En su parábola del buen samaritano (ver Lucas 10:25–3 7), Cristo Jesús recalcó la necesidad de mirar con compasión. Necesitamos mucho de este mirar compasivo en nuestras relaciones con los demás. Nos proporciona el toque sanativo del Cristo, la Verdad, que venda a los quebrantados de corazón y que consuela a los que lloran.
Jesús dijo: “Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto”. Un sacerdote y un levita pasaron de largo. “Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia”. Entonces el samaritano vendó las heridas del doliente y lo llevó a una posada, en donde lo cuidó bien.
Comparemos al buen samaritano con el cristiano científico cuya religión le enseña a tenderle la mano a su prójimo con humildad, compasión y amor desinteresado. Cualquier persona que se crea un mortal común expuesto al temor, sufrimiento, escasez o pecado, es como si hubiera caído entre ladrones y hubiera sido despojado de su vestimenta — despojado de dominio y valor — y dejado medio muerto. El mundo tiene gran necesidad de lo que la Ciencia Cristiana puede ofrecerle — una comprensión científica y demostrable de la naturaleza de Dios como Amor infinito y de la perfecta filiación del hombre con Dios.
¿Cómo podemos proporcionar esta comprensión al necesitado? ¿Cómo podemos llegar a él? Al comprender que Dios se refleja por doquier, y al desarrollar un sentido aún más elevado de la percepción espiritual que reconoce de inmediato la necesidad del prójimo y la satisface. Esta habilidad en el arte de curar se obtiene mediante nuestra propia espiritualización y purificación de pensamiento. La Sra. Eddy escribe: “La habilidad mayor o menor de un Científico Cristiano para percibir el pensamiento científicamente depende de su genuina espiritualidad”.Ciencia y Salud, pág. 95;
En repetidas oportunidades la Sra. Eddy nos señala la necesidad de arrepentimiento, regeneración espiritual, de la evangelización del yo humano y la cristianización de nuestra vida cotidiana, si anhelamos convertirnos en una clara transparencia para la Verdad. Si nos esforzamos sinceramente en despojarnos del hombre viejo con sus obras, y en vestirnos “del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”, Efes. 4:24; nuestra vida llegará a ser tan resplandeciente de amor y pureza que nuestros semejantes, reconociendo al Cristo, exclamarán en las palabras de Juan el Bautista: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29;
La Sra. Eddy explica lo que debemos hacer si es que deseamos ser testigos activos del poder curativo del Amor divino: “ ‘Saca primero la viga de tu propio ojo’. Entérate de lo que en tu propia mentalidad es desemejante al ‘ungido’, y sácalo; entonces distinguirás en la mente de tu paciente el error que enferma su cuerpo, y lo quitarás, y descansarás cual la paloma después del diluvio”.Miscellaneous Writings, pág. 355;
La compasión verdadera descubre rápidamente la necesidad del prójimo y la satisface. ¡Cuán cuidadosos debemos ser, como seguidores del Maestro y de nuestra Guía, de practicar esta conducta para mirar con compasión y mantener siempre esta actitud compasiva hacia nuestros semejantes. ¡Es tan importante la palabra “mirar”! El mirar compasivamente no dice: “¡Qué enfermo está este hombre, qué desdicha su sufrimiento, cuánta pena siento por él!” Al contrario, el mirar con compasión nos permite agradecer a Dios, pues Él nunca hizo a un hombre enfermo, ni a un hombre con una mente mortal que cree que está enfermo ni a un cuerpo físico, material y carnal, que puede estar enfermo. El mirar con compasión separa al hombre del error y no le concede ninguna identidad al error. El que mira compasivamente no dice: “¡Otra vez este pariente tan desagradable!” En cambio declara: “¡Salve, hijo de Dios!” Se niega a ver lo que Dios nunca creó y se regocija en la perfección de Dios y el hombre.
