En Isaac, un hijo de la promesa, el muy esperado heredero de su admirable padre, Abraham, uno puede esperar encontrar un carácter de importancia sobresaliente en el constante desarrollo del pueblo hebreo hacia un concepto más elevado de la Deidad; mas, realmente, relativamente poco se relata acerca de él. Parece haberse languidecido, como lo han hecho muchos hombres, en la sombra de un padre intensamente poderoso y distinguido, mientras que el hijo de Isaac, Jacob, a su tiempo obtuvo el nombre de Israel, nombre que más tarde llevó con orgullo el pueblo elegido.
¿No podría decirse que la misión primaria de Isaac consistía en proveer el eslabón esencial entre su padre y su hijo? Un papel adicional relativamente tranquilo fue el de mantener la obra de Abraham, más bien que proseguir los senderos aparentemente más heróicos de la aventura, el descubrimiento, y el caudillaje. Sin embargo, la comparativa obscuridad de las actividades de Isaac, no debe impedirnos que reconozcamos la contribución que hizo al crecimiento del pensamiento hebreo.
En el principio de la experiencia de Isaac se vieron claramente su fe y obediencia individuales, pues pasó sin temor y confiadamente la prueba cuando aparentemente iba a ser ofrecido en sacrificio a Dios.
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