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Pentecostés

Del número de junio de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Ha viajado Ud. alguna vez por un país cuya lengua no conocía y sentido una desconcertante sensación de separación de la gente del país por no poder comunicarse con ella? Las barreras del idioma a veces resultan en malentendidos y hasta en mutua sospecha y temor.

Una vez me hospedé en un hotel en el que la camarera no podía entender ninguno de los idiomas que yo hablaba. Rompí accidentalmente mi espejo de cartera, y no me pareció prudente dejar los trozos de vidrio en el canasto de papeles, así que llevé los trozos a la camarera y le pedí que los tirara. Puso sus manos detrás de ella, movió la cabeza, y se veía horrorizada. Sólo cuando el recepcionista del hotel me enseñó algunas palabras en su idioma y pude aclararle a la camarera lo que yo quería que hiciera, se tranquilizó. Yo había estado tratando de protegerla, pero ella pensó que la estaba acusando de haber roto el espejo.

Éste es un ejemplo de los malentendidos y recelos que a veces surgen entre los individuos o — en escala mucho mayor — hasta entre las naciones, simplemente porque cada una de las partes no comprende el lenguaje, o punto de vista, del otro.

Sin embargo, en un país extranjero, también he visto cómo atraviesa el idioma del corazón la barrera del idioma cuando gente que encontraba en mi camino hacía generosos esfuerzos por mostrarme la dirección que debía tomar para llegar al lugar deseado, y hacía un sinnúmero de cosas para ayudarme. Éstos son alentadores signos humanos que sugieren la existencia de un poder divino capaz de sanar la ilusión total de que los hombres están separados de sus semejantes.

La historia de la torre de Babel según la Biblia, cuenta de una época en que “tenía... toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras”. Gén. 11:1; ¿Qué fue lo que rompió esta unidad? Encontramos la respuesta en el relato de los hombres que aspiraban a construir la torre de Babel. ¿Cuál era su motivo? Los movía la ambición de glorificarse a sí mismos, de construir una torre que llegara al cielo. Y creyeron que, al construir sobre un cimiento de sabiduría y habilidad humanas, podrían eternizar su nombre y unificar la raza.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens., se refiere a los esfuerzos y fracasos de estos hombres en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Su definición de “Babel” dice: “Error que se destruye a sí mismo; un reino dividido contra sí mismo, que no puede permanecer; conocimientos materiales.

“Mientras más alto los conocimientos erróneos edifiquen sobre la base del testimonio obtenido de los cinco sentidos corporales, mayor confusión seguirá, y con más seguridad resultará la caída de su estructura”.Ciencia y Salud, pág. 581;

Incluso dos individuos que hablan el mismo idioma, están a veces separados por la mala interpretación que cada uno da a lo que quiere decir el otro o a los motivos del otro. Un sentimiento de separación es una actitud mental, y no simplemente una diferencia de idiomas. Hoy en día se hacen esfuerzos por unir a los pueblos de varios países por medio de organizaciones y leyes internacionales, mediante tratados, y hasta por el desarrollo de una lengua que se espera que adopten todas las naciones. Todos éstos son esfuerzos meritorios. Mas, porque son humanos — un intento de traer a muchas mentes, motivos y voluntades a un acuerdo — su meta es ilusoria.

¿Tenemos que sentirnos siempre separados de nuestros hermanos? La Biblia nos da un ejemplo de la manera en que la división puede ser sanada. Fue la experiencia del Día de Pentecostés, cuando los apóstoles estaban “unánimes juntos. .. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. .. Cada uno les oía hablar en su propia lengua”.

Al hablar Pedro a la multitud sobre la luz espiritual, el Espíritu Santo, les aseguró: “Para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. La familia de los hijos de Dios — por siempre unida. La narración bíblica declara que cerca de tres mil fueron bautizados ese día y “todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas”. Hechos 2:1–6, 39–44;

La humanidad tiene grandes tesoros en común cuando son bendecidos con la comprensión espiritual — su concepto de Dios y del Cristo, y de su propia relación con Dios. Y tienen un idioma: el idioma del Espíritu. Éste es el idioma nativo de cada uno.

La solución espiritual parte de la base de una Mente y su expresión — la creación verdadera.

Una amiga mía sirvió como Primera Lectora en una Iglesia de la Ciencia Cristiana en un país donde los servicios se realizaban en dos idiomas — en inglés y en el idioma del país. Después de un tiempo se le dijo que tenía que tomar clases particulares en el segundo idioma, ya que no se le entendía con claridad.

Mi amiga creía que la dificultad no era simplemente la del lenguaje. Comprendió que la barrera que separa a los hombres entre sí es, en realidad, la creencia de que existe más de una Mente.

Al recordar que el país en el que vivía estaba en aquel entonces en guerra con su propio país, vio cuál era la causa del problema — la suposición de mentalidades enemigas, incapaces de comprenderse. Cuando corrigió esta suposición en su propio pensamiento, todos entendieron su lectura.

Cada individuo tiene el mismo origen divino; por lo tanto, todos somos una familia gobernada por el Principio divino. Así que no hay mentalidades en guerra, mentalidades inglesas, asiáticas, europeas, americanas, peleando entre sí.

Cuando las naciones organizan una conferencia, con la esperanza de ajustar asuntos que van desde el intercambio comercial a la coexistencia pacífica, aquellos de nosotros que no estamos sentados a la mesa de conferencias, si tenemos convicción espiritual, podemos contribuir con nuestras oraciones al buen resultado de las reuniones. Podemos reconocer que el hombre, tal como lo hizo Dios, posee una total pureza de motivos, que cada uno ama a su hermano como a sí mismo, es justo, y vive en obediencia al Principio.

El segundo de los dos grandes mandamientos que Cristo Jesús enseñó es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 19:19. Esto tiene que incluir el ver a nuestro prójimo como la expresión de la Mente divina, gobernado por Dios, y, por lo tanto, digno de confianza, veraz e inteligente — como uno se ve a sí mismo.

En lugar de identificar a los individuos con características nacionales o raciales desagradables o restrictivas, podemos ver a todos como hijos amados de Dios, poseyendo la nobleza, inteligencia y bondad que heredan de su único antepasado, el divino Padre-Madre. Entonces sabemos que cada individuo es digno de ser amado, está gobernado por Dios y merece respeto.

Descartamos así los conceptos que nos hacen sentir separados de nuestros semejantes, y comenzamos a darle acogida a la espiritualidad de Pentecostés, que incluye a todos nuestros semejantes en un amor que lo abarca todo. Al dar testimonio del amor universal de Dios en todas nuestras relaciones, ayudamos a sanar la confusión y separación simbolizadas por Babel, y aceleramos así la unidad de Pentecostés. Sabemos, y estamos ayudando a probar, que la venida del Espíritu Santo, la luz de la comprensión espiritual, revela, en el idioma nativo de cada hombre — el lenguaje del Espíritu — la totalidad de Dios, el único Padre-Madre. Juntos los hijos de Dios glorifican a su creador.

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