Dios, el bien omnipotente, es el creador y preservador de todo lo que realmente existe. Puesto que Dios es Espíritu perfecto, el hombre verdadero, creado a Su imagen y semejanza, no puede ser material o discordante. El hombre es la expresión espiritual e inmortal de la Vida divina.
Toda evidencia contraria, incluyendo relaciones discordantes, sólo proviene de la creencia mortal y transitoria de vida y consciencia en la materia. Cristo, la divina manifestación de Dios, que Jesús ejemplificó humanamente, destruye esta ilusión.
Tomemos a Cristo Jesús como nuestro modelo, dejando de lado las obras de la ignorancia y del mal, tales como las disputas, la malicia y la fuerza; tales como el amor propio, la dureza de corazón, la justificación propia, la ambición de poder, la envidia y la mentira. Para realizar esto, deberíamos estudiar y orar diariamente, y estar continuamente alerta para examinar y vigilar el concepto que tenemos de nuestro prójimo y nuestra conducta hacia él.
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