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Es muy grande mi gratitud por una curación...

Del número de octubre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es muy grande mi gratitud por una curación de quemaduras producidas al derramarse el agua hirviente de una olla de gran tamaño sobre mis dos rodillas y muslos y una pierna. La experiencia casi me abrumó y me sentí como una niñita cuando desea correr a los brazos de alguien para ser consolada. Sin embargo, aun en ese instante me di cuenta de que era necesario refutar rápidamente la condición material con la verdad científica, y me dije con firmeza: “¡No me dañará!”; inmediatamente pedí a mi marido que telefoneara a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara con la oración.

Me vino el pensamiento de que la función de las piernas era caminar y me levanté como pude y comencé a caminar por la cocina, absolutamente sola, durante dos o tres horas, esforzándome al principio por superar el trauma y el intenso dolor. No dudé de que me curaría si me tornaba a Dios en oración; una declaración de la Lección-Sermón de esa semana, en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, me fue de gran ayuda: “El concepto verdadero del ser y su perfección eterna debiera aparecer ahora, tal como aparecerá en el más allá” (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 550).

Reflexioné que por cuanto la Verdad está siempre presente, la manifestación de un verdadero sentido de mi propio ser no dependía del tiempo.

Me pareció que la esencia misma de esta curación fue el entendimiento de que el cuerpo no era el que estaba sufriendo sino la mente mortal; que esta mente mortal no era mi propia mente; que en realidad no hay mente mortal, pues sólo existe la Mente divina y que esta Mente era mi mente. ¡Que sólo hay una Mente!

Cuando me desvestí para acostarme, los síntomas de las quemaduras eran alarmantes; mas se preparó la cama en forma de “jaula” para evitar el roce con la ropa. Mientras tanto continué afirmando que la Mente divina era mi Mente y recuperé la calma antes de dormirme. A la mañana siguiente se observó una gran mejoría; ya no tenía dolor y sólo se notaba un poco de rigidez. Me vestí, me puse las medias como de costumbre y manejé mi automóvil para atender un compromiso previo. Por la tarde cumplí con mis quehaceres domésticos y esa misma noche di mi testimonio de gratitud en la iglesia en la reunión de testimonios de los miércoles. La piel afectada se renovó rápida y naturalmente.

En este respecto estoy muy agradecida por el entendimiento de la practicista de que la comprensión de Dios, revelada en la Ciencia Cristiana, trae verdadera curación y protección. Al explicar su propio trabajo de curación y la habilidad para curar rápidamente a los demás, la Sra. Eddy dice en La Unidad del Bien (pág. 7): “A propósito de estas experiencias, ciertas proposiciones que se prueban por sí mismas invaden mi pensamiento expectante; he aquí una de estas convicciones: que un reconocimiento de la perfección del infinito Invisible confiere un poder que ninguna otra cosa puede conferir”. Creo que la oración de la practicista y la mía propia se complementaron y produjeron la curación. Desde el comienzo de esta experiencia deseé que ella me aportara bendiciones y, en efecto, me dio una mayor fortaleza espiritual y un mejor entendimiento de la Mente armoniosa y única.

Estoy también muy agradecida por una curación más lenta que tuve hace varios años, de la fractura o dislocación de mi muñeca derecha y de lesiones en la mano y el brazo. En ningún momento recibí ayuda material o tratamiento médico y rechacé la idea de radiografías o yesos. Tuve la convicción de que una radiografía no podía revelar mi verdadera substancia espiritual, y que el yeso sólo podría sugerir que mi vida estaba en la materia, que ésta se había quebrado y que necesitaba protección contra choques mientras volvía a unirse. Insistí en la verdad de que nada había ocurrido que pudiera separar a la idea de Dios — el hombre — de su Principio divino, Dios. Me sentí agradecida por la comprensión que los patriarcas antiguos nos dejaron de Dios; por Cristo Jesús; por la Verdad revelada en el libro de texto; y por todas las personas que forman nuestro movimiento, desde la Sra. Eddy hasta el miembro más nuevo. Esto me dio un sentido de unidad espiritual, que se reflejó en el cuerpo en el restablecimiento de la mano y del brazo a su uso normal.

Durante este tiempo pude seguir ocupándome de mi familia y de las actividades en la iglesia y estoy convencida de que mi completa confianza en el poder sanador de la Ciencia Cristiana y mi amor por la idea espiritual de Iglesia contribuyeron a la curación final.


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