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Dios está aquí mismo

Del número de octubre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Juanita estaba en la clase de ciencias generales; escuchaba atentamente, puso su codo sobre el pupitre y descansó su cabeza sobre la palma de la mano. Su maestra estaba explicando algo muy interesante, y Juanita no quería perder una sola palabra. Sin embargo, tenía dolor de cabeza, no era intenso pero no la dejaba pensar claramente. Por fin terminó la explicación, y la maestra pidió a los alumnos que sacaran sus lápices y cuadernos de ciencias generales.

Dirigiéndose a la clase, la maestra dijo: “Ahora, por favor sigan leyendo las últimas páginas de este capítulo y después escriban las respuestas a las preguntas al final del capítulo. Mañana hablaremos sobre ellas”.

Juanita empezó a leer, pero pronto se dio cuenta de que veía las palabras todas borrosas. No podía pensar en otra cosa sino en ese dolor de cabeza. Le estaba exigiendo toda su atención, de manera que no podía concentrarse en su tarea de ciencia.

Calladamente volvió su pensamiento a Dios, a su Padre-Madre. Ella sabía que Dios cuidaba de ella en todo momento. Entonces pensó en el Padrenuestro, con su interpretación espiritual que la Sra. Eddy da en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. Juanita empezó a decirlo para sí misma, meditando en cada frase.

“Venga tu reino”, repitió para sí misma. Luego repitió las palabras de la Sra. Eddy que explican espiritualmente la oración que enseñó Cristo Jesús: “Tu reino ha venido; Tú estás siempre presente”.Ciencia y Salud, pág. 16;

Algo acerca de estas palabras hicieron impacto en el pensamiento de Juanita como nunca antes. Miró alrededor del cuarto a los niños y niñas inclinados sobre sus libros. Miró hacia los cuatro rincones del cuarto y hacia el techo. Pero no estaba en realidad viendo esas cosas. Lo que ella estaba viendo y sintiendo era la presencia de Dios, llenando todo el espacio, todo el espacio en todas partes.

Una sensación de bienestar, de afecto y consuelo, llenó el pensamiento de Juanita en ese momento cuando sintió la presencia de Dios allí mismo, en esa aula de ciencias. Era una sensación tal, que dijo: “¡Oh, sí! Dios está aquí mismo y ahora”.

No hubo que esperar a que viniera el reino de Dios en alguna fecha distante. No hubo que esperar a que ocurriera alguna cosa espectacular o que apareciera alguna persona particular para que Dios hiciera conocer Su presencia. ¡Su presencia siempre había estado allí!

La Biblia dice: “Ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán desde el menor hasta el mayor de ellos”. Hebr. 8:11.

Y en ese preciso momento Juanita conoció a Dios. Sabía que Su presencia llenaba todo el espacio, aun donde parecía estar un dolor de cabeza. Pero ¿dónde estaba el dolor de cabeza? Se dio cuenta de que había desaparecido completamente. En su percepción de la afectuosa presencia de Dios, el mal llamado dolor de cabeza sencillamente no podía pretender estar. No había lugar para él en el reino de Dios, donde Juanita acababa de encontrarse a sí misma.

Estaba tan agradecida de que había tenido una curación en la Ciencia Cristiana sin la ayuda de nadie. Por lo general tenía la ayuda de su madre o de una practicista. Pero ahora sabía que con la ayuda de Dios solamente, podía resolver cosas por sí sola. Ella sabía que siempre podía, en cualquier momento, en cualquier parte, percibir la presencia de Dios, establecer Su reino en su pensamiento.

Feliz y libre, tomó Juanita su lápiz y empezó a contestar las preguntas en su libro.

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