“Estad quietos, y conoced”.
Estaré quieta y escucharé,
cesaré de hablar, cesaré de insistir en la mera opinión;
ya que pruebas, y no palabras,
dan al hombre dominio.
“Estad quietos, y conoced”. Estaré quieta y confiaré,
cesaré de dudar, cesaré de preocuparme
por lo que depara el futuro;
el hoy es mío para probar
cómo se desarrolla el bien.
“Estad quietos, y conoced”.
Escuchando viene el conocimiento,
y la comprensión crece.
No más inquietud y tumultos;
la voz de Dios se escucha
cuando el hombre está quieto.
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