Es posible que no siempre nos demos cuenta, pero todas las condiciones del cuerpo son condiciones del pensamiento. El pensamiento que proviene de la Mente divina manifiesta en condiciones físicas su propia naturaleza libre, espiritual e inmortal. En cambio, el pensamiento que emana de la mente mortal manifiesta lo limitado, material y mortal. La palabra “mortal” misma indica lo que está sujeto al pasar del tiempo, las limitaciones, el comienzo y el fin. En la medida en que la consciencia humana se libera del pensamiento mortal e incluye únicamente pensamientos que emanan de la Mente divina, los efectos en el cuerpo expresan salud permanente, funcionamiento normal, fuerza espiritual, acción armoniosa.
De lo antedicho se evidencia la importancia de que vigilemos nuestro proceso de pensamiento y distingamos entre los pensamientos de Dios, que son dadores eternamente de salud, y los pensamientos mortales, que nos llevan al pecado, la enfermedad y la muerte. La Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. nos permite trazar una línea de demarcación entre los pensamientos verdaderos y los falsos, y, por lo tanto, entre la Mente única y su opuesto hipotético, la llamada mente mortal. La Ciencia revela la individualidad otorgada por Dios como el reflejo del Espíritu, constituido totalmente de pensamientos que se originan en la Mente divina. Cada pensamiento que irradia amor desinteresado, sabiduría genuina, pureza, salud, alegría — el bien inmortal — es un pensamiento cuya substancia es la Mente deífica. Cada pensamiento que expresa temor, odio, envidia, materialidad y muerte, representa la atea mente carnal.
Juan el Bautista, al hablar sobre la misión de Cristo Jesús, indicó que el Maestro iniciaría un proceso de separación entre lo real y lo irreal, entre la Verdad y el error. Éstas son las palabras de Juan: “Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”. Lucas 3:16, 17; Mary Baker Eddy define “aventador” en el Glosario de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras como “lo que separa la fábula de la realidad; aquello que da acción al pensamiento”.Ciencia y Salud, pág. 586;
Jesús demostró, en sus obras sanadoras sin paralelo, el poder del Espíritu sobre la carne. Demostró que el Cristo, la idea verdadera de Dios, viene a la consciencia humana con luz sanadora, la despierta de su sueño mortal de una existencia separada de Dios, le permite eliminar el error, y la conduce a la salud, la armonía y la inmortalidad. La fuerza del Maestro estaba basada en su unidad consciente con el Padre, la Mente divina. Enseñó a sus seguidores la sublime verdad de que el pensamiento determina las fases armoniosas o discordantes de la experiencia humana. Probó mediante su vida que Dios es Espíritu, la presencia universal e inteligente que se expresa en los pensamientos, la individualidad y la actividad del hombre y por medio de ellos.
Juan nos relata que Jesús dijo a los judíos: “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. .. yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió”. Juan 8:28, 42; Ésta fue su explicación de su unidad con Dios y de la íntima unión de su consciencia con la Mente divina. Y la Ciencia Cristiana está aquí para mostrarnos cómo podemos también nosotros demostrar algo de esta unidad de nuestra vida y de nuestra consciencia con Dios, la Mente omniactiva que lo gobierna todo.
Si la mente mortal sugiere pensamientos de temor, preocupación, irritación, celos, enfermedad o pecado, nuestro trabajo consiste en usar de inmediato el aventador, “lo que separa la fábula de la realidad”, y declarar y saber que estos pensamientos no son nuestra consciencia. No pueden constituirse en reemplazantes de nuestra consciencia santa otorgada por Dios; estos pensamientos erróneos no tienen poder de contaminarla, adulterarla o influirla. Tales pensamientos negativos son error sin mente, sin vida, inteligencia o identidad. A medida que levantamos al Cristo, que Jesús manifestó y ejemplificó, podemos probar que Dios solo es la substancia de nuestros pensamientos. Ellos son la evidencia del Emanuel, o “Dios con nosotros”.
Para separar la cizaña del trigo — las fábulas o mentiras del error, de las realidades de la Verdad — se requiere vigilancia y esfuerzo persistente. En este proceso tenemos que llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5; El estudiante de Ciencia Cristiana aprende progresivamente, por la purificación y la espiritualización del pensamiento, a identificarse correctamente como la idea espiritual individual de Dios, cuya consciencia refleja perpetuamente la Mente divina. Esta identificación le ofrece la base para liberarse de pensamientos mortales y albergar los conceptos espirituales por siempre mantenidos en la Mente.
Con la indicación marginal “La cizaña y el trigo”, encontramos estas palabras de la Sra. Eddy: “Lo temporal e irreal nunca toca lo eterno y real. Lo mudable e imperfecto nunca toca lo inmutable y perfecto. Lo inarmónico y autodestructivo nunca toca lo armónico y autoexistente. Estas cualidades opuestas son como la cizaña y el trigo, que en realidad no se mezclan jamás, aunque (a la vista mortal) crezcan juntos hasta la cosecha; entonces la Ciencia separa el trigo de la cizaña por medio de la comprensión de Dios como siempre presente y del hombre como reflejando la semejanza divina”.Ciencia y Salud, pág. 300.
La Ciencia Cristiana revela que Dios y Sus pensamientos, la Mente divina y Su expresión infinita, constituyen la única realidad. Lo irreal y temporal está hecho de la llamada mente carnal y sus formas de pensamientos mortales. Discernimos la realidad sólo cuando separamos la cizaña del trigo, a medida que nos despojamos del sentido material e irreal de la vida y del ser y alcanzamos el sentido espiritual de la vida. La irrealidad sólo parece ser real en tanto que creemos que la vida está en y es de la materia, y que la materia es el origen de la existencia del hombre.
La verdadera consciencia o el conocimiento espiritual de sí mismo, destruye la creencia de que el hombre es un mortal corpóreo cuya mente material y negativa produce y expresa pensamientos inarmoniosos. La Mente pura, la verdadera fuente del pensamiento y el único gobernador del hombre, no se engaña por las vicisitudes de una existencia mortal desemejante a Dios. Puesto que el pensamiento mortal no posee ni una sola cualidad de Dios, no tiene ni un ápice de realidad. El hombre, como emanación de la Mente, mora en la perfección consciente, no afectada por el sueño mortal de pecado y muerte. Vive, se mueve y es, en el reino del Amor, donde ninguna mente mortal, creencia errónea o pensamiento destructivo nunca ha penetrado o tuvo identidad, poder o lugar. La idea- Cristo, siempre activa en nosotros, trae a luz estas realidades espirituales y nos capacita para estar conscientes de ellas. Nos ayuda a separar la cizaña del trigo, “la fábula de la realidad”.
    