En su parábola del buen samaritano (ver Lucas 10:25–3 7), Cristo Jesús recalcó la necesidad de mirar con compasión. Necesitamos mucho de este mirar compasivo en nuestras relaciones con los demás. Nos proporciona el toque sanativo del Cristo, la Verdad, que venda a los quebrantados de corazón y que consuela a los que lloran.
Jesús dijo: “Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto”. Un sacerdote y un levita pasaron de largo. “Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia”. Entonces el samaritano vendó las heridas del doliente y lo llevó a una posada, en donde lo cuidó bien.
Comparemos al buen samaritano con el cristiano científico cuya religión le enseña a tenderle la mano a su prójimo con humildad, compasión y amor desinteresado. Cualquier persona que se crea un mortal común expuesto al temor, sufrimiento, escasez o pecado, es como si hubiera caído entre ladrones y hubiera sido despojado de su vestimenta — despojado de dominio y valor — y dejado medio muerto. El mundo tiene gran necesidad de lo que la Ciencia Cristiana puede ofrecerle — una comprensión científica y demostrable de la naturaleza de Dios como Amor infinito y de la perfecta filiación del hombre con Dios.
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