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[La capacidad de demostrar la Ciencia Cristiana se adquiere mediante el estudio y la práctica de la verdad enseñada por Cristo Jesús y revelada en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Esta serie indica algunos medios de cómo aplicar esta verdad.]

La curación desechando el mal como ilegítimo

Del número de noviembre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Dios es el único creador y legislador. Esta verdad debe impedir a cualquier persona juiciosa, que tenga fe en Dios, de darle seria consideración a los síntomas físicos, o a la creencia de que el mal es real en forma alguna, o que exista una ley que pueda causar infortunios al hombre o al universo.

Quienquiera que razone correctamente desde la causa divina al efecto, ciertamente tiene que comprender que a pesar de la evidencia de los sentidos, aun la pretensión más agresiva de pecado, enfermedad, discordia o muerte, es contraria a la ley divina del bien. Uno tiene que comprender por qué la Sra. Eddy escribe: “Desechadla con la convicción firme de que es ilegítima, porque sabéis que es tan imposible que Dios sea el autor de la enfermedad como que lo sea del pecado”.Ciencia y Salud, pág. 390.

Si uno se encuentra frente a síntomas físicos discordantes — de inflamación o indigestión, de decaimiento o dislocación, o de enfermedad que se supone hereditaria o inducida por una llamada ley sanitaria — pueden ser rechazados instantánemente (y debieran serlo) sobre la base de su ilegitimidad bajo la ley del bien, que es Dios.

Dios, el Principio divino, gobierna Su universo espiritual por medio de inquebrantables leyes espirituales de salud y armonía, que eliminan la posibilidad de que se desarrollen en Su universo condiciones malsanas o de desorden. La comprensión de estas leyes divinas garantiza que se puede probar que cada individuo: hombre, mujer y niño, está exento de enfermedad, deterioro y aun de la muerte.

Deberíamos comprender que las llamadas leyes de la naturaleza que pretenden producir decaimiento o disolución física son ilegítimas. No están constituidas por la Mente divina, sino que son ilusiones de la mente mortal, que no tienen ni fundamento ni autoridad. Deberíamos rehusarnos a obedecerlas. Deberíamos eliminarlas del pensamiento — desecharlas rápidamente de la consciencia humana y, consecuentemente, de la experiencia humana. Entonces la ley de la armonía, que es de Dios, será establecida como la única ley y la discordancia será sanada.


Resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Humillaos delante del Señor,
y él os exaltará.
Uno solo es el dador de la ley.

Santiago 4:7, 10, 12

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