Es muy grande mi gratitud por una curación de quemaduras producidas al derramarse el agua hirviente de una olla de gran tamaño sobre mis dos rodillas y muslos y una pierna. La experiencia casi me abrumó y me sentí como una niñita cuando desea correr a los brazos de alguien para ser consolada. Sin embargo, aun en ese instante me di cuenta de que era necesario refutar rápidamente la condición material con la verdad científica, y me dije con firmeza: “¡No me dañará!”; inmediatamente pedí a mi marido que telefoneara a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara con la oración.
Me vino el pensamiento de que la función de las piernas era caminar y me levanté como pude y comencé a caminar por la cocina, absolutamente sola, durante dos o tres horas, esforzándome al principio por superar el trauma y el intenso dolor. No dudé de que me curaría si me tornaba a Dios en oración; una declaración de la Lección-Sermón de esa semana, en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, me fue de gran ayuda: “El concepto verdadero del ser y su perfección eterna debiera aparecer ahora, tal como aparecerá en el más allá” (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 550).
Reflexioné que por cuanto la Verdad está siempre presente, la manifestación de un verdadero sentido de mi propio ser no dependía del tiempo.