Contaba yo dieciséis años, cuando la Ciencia Cristiana nos fue presentada en nuestro hogar por una amiga, y tuve el privilegio de asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde devotos maestros respondieron a muchas preguntas que para mí eran muy confusas.
Mi esposo y yo sentimos que nuestro encuentro fue evidencia de la guía de Dios en nuestros asuntos, y nuestro matrimonio ha sido una gran bendición. Nuestras cuatro hijas nacieron en una casa de maternidad para Científicos Cristianos, donde se nos prodigó mucho amor y cuidado profesional. Mientras nuestra familia iba creciendo tuvimos curaciones de varias llamadas enfermedades infantiles, al apoyarnos completamente en Dios.
Cuando una de nuestras hijas asistía a un jardín de infantes la maestra me informó que la niña tenía dificultad para oír. Esta condición fue sanada mediante la oración. Más adelante cuando esta misma niña tenía dificultades en sus estudios, el director de la escuela le dijo a mi esposo: “Usted no puede esperar que todas sus hijas sean inteligentes”. Nosotros no aceptamos esta opinión mortal concerniente a la inteligencia de nuestra hija, mas, por el contrario, sabíamos que ella era el reflejo de la Mente única, y que expresaba inteligencia infinita. De allí en adelante su trabajo en la escuela mejoró. Tomó un curso universitario de dos años y logró figurar en la lista de honor.
Yo tuve una curación de lo que parecía ser envenenamiento de la sangre. Una dolorosa condición en los brazos y piernas que hacía difícil cualquier movimiento fue sanada por medio de la oración en la Ciencia. En los últimos años problemas en los negocios han sido solucionados mediante una comprensión de Dios.
Hace algunos años nuestra hija de dieciséis años tuvo un accidente automovilístico. Manejando su pequeño coche chocó con la parte trasera de un automóvil estacionado. Los dos coches sufrieron grandes daños. Cuando ella volvió en sí y salió del coche, acudieron al lugar una enfermera y un agente de policía y la llevaron a un prado cercano. Le dijeron que habían llamado una ambulancia para llevarla al hospital. Ella les pidió que se pusieran en comunicación con su padre para que la viniera a buscar y la llevara a casa. Cuando su papá llegó al lugar del accidente, él le explicó al policía que nosotros éramos Científicos Cristianos y que a todo le daríamos la debida atención.
Inmediatamente comenzamos a hacer trabajo de oración. Recordamos la declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud que dice (pág. 424): “Bajo la Providencia divina no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección”. Llamamos a un practicista de la Ciencia Cristiana, y a las pocas horas nuestra hija volvió a su estado normal y pidió que se le diera algo de comer. Una enfermera de la Ciencia Cristiana fue llamada para que atendiera la herida que había sufrido la niña en la cabeza, y de allí en adelante, con la ayuda del practicista, el progreso fue rápido. Muy pronto la curación fue completa, sin ningún efecto posterior.
También en muchas ocasiones hemos probado que Dios satisface todas nuestras necesidades.
La instrucción en clase, que recibí antes de casarme, y la reunión anual de asociación, me han sido de gran ayuda tanto en mi progreso individual como en mis actividades en la iglesia. Me siento en verdad sumamente agradecida.
Barstow, California, E.U.A.