¡Oh, cómo recuerdo aquel día!
Sí, estaba buscando,
desatinada, desesperadamente, estaba buscando.
Estaba a la búsqueda de mí misma.
Buscaba respuestas,
buscaba a Dios, el Amor.
Cuando de pronto, allí en la tierra
vi la sombra de una paloma.
Mas no deseaba parte de una sombra.
Entonces, ¿dónde, dónde está la paloma?
Por favor, ¿dónde está la paloma?
Y dentro de mí una voz dijo:
“¡Vete!, ¡Vete!, ¡Vete! ...”
“Pero ¡No!”, insistí, “Quiero la paloma”.
Esta vez otra voz dentro de mí dijo:
“¡Mirad! ¡Mirad hacia arriba!”
Y con la mirada fatigada miré,
y ¡vi! Y supe,
que siempre la había tenido, lo mismo que tú.
Volví a mirar una vez más.
La paloma flotaba eternamente libre.
Es mía, y es tuya,
y siempre lo será,
para siempre flotando libremente
y reposando en los celestiales brazos eternos.
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