Así como dice el Salmo 40:10: “No encubrí tu justicia dentro de mi corazón; he publicado tu fidelidad y tu salvación; no oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea”. He hablado constantemente de esto en los años que vengo estudiando Ciencia Cristiana, y a menudo se lo he dicho a los amigos en la iglesia en las reuniones testimoniales de los miércoles. La Ciencia Cristiana me dio una comprensión de Dios como Amor, y contestó a todas mis preguntas, y disipó todas mis dudas. Cristo puso mis pies sobre la Roca eterna.
Toda nuestra familia ha encontrado apoyo y fortaleza en la Ciencia Cristiana. No me preocupé cuando la compañia de mi esposo quebró, porque yo había aprendido a depender de Dios, el Espíritu, como la fuente de todo bien. En esos momentos, la Biblia y el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, fueron nuestros fieles amigos. Mi esposo y yo leíamos continuamente y a veces conversábamos horas enteras acerca de la certeza, inspiración y pura comprensión espiritual que se encuentran en el libro de la Sra. Eddy. Nuestra admiración y gratitud por su obra sigue inalterada. Por medio de nuestra creciente confianza en Dios, nuestras necesidades han sido provistas.
En nuestra familia hemos tenido muchas curaciones por medio de la Ciencia Cristiana. Nuestros hijos la aceptaron con interés y confianza. Una de estas curaciones ocurrió hace varios años durante las fiestas de la Navidad. El menor de los niños empezó a quejarse de un gran dolor en un oído. El niño, mi esposo y yo comenzamos a orar juntos. Pero el niño continuaba quejándose, el dolor parecía intenso, y la curación no se efectuaba. Después de casi una hora de haber trabajado juntos devotamente, vi que el dolor no lo dejaba. Un poco preocupada le dije que se fuera a mirar televisión. Su papá lo siguió y yo quedé sola. Me arrodillé y humildemente le pedí al Padre que me iluminara para saber en qué estaba yo fallando y por qué no estábamos reconociendo que el Cristo es eficaz. El llanto de mi hijo y su dolor me habían impresionado sin darme cuenta. Pero ahora sentí una gran paz y mi oración fue más tranquila. Cuando entré en su cuarto lo encontré calmado.
En la madrugada se abrió el absceso. La comprensión acerca de la Mente infinita había producido un cambio en la situación humana. Seguí trabajando metafísicamente unos días más hasta que el dolor desapareció por completo.
Hay una curación que ocupa un lugar especial en mi memoria: Mis dos hijos y yo estábamos ordenando las cosas que se encontraban en un pequeño armario. Yo estaba tratando de colocar una repisa en la parte más alta. La repisa se deslizó y me vino a golpear en el hueso de la nariz. El dolor que sentí fue muy agudo y en seguida la nariz empezó a sangrar. No proferí ninguna queja, y empecé de inmediato a rechazar la pretensión de que el dolor tuviera realidad o de que formara parte alguna de la creación de Dios. Salí al jardín y me detuve entre unos árboles tratando de encontrar dentro de mí un reconocimiento de la verdad que venciera el dolor y detuviera la hemorragia. Entonces, desde lo más profundo de mi ser, elevando mis ojos hacia los cielos dije: “Gracias, Padre, porque me hiciste espiritual y no material”.
Al terminar de pronunciar estas palabras, tuve la sensación de que el cielo se había abierto, e instantáneamente el dolor y la hemorragia cesaron. Me sobrevino un sentimiento de completa felicidad. Con todo mi corazón bendije este golpe que fue la causa de que viviera estos momentos tan excepcionales. Así entendí que un “gracias, Padre” que sale del fondo de nuestro ser, y no solamente de los labios, es respondido en seguida por el Padre.
Por todo esto y por muchas otras bendiciones, continuamente agradezco en gran manera al Amor infinito que sigue manifestándose como “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
Agradezco a Dios por Cristo Jesús y por la Sra. Eddy, que nos ayudaron a comprender a Dios y Sus manifestaciones.
Caracas, Venezuela
