramientas espirituales: intuición, valores absolutos, comprensión, convicción. Algo más que la razón humana está trabajando para él.

El pluralismo trata el conocimiento en pequeños fragmentos. La tarea de la síntesis se deja mayormente al estudiante. Que yo sepa, nada es mejor que la Ciencia Cristiana para unirlo todo, basada, como está, en una Verdad omnímoda. Cuando hagas tus trabajos por escrito, permanece a la expectativa de las formas en que puedes usar este hecho. Ve los giros que emergen de tu tema y sus implicaciones en otras ramas de estudio. La Ciencia Cristiana nos ayuda a atar los cabos sueltos sin tener que andar a tientas. Las conclusiones no surgen de los hechos apilados sino directamente de tu propia singular individualidad en la Mente.

El pluralismo, con sus muchas “verdades” y muchos contextos, tiende a inhibir la creencia en un Dios, un Principio divino universal. Solía preguntarme por qué la mayoría de mis profesores no podían comprender a Dios. Traté de explicar a Dios sólo por medio del razonamiento. Más tarde me di cuenta de que se acepta a Dios principalmente mediante la curación espiritual y el amor, y no sólo mediante la razón.

Hay que prepararse contra el escepticismo acerca de la Biblia y contra referencias condescendientes que la consideran literatura y leyenda. En cierta ocasión, una lista de lectura incluía la leyenda de Gilgamés, y me sorprendí al encontrar paralelos paganos con Noé y el diluvio. Siguieron otras sorpresas bíblicas, y me vi forzada a pensar nuevamente sobre mis puntos de vista de la niñez. Esto fue bueno. Traducciones, descubrimientos arqueológicos, comentarios, me ayudaron a darme el punto de vista adulto que necesitaba como Científica Cristiana en el mundo de la erudición. Empecé a sentirme emparentada a esos profetas, cuyas experiencias espirituales eran como las nuestras.

Una de las ayudas más grandes para resolver el dilema del pluralismo contra lo absoluto, es la explicación de los tres grados de consciencia que la Sra. Eddy ilustra en la “Traducción Científica de la Mente Mortal”. Ver Ciencia y Salud, págs. 115–116; Brevemente, el primer grado, clasificado “Depravación”, trata del mal, lo irreal. El segundo: “Las creencias malas desapareciendo”, trata de lo transitorio, lo humano. El tercero es llamado “Entendimiento” y señala el espiritual absoluto, lo real. Una comprensión cabal de estos grados nos ayuda a distinguir uno del otro.

Por ejemplo, cuando conduje una charla de preguntas y respuestas sobre la Declaración de la Independencia, en la Biblioteca Pública de Nueva York, los estudiantes procuraban verificar lo absoluto examinando lo humano. “... todos los hombres son creados iguales” los confundió. “¿Cómo pude haber creído semejante cosa? No todos los hombres son iguales. Los absolutos consuelan a la gente, pero amortiguan la acción necesaria para mejorar el mundo”. Pude explicar que esta verdad absoluta es el incentivo mismo que nos impele, aún hoy en día, a asegurar la igualdad de los sexos y de las razas.

No podemos verificar lo absoluto examinando lo humano. Mejoramos lo humano demostrando lo absoluto. La Sra. Eddy dice: “La Ciencia divina es absoluta y no tolera que haya actitud vacilante alguna al aprender su Principio y su regla, — estableciendo ésta por medio de la demostración”.ibid., pág. 274; Al Científico Cristiano maduro no lo confunde lo absoluto. Sabe qué hacer con él: demostrarlo. Él tiene las reglas. Y sabe lo que será el resultado. Él no puede demostrar el mejoramiento; sólo puede demostrar lo absoluto. Cuando demuestra el absoluto espiritual, se manifiesta en la experiencia humana como mejoramiento.

Otra presión del plan de estudios no visible es la fascinación del estudiante ante la variedad de temas que se le presenta precisamente en el momento en que tiene que disminuir sus opciones y empeñarse en una carrera. Robert Peel escribe que el “elevado respeto que [la Sra. Eddy] tenía por la educación académica y la investigación técnica, como también las firmes proezas en varios campos de estudio realizadas desde su época por los Científicos Cristianos, quita toda supuesta mancha de obscurantismo a la Ciencia Cristiana”. Y agrega: “De esta manera un Científico Cristiano puede trabajar dentro de cualesquiera de las disciplinas intelectuales o de las artes sin sentir ningún antagonismo agudo de intereses con sus convicciones religiosas”.Christian Science: Its Encounter with American Culture (New York: Henry Holt and Co., 1958), pág. 187;

Nuestra carrera específica no está afuera en el mercado de empleos sino en nuestro concepto del yo. Sapere aude. Atreverse a saber cuál es nuestra individualidad espiritual. Descubramos nuestro yo primitivo y espiritual. Es como volver al hogar. En este momento de encuentro, de comprender nuestro ser verdadero, la alegría se desborda sobre el acopio de hechos académicos como decisión de una carrera o como una curación.

El sumergirse en niveles más profundos de consciencia espiritual y atreverse a conocer la Mente absoluta del hombre en medio de un mundo pluralista, es la solución. Esto requiere una comprensión madura de la Ciencia Cristiana, tal vez hasta tomar instrucción en clase poco después de terminar la Escuela Dominical. He conocido a estudiantes universitarios que han pensado dejar su religión por no tener sino un conocimiento infantil de ella. No sabían lo suficiente acerca de ella para saber lo que estaban rechazando. Si hacemos trabajo de secundaria en la escuela secundaria puede ser que obtengamos notas sobresalientes, pero si hacemos trabajo de secundaria en la universidad, fracasaremos. Lo mismo ocurre con nuestro estudio de Ciencia Cristiana, tenemos que madurar en él.

La Sra. Eddy indica la fortaleza que un Científico Cristiano universitario puede obtener mediante su propia exploración, cuando escribe: “En los choques mentales que experimentan los mortales y en la tirantez de las luchas intelectuales, la tensión moral es puesta a prueba, y, si no cede, se hace más fuerte”.Miscellaneous Writings, pág. 339.

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