De los áridos campos de Samaria surgió el grito: “¡Haz que llueva, Oh Baal, para no perecer!” Baal no respondió — tal vez dormía. Los arroyos de Israel se secaron; sus ríos mermaron.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!