La tecnología ha creado una asombrosa variedad de atractivos artículos que pueden comprarse. Mientras que muchas personas disponen de medios para obtenerlos, otras no los tienen, por lo cual puede ser que se consideren víctimas de la suerte.
Ayudar a alguien que no puede comprar cosas nuevas, mediante consejos tales como “trabaje más” o “sea más económico”, resulta útil a veces, mas, por lo general, no es suficiente. La escasez de recursos se puede superar, y por medios humanos podemos, con frecuencia, ayudar a alguien a lograrlo. Pero el apoyo más conveniente que podemos proporcionar es demostrar cómo puede aplicarse la ley divina de la abundancia, al comprender las verdades espirituales de la provisión infinita.
En realidad, toda provisión proviene en forma ilimitada de Dios, que es el bien invariable y supremo. Dios, el Amor divino, Espíritu, no retiene sino que imparte continuamente el bien a Su expresión espiritual, el hombre. La Mente divina no sólo desconoce obstáculos o limitaciones, sino que incesante y universalmente transmite ideas útiles al hombre verdadero, que es Su perfecta imagen y semejanza.
Puesto que Dios es Principio, Él es equitativo y no tiene favoritos. Lo primero que tenemos que rechazar es, pues, la suposición de que la desigualdad en el bien emana de Dios. La Biblia nos relata cómo en una emergencia en el desierto Dios alimentó al pueblo de Israel con el maná. Leemos que la gente recibió instrucciones de recoger “un gomer por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis cada uno para los que están en su tienda”. El relato continúa: “Y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer”. Éx. 16:16, 18; Siendo Dios imparcial en Su amoroso cuidado, Él da a cada uno lo que necesita.
Obramos con acierto si persistentemente sabemos que todo el bien proviene del poder divino omnipresente y bondadoso y si aceptamos sin reservas la afirmación del Salmista: “Nada me faltará”. Salmo 23:1; Cristo Jesús nos insta a adoptar esta actitud cuando dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Mateo 7:7, 8;
Gracias al estudio de la Ciencia Cristiana y a los tesoros espirituales de la Biblia, pude liberarme de una actitud de desconfianza ante las supuestas vicisitudes del destino. Esta actitud me había impelido por muchos años a esperar lo peor de los acontecimientos. Pude probar en mi propia vida cómo la sencilla aceptación de la declaración bíblica “Nada me faltará” elimina el pesimismo y conduce a los delicados pastos y aguas de reposo como el Salmo 23 tan poéticamente lo expresa.
Ahora bien, ¿qué decir de los bienes materiales que unos tienen y otros no, los bienes, cuya posesión o falta de ellos, fundamenta el falso concepto de la desigualdad? ¿Qué tienen que ver con el bien espiritual que viene de Dios? Esta pregunta debería analizarse. Es obvio que muchos bienes materiales pueden ser cosas de vana ostentación que sería mejor desechar. Es útil revisar la suma total de nuestros deseos, a fin de eliminar aquellas cosas que podamos estar anhelando sólo por vanidad, imitación, envidia o codicia.
Sin embargo, queda una larga lista de objetos que permiten el mejor uso del tiempo y esfuerzo o que contribuyen al embellecimiento y al orden de nuestro medio. Por lo tanto, se justifica el poseer cosas útiles o hermosas, siempre y cuando cumplamos con nuestras legítimas obligaciones financieras y con las oportunidades para ayudar a otros. El llegar a tener abundancia de bienes es una aspiración legítima, si los motivos para adquirirlos son justos. Podemos contar con la justicia y la infinita magnanimidad de Dios, el Amor. El comprender la presencia activa de estos atributos divinos nos ayudará a conseguir en el momento oportuno lo que necesitamos.
No fue mera coincidencia, creo yo, que la oportunidad de adquirir mi primer automóvil, en un país donde sus precios eran elevadísimos, se pie presentara justamente cuando empecé a interesarme por la Ciencia Cristiana. Más adelante, el automóvil me sirvió, en muchas ocasiones, para realizar actividades en beneficio de mi iglesia filial, que de otro modo no habría podido emprender.
Siempre cuidé de someter a un devoto análisis mi propia motivación, en todos los asuntos relacionados con mi automóvil, tales como la preparación para hacer viajes de larga duración o el de cambiarlo por uno nuevo. Esperaba que Dios, que no sabe nada de la materia, bendijera, no la estructura física del automóvil, sino la oportunidad de servicio que representaba. Como resultado de su posesión tuve numerosas ocasiones para ayudar y compartir, y por ende, de mucha felicidad.
Dios se expresa en el bien. Por eso, nuestras buenas intenciones gozan de Su apoyo. El bien que deseamos hacer coincide con las intenciones de la Mente divina, pero los móviles falsos o equivocados no reciben respuesta. La oración sirve para esclarecer nuestros propósitos de modo que pidamos con acierto y esperemos con confianza. Si nuestros anhelos son puros y esperan el bien, podemos demostrar lo que la Sra. Eddy expresó en estas inspiradas palabras: “Dios os da Sus ideas espirituales, y a su vez, ellas os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana: es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, nunca dudando, tendréis todo lo que necesitéis a cada momento”.Miscellaneous Writings, pág. 307;
Cuando podemos mitigar adecuadamente una necesidad inmediata y apremiante con algún obsequio, la sabiduría eterna nos habla a través del proverbio bíblico: “El alma generosa será prosperada; y el que saciere, él también será saciado”. Prov. 11:25; Nuestro desinterés nos fortalece para escalar un peldaño más hacia la espiritualidad. Sin embargo, el presente más valioso que podemos ofrecerle a alguien es uno de carácter mental que lo capacite para aplicar, por sí mismo, las verdades espirituales que nos han ayudado a nosotros. El donativo más útil es informarle de la omnipresencia del Amor que suministra todo el bien.
Si una persona en necesidad vislumbra algo de las verdades espirituales tales como las mencionadas en este artículo, ya está en el camino que la conducirá hacia la liberación final de una supuesta carencia de recursos. No le faltará lo que precise para vivir una vida completa, noble y espiritual. En este sendero ascendente comprenderá su reflejo verdadero de la abundancia inagotable del Amor, y verá la importancia de amar y ayudar al prójimo.
Pablo dice: “Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”. 2 Cor. 9:8.