La Ciencia Cristiana llegó a mi vida en una época en que me sentía profundamente desalentado. Durante más de un año había estado a estricta dieta para curarme de gastritis y colitis, y se me había sometido a una operación abdominal exploratoria cuyos resultados no condujeron a nada. Parecía necesario que para ayudar al funcionamiento de mi digestión y poder dormir tenía que tomar una variedad increíble de vitaminas y de otros medicamentos. Observé fielmente todas las indicaciones referentes a las prescripciones médicas, alimentos especiales e inyecciones hipodérmicas, en la creencia de que tales medios me mantenían vivo.
Antes de caer enfermo había disfrutado escuchando a un amigo leer en una iglesia filial de la Ciencia Cristiana, pero no comprendí que esta religión era lo que yo necesitaba. Posteriormente inscribimos a nuestros dos hijos en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana de nuestra localidad, porque pensábamos que todos los niños deben tener una religión.
Después de haber estado hospitalizado dos veces y no teniendo aún perspectivas de verme libre del estricto régimen alimenticio, mi desaliento aumentó. Los médicos me habían dicho que eventualmente podría sobrevivir el problema. Una noche en que me encontraba en el cocina esterilizando la aguja hipodérmica, me di cuenta de que había llegado a un punto decisivo en mi vida. Vivir de esta manera no valía la pena. Desesperado, mis pensamientos recurrieron a Dios. Unos días antes había comenzado a leer Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Había leído sólo el Prefacio y el Capítulo I, pero no me impresionaron mayormente en ese momento. Entonces comprendí que estaba ante la alternativa de decidir por mí mismo si creía o no en un Dios bueno y afectuoso y si era posible que tal Dios compartiera Su poder. La declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud en el capítulo “La Oración” (pág. 1), me vino al pensamiento: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles, — un entendimiento espiritual de Él, un amor abnegado”.
Me dije que sí, que creía en este Dios bueno, en un Dios omnipotente y del todo afectuoso. Nunca en mi vida me había sentido tan seguro de algo como me sentí de esto. Me embargó una gozosa sensación de liberación y un convencimiento de la totalidad, bondad y amor de Dios para con el hombre de Su creación. Mis temores se desvanecieron. El miasma del desaliento fue eliminado. Comprendí que había sanado.
Sin pérdida de tiempo tomé la jeringa y la aguja hipodérmica y las puse en una bolsa de papel. Luego fui por toda la casa añadiendo a la colección todas las vitaminas, medicamentos y alimentos especiales que había estado tomando y todo lo tiré a la basura. Le dije a mi esposa que había sanado. Aquella noche dormí como un bebé y a la mañana siguiente me desayuné normalmente por primera vez en casi dos años. Nunca he vuelto a sufrir una recaída de esta dolencia.
Durante los meses siguientes, a medida que continuaba estudiando las obras de la Sra. Eddy me di cuenta de que también había sanado del hábito de fumar y de tomar bebidas alcohólicas en reuniones sociales, dos hábitos que tenía arraigados desde antes de mis problemas digestivos.
Desde que tuve estas curaciones hace diecinueve años, he sido bendecido con muchas demostraciones del poder del amor que Dios tiene para el hombre. En muchos viajes que he realizado al extranjero he visto la protección de Su amor. En cada actividad puedo sentir el amor de Dios, y estoy muy agradecido.
Bratenahl, Ohio, E.U.A.
