Alfred Hertz, el otrora renombrado director de orquesta, durante un ensayo con una orquesta local, — integrada en su mayoría por aficionados, estaba por empezar el segundo movimiento de la Sinfonía Inconclusa de Schubert. El señor Hertz era meticuloso. Los bajos (al descender suavemente en pizzicatos) no deben superar el sonido de los otros instrumentos. Levantó entonces los brazos, para dar el compás, los mantuvo en alto por un momento, luego los dejó caer, y sacudió la cabeza. “Bajos”, dijo, “ya están demasiado fuerte”.
Nuestra vida cotidiana es como una sinfonía y nuestros cuerpos a menudo son como “bajos” que son demasiado fuertes. Si no se les domina, exigirán toda nuestra atención o la de los que nos rodean. De modo que el significado de lo que estamos haciendo en este momento puede ser obscurecido o desaparecer.
Pablo insistió: “Domino mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre”. 1 Cor. 9:27 (según la versión King James de la Biblia); Cristo Jesús dijo: “No os afanéis por vuestra vida”, Mateo 6:25; agregando que la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. Él no insistió en que destruyamos el cuerpo, sino que al volver nuestro pensamiento a Dios encontraríamos que Dios provee no sólo nuestra identidad espiritual sino también nuestras necesidades temporales.
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