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Cuando tenía seis años de edad asistí a la...

Del número de noviembre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando tenía seis años de edad asistí a la Escuela Dominical de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. por primera vez. Al año siguiente, escalando una pendiente herbosa, sufrí heridas en ambas rodillas que se infectaron. Mis padres decidieron confiar exclusivamente en la Ciencia Cristiana. Ésta fue mi primera prueba verdadera. La evidencia física era tan fea que mi madre me dijo que si tenía miedo podía tener asistencia médica. Mediante el intenso estudio diario del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, especialmente el capítulo intitulado “La Oración”, la infección sanó y jamás retornó una condición similar.

Durante mis estudios universitarios me desvié de la Ciencia Cristiana, pero nunca la dejé y siempre me gustaba asistir a los cultos cuando visitaba a mis padres. En una de esas visitas, mi padre, que empezaba su carrera de practicista registrado en el The Christian Science Journal, me trató por medio de la oración y en tres días fui sanado de neumonía.

Hallándome en un país lejano, me acerqué nuevamente a la Ciencia Cristiana cuando me encontré en un callejón sin salida con respecto a mi profesión. Elegí un practicista del Journal, visitándolo frecuentemente, y uno de los primeros resultados de su ayuda mediante la oración fue la súbita curación del hábito de fumar que había durado veinticuatro años. También fui sanado de la creencia que los licores me producían placer; después, también dejé de beber vino.

El estudio diario de esta Ciencia produjo grandes cambios en mi carácter: la insolencia cedió a la bondad; la impaciencia a la paciencia; el resentimiento al amor, etc. Entre las curaciones físicas experimentadas, cito algunas logradas con ayuda de practicistas, otras, gracias a mi propia oración: una dolorosa inflamación de un pie, nunca diagnosticada pero que parecía ser gota; la instantánea curación de una severa picadura de avispa; carencia de dolor o evidencia de quemadura en una mano introducida inadvertidamente en grasa hirviente; perfecto uso de una mano sin sentir dolor cuando aparentemente se habían quebrado tres dedos en una puerta de garage; y la solución de difíciles situaciones comerciales.

Una vez, durante un culto dominical fui sanado instantáneamente de un defecto visual del ojo izquierdo, que había durado quince años. En ese tiempo mi madre estaba enferma a más de siete mil kms. de distancia. Un versículo bíblico que se leyó durante el culto decía: “El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos” (Deuteronomio 33: 27), vi claramente la verdadera naturaleza espiritual de mi madre, a semejanza de Dios, y allí mismo desapareció el defecto visual.

En una subsecuente visita a Nueva York, le dije a mi madre cómo y cuándo había ocurrido esta experiencia. Me respondió que durante esa época desaparecieron serios ataques de vértigos que la habían preocupado grandemente, quedando con una profunda sensación de paz y confianza.

Recientemente experimenté otra gran curación. Sufría ahogos tan fuertes que mi esposa, que no tiene interés en la Ciencia, insistió en que debía someterme a radiografías y ponerme frente al fluoroscopio. No se notó nada anormal y la única recomendación médica fue la de ingerir tranquilizantes, que mi propia esposa me aconsejó no seguir. Esto me permitió resolver la situación con un practicista de la Ciencia Cristiana quien me pidió tener presente especialmente, el versículo que dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46:10). El temor era grande, extremándose durante las noches. Después de la peor noche las palabras “serena confianza” inundaron mi pensamiento, y pude tranquilizarme para proseguir mi trabajo mediante la oración. Estas dos palabras están en la página 495 del libro de texto, y la frase completa dice: “No consintáis que ni el temor ni la duda empañen vuestro claro sentido y la serena confianza en que el reconocimiento de la vida armoniosa — como lo es la Vida eternamente — pueda destruir cualquiera creencia o concepto doloroso acerca de aquello que no es Vida”. El miedo cedió gradualmente y aprendí muchas lecciones valiosas como resultado de esta experiencia.

Para concluir, deseo expresar mi gratitud por las publicaciones de la Ciencia Cristiana, el Comité de Lecciones Bíblicas, los dedicados practicistas, y por haber sido instruido en clase por un profesor verdaderamente devoto; y por la oportunidad de tomar parte en el trabajo de una iglesia filial.


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