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Quiero compartir la curación que experimenté...

Del número de octubre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quiero compartir la curación que experimenté como prueba del gran amor de Dios, con la esperanza de que dé aliento a alguien que esté atravesando por una condición similar.

Hace aproximadamente cinco años, un diagnóstico médico indicó que yo padecía de cáncer con un lapso de vida de sólo seis meses.

Mientras oraba para lograr la serenidad necesaria a fin de llegar hasta la sala de operaciones, me vio una amiga. Me habló acerca de la Ciencia Cristiana, y viendo mi disposición para confiar en esta Ciencia se puso en comunicación con una señora que era estudiante de esta religión, con la cual tuve una conversación telefónica. De una manera muy auspiciosa me dijo que el veredicto médico de que sólo viviría seis meses, no era el veredicto de Dios. Me habló de Dios, de Su omnipotencia sobre y por encima de toda enfermedad; de que para Él todas las cosas son posibles (ver Mateo 19:26). Sus palabras me reconfortaron bastante.

Al día siguiente fui, como se me aconsejó, a una Sala de Lectura cercana en Manila a solicitar en carácter de préstamo un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Lo leí de principio a fin. Al momento, absorbida por su lógica, y convencida de su explicación de la irrealidad de la enfermedad, me olvidé totalmente de la operación convenida. Al obtener mayor comprensión y al aclararse todas mis dudas, desapareció todo temor. De súbito, y, como si despertara de una pesadilla de la que no formaba parte, me di cuenta de que había sanado. Saltando de alegría, exclamé, “¡Estoy sana! ¡estoy sana! ¡estoy sana!” Ni siquiera me preocupé de tener un examen médico.

Me dediqué a mis tareas domésticas, cuidando de mi familia, y atendiendo mi negocio. Cuando me pareció que tenía suficiente comprensión, solicité mi afiliación a una iglesia filial y fui amorosamente aceptada. Pronto siguió mi afiliación a La Iglesia Madre, y luego inscribí a mis hijos en la Escuela Dominical. También, desempeñé varios cargos en la iglesia. Día y noche medito acerca de la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Jesús dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Las cosas añadidas como resultado de mi incesante búsqueda de Dios fueron una continua provisión, una perspectiva más saludable acerca de la vida, y un sentido más amplio de servir mejor a la sociedad.

Ahora, al contemplar con gratitud estas innumerables bendiciones, puedo afirmar que la Ciencia Cristiana es la “perla preciosa” (Mateo 13:46), que hallé en mi vida.


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