El grado de celeridad a que ha llegado la vida en nuestros días hace que estemos muy conscientes del valor de cada instante. Debemos aprovechar al máximo la oportunidad que nos brinda el diario vivir. El presente proporciona metas de acción positivas para todos aquellos que están dispuestos a rechazar las tendencias equivocadas de la mente mortal — la opinión cambiante y variable de las cosas, basada en la materia. El rechazo de esas supuestas tendencias erróneas no es necesariamente difícil o doloroso, si se hace partiendo del punto correcto: del hecho de que la Verdad es invariable y el Amor es universal.
El Apóstol Pablo nos exhorta: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. 2 Cor. 6:2; Estas palabras nos instan a que utilicemos en forma total este momento presente para demostrar la Verdad y el Amor. Sólo un sentido de vida material e impío intenta mantenernos abrumados por el pasado o agobiados por la inseguridad y el temor de lo que nos pueda acontecer en el futuro.
Ni el pasado ni el futuro importan si en cada etapa de nuestra existencia usamos plenamente el presente. El futuro procede de lo que hacemos en el momento actual y si este “ahora” lo vivimos plenamente, poniéndonos totalmente al amparo del Altísimo, ¿qué otra cosa que no sea lo bueno puede depararnos el porvenir?
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