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¿Cómo podemos lograr mejores curaciones?

Del número de junio de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Podemos lograr mejores curaciones cuando ponemos nuestros pensamientos en orden. Uno de los seguidores de la Sra. Eddy recordó lo que ella dijo sobre esto: “Ponga su corazón en armonía con el corazón de Dios. Esto es lo que sana al enfermo. Ponga sus pensamientos en orden. Después de esto se dedica a la práctica sabiendo que no es Ud. el que cura, sino que es el poner sus propios pensamientos en orden”.We Knew Mary Baker Eddy, Tercera Serie (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1953), pág. 45;

El poner nuestro pensamiento en concordancia con la esencia de la Verdad, Dios, requiere humildad. Desde un punto de vista mortal, podemos estar acostumbrados a sentirnos autosuficientes. Así que la humildad puede ser necesaria para ceder nuestros conceptos humanos anticipados acerca de las necesidades y medios para sanar, a una perspectiva más espiritual, menos personal. Pero tenemos que hacerlo si queremos lograr mejores curaciones.

Nuestro trabajo de curación mejora a medida que abandonamos el concepto de que somos nosotros, como mortales, los sanadores. Nuestro deseo de apartarnos y dejar que la Verdad se manifieste, nos hace mejores sanadores. Ponemos nuestros pensamientos en orden al asemejarnos más a lo que realmente somos como la manifestación de la Verdad.

¿Cómo podemos curar mejor? “Bendice, alma mía, a Jehová, ... el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida”. Salmo 103:2—4; Lo que realmente sana es la Mente, que es Dios omnipresente, para quien la cuestión de mejores curaciones no se presenta. Sólo un sentido personal del yo plantea la cuestión, y por sí mismo nunca mejorará el trabajo de curación. De acuerdo con el consejo de la Sra. Eddy, debemos admitir, entonces que: “No soy yo, como mortal quien efectúa la curación, sino el poner humildemente mis pensamientos en orden”. La humildad hace que el sentido limitado y mortal de identidad — el yo que desea sanar mejor — ceda al Ego divino que sana porque no reconoce ni la enfermedad, ni al que sufre, ni a un sanador limitado y personal, sino que mantiene amorosamente a sus ideas en un estado de perfección permanente.

Al explicar su impresionante capacidad para sanar, la Sra. Eddy nos dice: “Cuando más claramente he percibido y más vivamente he sentido que el infinito no reconoce enfermedad alguna, esto no me ha separado de Dios, sino que me ha unido de tal manera a Él que me capacitó para sanar instantáneamente un cáncer cuya corrosión había avanzado hasta la vena yugular. En este mismo estado espiritual, he podido ajustar desarticulaciones y devolver instantáneamente la salud a los moribundos”.La Unidad del Bien, pág. 7;

Podemos curar mejor no por medio de un esfuerzo meramente humano, sino al iluminar el rincón del pensamiento que está consciente de sufrimiento. La curación se manifiesta como consecuencia de la humildad, de nuestra aceptación de que Dios solo sostiene la perfección de hombre de Su creación. Él nunca deja que esta perfección se ausente. Esta cualidad de humildad puede requerir que se cultive y se practique, pero esto es la substancia de la práctica de la Ciencia Cristiana.

Aunque el trabajo sanador en la Ciencia Cristiana es exigente, no es una condena a trabajos forzados, sino una comisión de sublime humildad. Si alguien nos preguntara si todavía creemos en el viejo infierno teológico, después que hemos comprobado en cierta medida la totalidad de Dios y la armonía del hombre, diríamos inmediatemente que no. Inmediatamente podemos negar la creencia en el infierno de creer que somos ajenos al Amor, de que nuestro hogar no es armonioso o de que padecemos enfermedad y dolor.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy enseña: “La refutación del testimonio del sentido material no es tarea difícil en vista de la falsedad admitida de este testimonio. La refutación se hace ardua, no porque el testimonio del pecado o de la enfermedad sea verídico, sino únicamente debido a la tenacidad de la creencia en su veracidad, debido a la fuerza de la educación y al peso abrumador de las opiniones del lado erróneo, — enseñando todos que el cuerpo sufre, como si la materia pudiera tener sensación”.Ciencia y Salud, pág. 396. Al expresar la omnipotencia de Dios, el Cristo domina la tenacidad de la creencia mortal.

Si queremos curar mejor, nuestro pensamiento debe estar completamente abierto a las ideas y a la presencia de la Mente, Dios, y celosamente cerrado a los argumentos desalentadores de la mente mortal. Los argumentos materiales no sólo impiden la curación, sino que son componentes de todo lo que queremos curar. En cambio, las ideas espirituales revelan y constituyen el hombre de la creación de Dios. Este hombre nunca es víctima de la creencia de insuficiente capacidad para sanar, como tampoco víctima de creencias de enfermedad.

Es el pensamiento espiritualmente iluminado — obtenido mediante el estudio concienzudo de la Ciencia Cristiana — lo que sana, pensamiento que ha perdido mucho del yo personal que vive para sí mismo, que pudo haber sido inducido a querer sanar por motivos erróneos. El querer sanar para mostrar a nuestros amigos que nuestra religión es la verdadera, no es el mejor motivo. El aspirar a ser un sanador para tener más prestigio en nuestra iglesia, o para escapar de un negocio que nos exige demasiado, o simplemente para que nosotros o los demás podamos tener más confort material — éstas serían motivaciones falsas. Si nos influyeran, esto parecería disminuir la habilidad para curar.

Mejores curaciones resultan de nuestro deseo de dejar que Dios — la Vida y el Amor — se manifieste como el único poder y presencia. El buscar una aureola que podríamos creer es la característica del buen sanador espiritual, impide nuestro progreso. Dios lo hace todo, Dios es Todo y Dios sana. La atmósfera sanadora de la Verdad pura llega a pertenecernos a medida que ponemos nuestro pensamiento de acuerdo con la Verdad y reconocemos confiadamente lo que sana al enfermo. Es así cómo podemos lograr mejores curaciones.

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