A veces podemos sentirnos tentados a creer que es más fácil expresar esta compasión cristiana a los enemigos lejanos que a los parientes cercanos que están en nuestra propia casa. La indiferencia de un amigo, la terquedad de un compañero de trabajo, la injusticia de un empleador, la desobediencia de un niño — éstas son las cosas que molestan e irritan. Debemos vigilar constantemente para no caer en la tentación de creer que solamente vemos la imperfección en todas partes, porque tales pensamientos negativos y desagradables conducen a la frustración y a la desilusión.
La Ciencia Cristiana nos capacita para participar de la abundancia del amor y de la gracia de Dios, para amar al prójimo como a nosotros mismos, para reconocer nuestra identidad verdadera como el reflejo del Amor y para amar a nuestros enemigos separando de nuestro concepto del hombre, cada fase del mal. El ministerio de la Ciencia Cristiana es compasivo y beneficioso. Cura todas las enfermedades humanas sobre la base de que Dios es Amor, que el Amor es Todo, y que el hombre es espiritual y perfecto, el hijo bienamado de Dios.
En las primeras páginas de las maravillosas instrucciones para sanar al enfermo que se encuentran en el capítulo intitulado “La Práctica de la Ciencia Cristiana”, la Sra. Eddy señala claramente cómo debe ser nuestro pensar si es que deseamos aprender cómo sanar al enfermo. Y ella hace esto aún antes de dar alguna instrucción específica acerca del trabajo de curación. Nos relata la historia de una mujer, posteriormente llamada María Magdalena, que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas en la casa de Simón el fariseo. “¿Despreció Jesús a la mujer?”, pregunta la Sra. Eddy. “¿Rechazó su adoración? ¡No! La miró con compasión”.Ciencia y Salud, pág. 363 ; !Otra vez el mirar con compasión! Esto es lo que significa mirar a través del cristal del Amor. Esto nos traerá resultados magníficos como también a aquellos en quienes se detenga nuestro mirar. Traerá curación a nuestro pensamiento y al pensamiento de los demás.
Cristo Jesús tuvo el poder de destruir las ilusiones de enfermedad y pecado porque su consciencia estaba plena de amor puro y compasivo. Donde otros veían un cuadro de degradación, el Maestro veía la idea de Dios, que refleja las más tiernas cualidades de Dios, el Amor. Entonces esta mujer, que había sido una pecadora, después de lavar los pies de Jesús, se levantó ya no degradada sino perdonada, pronta a seguirle en el camino, para aprender de él y para crecer en gracia. Su arrepentimiento y enmienda, su amor y veneración hacia el Maestro demostraron su purificación espiritual. Ella permanece como el prototipo del pensamiento restablecido que está profundamente agradecido por haber sido liberado del error y preparado así para contemplar al Cristo, la idea inmortal del Amor. Éste es el estado de consciencia que el sanador Científico Cristiano trata de alcanzar.
La Sra. Eddy se esforzó por seguir el ejemplo del Maestro en su propia expresión de la naturaleza divina. Su pensamiento estaba tan imbuido de compasión, pureza y amor a la manera del Cristo, que algunas personas fueron sanadas al encontrarse casualmente con nuestra Guía, sanadas sin recibir tratamiento. A menudo, aquellos que eran receptivos a la Verdad, ante su presencia, despertaron a una nueva comprensión de su propia habilidad para ser buenos y para hacer el bien. Una persona que la miró a la cara en la calle escribió: “Pareció ser un punto decisivo en mi vida cuando entré en contacto por primera vez con la pureza absoluta”. Clifford P. Smith, Historical Sketches (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1941), pág. 96.
A medida que, también, seguimos humildemente el ejemplo del Maestro y apreciamos la verdad de la perfección del hombre otorgada por Dios, logramos la alabanza del Cristo y somos facultados para expresar la ternura y la fortaleza del Amor divino mediante la curación y el ennoblecimiento del género humano.