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Profundizando nuestro trabajo por la humanidad

Del número de noviembre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Amor nos urge a que extendamos nuestras oraciones más allá de las preocupaciones personales y locales, a fin de incluir en ellas las necesidades específicas y generales de la humanidad. Pero hay en ello algo más que una extensión de preocupaciones. ¿Cuán profundo es nuestro devoto trabajo por la humanidad? Aún esforzándonos por tener un alcance internacional más amplio, ¿no pensamos demasiado, a veces, en pequeños detalles terrenales? La premisa científicamente natural sobre la cual fundamentar nuestro trabajo es que, en realidad, nada existe — en ningún lugar — sino el Espíritu y su manifestación.

Hoy en día, la aparente profundidad y complejidad de muchos problemas humanos claman por esta intensificación de nuestro trabajo espiritual por el mundo. Cristo Jesús dijo: “Vosotros sois la luz del mundo”. Mateo 5:14; La exigencia es — y cada uno puede cumplirla por medio de la Ciencia Cristiana — que seamos verdaderamente lúcidos acerca de los factores espirituales que ayudan a sanar una situación discordante, y que destruyen las creencias que pretenden producirla y gobernarla.

Para ampliar lo práctico de nuestro tratamiento espiritual para el mundo, tenemos que continuar ahondando nuestro esfuerzo. ¿Cómo puede hacerse esto? Bueno, tal vez necesitemos extender nuestro pensamiento más allá de sólo estar conscientes de, digamos, una gran hambruna en otro país, prosiguiendo esto con un pensamiento que no se ajusta suficientemente a la realidad divina — pensamiento que no va más allá de orar, por ejemplo, por saber que la gente en aquel país también es amada por Dios y que, realmente, tiene todo lo que necesita. Tenemos que profundizar nuestro pensamiento basándonos en el todo del Espíritu.

Tal como nos lo recomienda la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Tenemos que escudriñar la realidad más hondamente, en lugar de aceptar sólo el significado exterior de las cosas”.Ciencia y Salud, pág. 129; Nuestra labor tiene que tener una trascendencia que sobrepase el alcance internacional. Para ser espiritual y sumergirse profundamente en la realidad uno tiene que fundamentarse en la infinitud de la Mente. Al hacerlo se logra un significado universal. Y el primer efecto directo de esto es eliminar substancialmente nuestros propios conceptos erróneos acerca del hombre y del universo de la Mente. Y así es como la oración sana tanto en la esfera privada como en la pública.

El escudriñar hondamente la realidad que penetra más allá del aflictivo cuadro material de carestía, nos ayuda a reconocer las equivocadas pretensiones que pueden estar activas en nuestro propio pensamiento. Las tales, tal vez incluyan la creencia primitiva de un planeta material y de un hombre mortal. El cuadro total que presenta a algunas personas sufriendo, y a otras dispuestas a ayudar pero limitadas en su capacidad de hacerlo, se basa en esta pretensión. La verdad es que el hombre, como la expresión del Amor, no sufre ni está limitado en su oportunidad y capacidad para demostrar el Amor.

A veces nos parece difícil profundizar más en nuestra labor. Pero si nuestros motivos son justos e inspirados por el amor, entonces podemos confiar en que nuestra oración tendrá algún mérito para ayudar a satisfacer las necesidades de la humanidad. Tal como nos alienta Ciencia y Salud: “La Verdad tiene un efecto sanador, aunque no sea entendida por completo”.ibid., pág. 152;

Mas la meta del cristiano científico y progresista es orar con efecto más sanador, semana tras semana. En la metafísica cristiana disponemos de elementos amplios con los cuales participar en la demostración de la verdad del ser en favor de la humanidad. Esta enseñanza nos despierta del estupor de los sentidos. El sentido espiritual, entonces, percibe la creación ideal que la Mente divina contempla, y esta vista espiritual ayuda a disolver todo lo que parezca erróneo a los sentidos físicos.

La esencia del problema de la carestía no radica en que tal vez millones de mortales no reciban suficiente alimento, sino en que en nuestro concepto inadecuadamente espiritualizado de las cosas, creemos que la humanidad es atacada por ilusiones agresivas, a saber, de que el hombre es sólo un átomo físico en un gigantesco cosmos material, frecuentemente hostil. La verdad es que el hombre es una idea espiritual mantenida por Dios, el Espíritu.

Fundamentalmente, no estamos tratando de restituir mentalmente una provisión de alimentos materiales para una región padeciendo privaciones. Nuestra meta es reconocer de tal manera la universalidad del ser verdadero — específicamente, de que el ser verdadero es sostenido y alimentado por la omnipresencia del Espíritu — de modo que podamos ver a través de la mentira aparentemente persuasiva de una existencia material y limitada. Y ver a través de ella con tal claridad, que la mentira no sólo retroceda o se diluya como si fuera un objeto espacial, sino que sea reconocida como algo que siempre ha sido nada.

Día tras día, el impulso del Amor tiene que profundizar nuestro esfuerzo por el género humano. A fin de ayudar a elevar espiritualmente al mundo, tenemos que enaltecer nuestro concepto del mundo por medio de la elevación de nuestro pensamiento hacia la translúcida atmósfera de las afirmaciones más absolutas de la verdad y de las negaciones del error. Estas verdades absolutas sólo tratan de la omnipresencia del Amor, y descubren y eliminan todo lo que no concuerda con el Amor. Tratar con la realidad divina y no con las creencias mortales y las apariencias materiales, fortalece lo excelente y lo práctico de nuestra oración.

Al empezar nuestra tarea por la humanidad con lo que es definitivamente verdadero, este trabajo se extiende sanadoramente hacia lo que pareciera ser una región conteniendo un grupo de seres que sufren. Este método y esta prioridad están establecidos en “La Oración Diaria”, que la Sra. Eddy, inspirada en su amor por la humanidad ha proporcionado. Esta poderosa oración empieza así: “ ‘Venga Tu reino’; haz que el reino de la Verdad, la Vida y el Amor divinos se establezca en mí, y quita de mí todo pecado”. Al orar así la Verdad pura eclipsa en nuestro pensamiento toda sombra, por pequeña que sea, del pecaminoso concepto erróneo. “La Oración Diaria” termina con resuelta expectación “¡y que Tu Palabra fecunde los afectos de toda la humanidad, y la gobierne!” Manual de La Iglesia Madre, Art VIII, Sec. 4.

Podemos estar seguros de que nuestro trabajo por la humanidad, debido a que es impulsado por el Amor, llegará a ser espiritualmente más profundo, más práctico y más ampliamente demostrado. La Ciencia divina, con su singular método único y sanador de justipreciar las cosas, es el Consolador. No podemos concebir satisfacción más genuina que la que fluye de la comprensión de la realidad absoluta de todas las cosas. La oración por la humanidad que concuerda con la infinitud del Espíritu es el trabajo intensificado por la naturaleza del Cristo — que reconforta y sana.

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