El Amor nos urge a que extendamos nuestras oraciones más allá de las preocupaciones personales y locales, a fin de incluir en ellas las necesidades específicas y generales de la humanidad. Pero hay en ello algo más que una extensión de preocupaciones. ¿Cuán profundo es nuestro devoto trabajo por la humanidad? Aún esforzándonos por tener un alcance internacional más amplio, ¿no pensamos demasiado, a veces, en pequeños detalles terrenales? La premisa científicamente natural sobre la cual fundamentar nuestro trabajo es que, en realidad, nada existe — en ningún lugar — sino el Espíritu y su manifestación.
Hoy en día, la aparente profundidad y complejidad de muchos problemas humanos claman por esta intensificación de nuestro trabajo espiritual por el mundo. Cristo Jesús dijo: “Vosotros sois la luz del mundo”. Mateo 5:14; La exigencia es — y cada uno puede cumplirla por medio de la Ciencia Cristiana — que seamos verdaderamente lúcidos acerca de los factores espirituales que ayudan a sanar una situación discordante, y que destruyen las creencias que pretenden producirla y gobernarla.
Para ampliar lo práctico de nuestro tratamiento espiritual para el mundo, tenemos que continuar ahondando nuestro esfuerzo. ¿Cómo puede hacerse esto? Bueno, tal vez necesitemos extender nuestro pensamiento más allá de sólo estar conscientes de, digamos, una gran hambruna en otro país, prosiguiendo esto con un pensamiento que no se ajusta suficientemente a la realidad divina — pensamiento que no va más allá de orar, por ejemplo, por saber que la gente en aquel país también es amada por Dios y que, realmente, tiene todo lo que necesita. Tenemos que profundizar nuestro pensamiento basándonos en el todo del Espíritu.
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