Nos inclinamos a aceptar gran parte de lo que tenemos en este mundo, sin reparar en ello, y esta actitud conduce a la ingratitud y ésta no es buena. Una vida carente de agradecimiento es una existencia estéril, fría, improductiva. Está desprovista de entusiasmo y alegría, de amistades edificantes y de compañerismo afectuoso. Nadie quiere vivir una vida carente de gratitud. Ninguna persona lo desea, ninguna nación tampoco.
Los pensadores expresan gratitud. Cuanto más comprendemos la Ciencia del ser, tanto más agradecidos nos sentimos. “Ha llegado la hora para los pensadores”,Ciencia y Salud, pág. vii; declara la Sra. Eddy en el Prefacio del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. Quienquiera que estudie sus obras no puede sino sentirse impresionado por su profunda gratitud por la revelación divina de la Ciencia Cristiana, revelación que fue el resultado de la oración intrépida y previsora. En verdad sus obras prueban que el pensamiento cristianamente científico reprueba la indiferencia en cuanto a las verdades básicas de la realidad, el Amor divino, la sabiduría y la benevolencia que operan constructivamente en la vida de los hombres.
La indiferencia e irreflexión inducirían a la humanidad a aceptar ciegamente las creencias supersticiosas, las meras doctrinas humanas, las opiniones y decisiones personales — ninguna de ellas digna de ser aceptada, ni mucho menos digna de gratitud. La creencia de someterse sin reparos al pecado, contaminación y corrupción, pobreza, enfermedad y guerra como consecuencias inevitables del ambiente y existencia humanos, es el resultado directo de negarse a pensar o del temor a pensar.
Nos resistimos a pensar profundamente por temor a llegar a conclusiones contrarias a nuestras opiniones establecidas, o por temor a que el mundo pueda desaprobarlas. Si es así, nos privamos del gozo y la gratitud que van unidos con el progreso en la verdad.
La Ciencia Cristiana nos hace reflexionar a tal punto que nos damos cuenta, con gratitud, de que, en realidad, el bien no llega a nuestra experiencia ni desaparece de ella. El bien es permanente. Es una realidad presente e inmutable, tan eterna como Dios, su fuente infinita. El amor también está aquí mismo perdurablemente, es invariable. Lo incluye todo, está siempre activo en los corazones que lo reciben. La alegría no es una bendición temporaria, sino un atributo divino a nuestro alcance, siempre disponible para ser expresada. Y está la oportunidad. ¿Acaso la oportunidad es una eventualidad que se presenta sólo una vez? No. Está a nuestra disposición para ser comprendida y utilizada. El hombre continuamente se encuentra ante la oportunidad, pues vive siempre en el apogeo de una vida llena de propósito. El razonar científicamente de esta manera resulta en gratitud, acción de gracias y alabanza.
Indica insensibilidad una actitud indiferente hacia el bien que recibimos diariamente y a toda hora. Revela ignorancia de lo que es Dios, la fuente divina de toda bondad, ignorancia del poder sanador del bien y de su grandeza. También expone la razón de tanta desdicha, desesperación e ingratitud en la vida de los hombres y naciones. Si ignoramos que Dios es la fuente de toda bondad, por cierto que no vamos a agradecerle las bendiciones que nos da y, como dijimos, una vida carente de gratitud es una vida estéril, desdichada. Mas cuando comenzamos a enterarnos de la afluencia del Espíritu, Dios, de su belleza, sabiduría y gracia, comenzamos a pensar seriamente, a dar gracias inteligentemente.
El apóstol Pablo cuya grandeza tenía la dimensión de su bondad, nos presenta el término “todo” sobre el cual nos aconseja meditar. “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Filip. 4:8; Y previamente a esta amonestación declara: “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”.
Esto nos hace recordar el día en que Cristo Jesús estuvo ante la tumba de su amigo Lázaro, que había estado cuatro días en el sepulcro. El Maestro había ido a resucitarlo. Con su gran comprensión espiritual y pensamiento científico se había preparado para hacer frente a la oportunidad que se le presentó, y notamos que lo hizo con gratitud. Antes que Lázaro saliera de la tumba Jesús dijo: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes”. Juan 11:41, 42 ;
Jesús fue el hombre que, no obstante el agravio de un mundo desagradecido, pudo decir: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”. 15:11. El pensamiento del Maestro fue excelentísimo. Trazó la norma de conducta que debía seguir la humanidad en todos los tiempos. Antes de llevar a cabo algunas de sus más poderosas obras, se detenía a dar gracias. Fue un pensador, una persona agradecida y llena de gozo.
En la época de Jesús la gente establecía días para celebrar festivales de gratitud y loas, tales como la gran Fiesta de los Tabernáculos o la Fiesta de la Siega al final de la cosecha. Ciertos países han establecido un día para tal fin, y, sin lugar a dudas, el mundo siente la feliz influencia de tan grande expresión de gratitud. Cada año, los Científicos Cristianos, que se han dedicado a estudiar su religión, disfrutan de una percepción más intensa de gratitud. La acción de gracias adquiere un significado más profundo. La temporada como un todo, la vida como un todo, es mucho más feliz de lo que antes ha sido.