David tenía su honda. Era un arma en que podía confiar. La había usado para proteger las ovejas de su padre contra los merodeadores. Sabía que la honda lo salvaría de Goliat.
Saúl le ofreció su pesada armadura y su enorme espada, pero David dijo: “Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué”. Le dijo a Goliat: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. .. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos”. 1 Sam. 17:39, 45, 47;
Cuando la enfermedad parece un Goliat que se jacta de que puede lesionar y hasta matar al hombre, necesitamos armas en que podamos confiar. Muchas personas están seguras de que podemos confiar en las verdades espirituales que Dios nos ha dado en la Ciencia Cristiana.
Dios, la Verdad, declara que el hombre es la idea espiritual, pura, inmortal, inviolable de la Mente divina, creada por el Espíritu, que opera bajo la ley espiritual, a salvo en el Alma. El sentido material nos grita: “No, no. El hombre es una criatura materialmente biológica que existe en un cuerpo material, sujeto a leyes materiales de clima, ambiente, edad, accidente y así por el estilo. Debes armarte con remedios materiales — medicina, leyes de salud, higiene y cirugía — que si bien no te garantizan que te salvarán de la enfermedad o que te mantendrán sano, son, sin embargo, armas convencionales y debes concederle cierto sentido de seguridad”.
Cuando el Goliat de la enfermedad nos enfrenta, ¿en qué podemos depositar nuestra confianza? La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud, “Según las Sagradas Escrituras, los enfermos en realidad jamás se sanan por los medicamentos, la higiene o cualquier otro método material. Estos meramente evaden la cuestión. Son jarabes calmantes para adormecer a los niños, satisfacer la creencia mortal y tranquilizar el temor”.
En la página siguiente continúa: “A menos que un mal se combata como es debido y se aniquile enteramente por la Verdad, ese mal no se vencerá jamás. Si Dios no destruye el pecado, la enfermedad y la muerte, éstos no serán destruídos en la mente de los mortales, sino que parecerán inmortales a esta titulada mente”. Y continúa más adelante: “Si Dios no sana a los enfermos, éstos no se sanan, pues no hay poder inferior que se iguale a la omnipotencia infinita; pero Dios, la Verdad, Vida y Amor, sí sana a los enfermos por medio de la oración del justo”.Ciencia y Salud, págs. 230–231;
Por lo tanto, es en “la mente de los mortales” donde se debe luchar y ganar la batalla. Y es mediante “la oración del justo” que se logra la victoria. Los remedios materiales pueden actuar como “jarabes calmantes” para aquietar el temor temporariamente, pero solamente la oración basada en la comprensión puede acabar científicamente con el temor.
Así como David, cuando se vio enfrentado con Goliat, tomó su honda y recogió cinco piedras lisas del arroyo, así el Científico Cristiano que se ve enfrentado por cualquier condición discordante, utiliza la oración para combatir este adversario con las verdades espirituales.
Para ilustrar lo expuesto: Años atrás, un estudiante de Ciencia Cristiana, relativamente nuevo, se fracturó un brazo. En razón de que la Sra. Eddy señala que la cirugía es el ramo del método curativo de la Ciencia Cristiana que será el último en ser reconocido (ver Ciencia y Salud, pág. 402), él pidió que le colocaran el hueso en su lugar. Pudo hacer uso de su brazo por varios años aunque la curación no había sido completa.
Años más tarde, se cayó y se fracturó el brazo nuevamente. Para ese entonces, era un Científico Cristiano de experiencia, a tal punto que confiaba en Cristo, la Verdad, completamente.
En vista de que tenía un compromiso inmediato que cumplir, pidió la cooperación de una practicista de la Ciencia Cristiana, afirmando confiadamente que este caso debía ser solamente de cirugía mental espiritual.
En los pocos momentos disponibles antes del compromiso, practicista y paciente hicieron uso de las verdades espirituales que encerraba la honda de la oración para vencer a este Goliat. La verdad espiritual con que trabajó la practicista fue que en la realidad espiritual tal accidente nunca había ocurrido en la Mente. El hombre no es materia, sino idea. No vive en el reino de la materia sino en la Mente. El hombre es eternamente intacto, inmutable, simétrico, expresa activamente el gozo y la armonía de la Vida, hallándose a salvo en el Alma. Puesto que es gobernado por el Principio, no está sujeto al azar.
La practicista recordó que Ciencia y Salud dice: “Los accidentes son desconocidos para Dios, la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la dirección infalible de Dios y de esta manera sacar a luz la armonía”.ibid., pág. 424;
Devotamente oró para que su consciencia pudiera elevarse por encima de la creencia falsa y “unirse con la única Mente”. Protestó que no sabría y no podría saber algo que la Mente no lo supiese, y sabía que la Mente mantenía cada identidad como perfecta, invulnerable, inviolable, sin fractura alguna en sí misma o en relación a otras ideas.
Mediante la sincera declaración de las verdades espirituales bajo la dirección inspirada de la Verdad, llegó a estar consciente de que no había ocurrido ningún accidente, y que, por lo tanto, no podía haber efecto de algo que no había ocurrido. El paciente también llegó a esta conclusión, cumplió con su compromiso y con todos los compromisos posteriores, que incluía viajes frecuentes y el manejo de equipaje. En los años siguientes se dio cuenta de que su brazo era más fuerte y se hallaba más derecho de lo que lo había tenido anteriormente.
El utilizar y confiar en las verdades espirituales de esta manera dista mucho de ser automesmerismo. En realidad, es desmesmerizarse de falsas creencias y establecer las verdades eternas.
Dios es Verdad. Sus ángeles constituyen las verdades espirituales. Estas verdades espirituales están siempre disponibles y a nuestro alcance. Podemos recurrir a ellas en momentos de crisis o en las llamadas condiciones crónicas. Debemos prepararles un lugar en la consciencia, mediante un anhelo humilde, persistente y estable, por adquirir entendimiento espiritual, y afluirán en nuestra ayuda.
En el capítulo 12 del Apocalipsis, al describir la batalla entre Miguel y sus ángeles luchando contra el dragón y sus ángeles, en la cual éstos fueron lanzados fuera, la Biblia declara: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Apoc. 12:11.
¡Qué inspiración para todos nosotros es tener ese amor, simbolizado por el Cordero, esa fidelidad que da testimonio de las verdades espirituales y sólo permite que ellas den testimonio acerca de nosotros, y ese valor que coloca todo en el lado de la Verdad!
Las verdades espirituales constituyen armas en las cuales podemos confiar.
