Alfred Hertz, el otrora renombrado director de orquesta, durante un ensayo con una orquesta local, — integrada en su mayoría por aficionados, estaba por empezar el segundo movimiento de la Sinfonía Inconclusa de Schubert. El señor Hertz era meticuloso. Los bajos (al descender suavemente en pizzicatos) no deben superar el sonido de los otros instrumentos. Levantó entonces los brazos, para dar el compás, los mantuvo en alto por un momento, luego los dejó caer, y sacudió la cabeza. “Bajos”, dijo, “ya están demasiado fuerte”.
Nuestra vida cotidiana es como una sinfonía y nuestros cuerpos a menudo son como “bajos” que son demasiado fuertes. Si no se les domina, exigirán toda nuestra atención o la de los que nos rodean. De modo que el significado de lo que estamos haciendo en este momento puede ser obscurecido o desaparecer.
Pablo insistió: “Domino mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre”. 1 Cor. 9:27 (según la versión King James de la Biblia); Cristo Jesús dijo: “No os afanéis por vuestra vida”, Mateo 6:25; agregando que la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. Él no insistió en que destruyamos el cuerpo, sino que al volver nuestro pensamiento a Dios encontraríamos que Dios provee no sólo nuestra identidad espiritual sino también nuestras necesidades temporales.
En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras Mary Baker Eddy escribe: “La Mente inmortal alimenta el cuerpo con frescura y belleza supernas, suministrándole bellas imágenes del pensamiento y destruyendo los sufrimientos de los sentidos, que cada día se acercan más a su propia tumba”.Ciencia y Salud, pág. 248; Ella también dice: “El cuerpo más armonioso es aquel en el cual el desempeño de las funciones naturales es menos perceptible”.ibid., pág. 478; Y nos dice: “Tomad posesión del cuerpo, y regid sus sensaciones y funciones”.ibid., pág. 393.
La Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. nos da la base para cuidar el cuerpo adecuadamente. En lugar de disciplinarnos meramente para que pensemos menos en el cuerpo, encontramos algo más substancial en qué pensar. La Ciencia Cristiana nos revela lo que nuestros sentidos mortales no pueden ver ni comprender — nuestra identidad espiritual como ideas de la Mente eterna e infinita que es Dios. Ésta es la identidad del hombre verdadero, que es falsificada por lo material.
Jesús practicó y enseñó la verdad de que la substancia está en el Espíritu. Cuando él trataba un caso, hacía desaparecer la condición anormal del cuerpo y lo restablecía a su condición normal y armoniosa. Ya fueran casos de ceguera, lepra, mano anquilosada, flujo de sangre que había continuado durante años, o de muerte — Jesús comprendió tan perfectamente bien la Vida y la substancia que podía rechazar estas condiciones y restaurar la armonía que es lo normal en un hijo de Dios.
La Vida y la substancia son el Espíritu, Dios. Son enteramente buenos y siempre armoniosos. Si entendemos esto, podemos negar lógica y efectivamente toda condición que el cuerpo material pareciera acentuar en demasía.
La habilidad para hacer esto requiere pensamiento constante y práctica consecuente. No podemos acceder a la voluntad de nuestro cuerpo material y esperar al mismo tiempo la capacidad para destruir las dolencias corporales. Estamos accediendo a su voluntad cuando llegamos hasta el punto de identificarnos como una persona en un cuerpo. Inquietarnos acerca de las comodidades o incomodidades de nuestro organismo, quejarnos de cansancio, emplear tiempo en acondicionar el cuerpo, prestar demasiada atención a lo que comemos o a la ropa que vestimos no sólo es no tener en cuenta las enseñanzas de Jesús sino que es rechazar las verdades espirituales de la Vida y la substancia.
Para lograr dominio sobre el cuerpo, tenemos que trabajar en ese sentido. Tenemos que romper los hábitos que hemos venido desarrollando — quizás si inocentemente — aunque no sea más que para demostrar que somos sinceros cuando decimos que el cuerpo no nos ordena lo que tenemos que hacer.
Las drogas de toda clase, ya sea las que se supone que estimulan el cuerpo, o que lo borran del pensamiento; las que pretenden activar lo que se llama cerebro, o cambiar algunas de las funciones normales todas enfocan de un modo u otro su atención en el cuerpo. Lo mismo sucede con fotografías o películas, ideas para estimular al espectador. Estemos o no de acuerdo en que lo que estamos haciendo es moralmente equivocado, es bueno preguntarse en cada caso si esto tiende a anular nuestra habilidad para mantener el dominio consciente sobre el cuerpo. Sin la consciencia de que dominamos nuestro organismo, es muy difícil que estemos preparados para rechazar sus dolores cuando necesiten curarse.
A diferencia de Jesús, todos nosotros tenemos un largo camino que recorrer antes de lograr el dominio completo de nuestro cuerpo. Mas, si deseamos progresar en esta dirección, necesitamos ser capaces de reflexionar cada día y ver cómo hemos subyugado el cuerpo. El mejor momento para obtener este dominio es antes, no después, que el cuerpo profiera una queja.
Antes de comenzar el día, podemos intuir los reclamos que el cuerpo presenta a nuestra identidad. Podemos sentirlo cuando pretende ser perezoso, irritable, estar demasiado excitado o aun amenazar con una enfermedad. Entonces podemos insistir en que el cuerpo ya está haciendo demasiado ruido. Podemos declarar que somos ideas de la Mente, nuestra identidad armoniosa. Si el cuerpo parece tener una participación en este día, podemos interesarnos de que ella sea debidamente subordinada.
Dios, el Espíritu, y la idea espiritual que somos, constituyen todo nuestro ser. Esta verdad nos da autoridad para dominar el cuerpo. Si comprendemos esta verdad y ejercemos la autoridad que Dios nos ha dado sobre el cuerpo, hallamos que éste desempeña sólo la actividad precisa que le corresponde desempeñar ahora mismo en nuestra vida cotidiana. Y a medida que nuestra comprensión se acrecienta, encontramos nuestra identidad verdadera incorporada espiritualmente.