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El liberarnos de la sensualidad nos ayuda a curar

Del número de junio de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todo aquel que desee sanar a otros como lo hizo Jesús, no sólo debe observar una estricta conducta en el orden moral, sino también debe poseer un pensamiento espiritualizado. Bajo la guía de Dios, el Maestro ordenó a sus seguidores a que obedecieran tanto el espíritu como la letra de la ley moral dictada por Moisés. Ningún ser humano expresó jamás al Cristo en su pensamiento y en su vida tan plenamente como lo hizo Jesús, pero es alentador saber que cuanto más nos aproximemos a expresar así al Cristo, tanto más podremos utilizar plenamente el poder del Espíritu divino para sanar a otros.

Para aquellos que se apoyan en las enseñanzas de la Biblia, ha sido una costumbre durante siglos interpretar rígidamente el séptimo mandamiento: “No cometerás adulterio”. Éx. 20:14; Se entendía que era una ley que condenaba toda experiencia sexual fuera del matrimonio — no sólo respecto a las relaciones extramaritales mas también en lo concerniente al homosexualismo. Si bien durante los tiempos bíblicos, el ejercicio de la ley en relación con la prostitución era a menudo laxa, la ley hebraica también la consideraba un mal y llegó a prohibirla en cuanto a las mujeres israelitas. (Ver Deuteronomio 23:17.) En casos de adulterio la ley no permitía excepciones, y prescribía la pena máxima para quienes la desobedecieran.

Cristo Jesús, además de sostener y apoyar la letra de los Mandamientos, reveló su significado espiritual. Refiriéndose a aquellos que eran indulgentes con el adulterio, aun en pensamiento, dijo: “Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Mateo 5:28;

Su propósito era resucitar la mente de los hombres de sus creencias materialistas a la consciencia espiritual. Él quería que ellos reconocieran el ser inmortal creado por Dios, el Espíritu divino, que es la Verdad única. Y se refirió a la meta de la humanidad sufriente como el “reino de los cielos”. Esta tierra prometida no era una meta geográfica como la meta de los israelitas, sino una mental — un estado de pensamiento por el cual se comprende que la creación verdadera es espiritual y perfecta. En ese reino prevalecen la paz y armonía eternas y “no dirá el morador: Estoy enfermo”. Isa. 33:24;

Siendo este reino mental, sólo puede disfrutarse en la medida en que emprendemos el viaje mental más allá del materialismo hacia la consciencia espiritual. Una de las rutas que los mortales deben seguir ahora — como debieron seguirla los de la época de Moisés — es la castidad mental. Jesús implica que incluso los pensamientos sensuales nos impiden la demostración del sentido que refleja el Alma y que es el que sana.

Siglos después, la Sra. Eddy escribió en Ciencia y Salud: “Un pensamiento sensual, como un átomo de polvo, lanzado a la cara de la inmensidad espiritual, es densa ceguedad más bien que una consciencia científica y eterna de la creación”.Ciencia y Salud, pág. 263; Su descubrimiento acerca del método que empleaba Cristo Jesús para sanar la enfermedad física mediante medios espirituales, corroboró la estricta admonición del Cristiano por excelencia. Jesús hizo la advertencia de que su norma de castidad espiritual es la única por la cual se “viene al Padre” Juan 14:6; — el único camino por el cual cualquier persona puede alcanzar la consciencia espiritual pura del cielo que está a su alcance. Esta consciencia es el poder sanador.

Ninguna situación humana altera la exigencia de que, eventualmente, toda manera de pensar materialista — que resulta en enfermedad y sufrimiento — tendrá que ser eliminada. Así también la indulgencia física que surge de la mentalidad materialista. La norma de la curación cristiana es elevada, y sólo aquellos que en cierta medida han logrado su propia liberación de deseos carnales pueden ayudar a otros. Como la Sra. Eddy lo dice: “La sensualidad paraliza la mano derecha e incita a la izquiera a desasirse de lo divino”.Ciencia y Salud, pág. 142;

La Ciencia Cristiana desenmascara el engaño del pensamiento sensual expresado en deseos sexuales. El sentido material pretende que existen ciertas propensiones físicas normales — que es natural sentir impulsos procreadores, y que el satisfacerlos es tan necesario para la salud mental y física como el comer y el beber. No obstante, la humanidad se rebela contra el sufrimiento físico y se esfuerza por liberarse de él. Por cierto que no es razonable pensar que uno puede liberarse de lo corpóreo en determinado aspecto, mientras se acepta su dominación en otra forma. Nuestra meta debiera ser el liberarnos de todas las pretensiones de la materia, ya sean dolorosas o agradables.

En efecto, el hombre verdadero ya es libre. Los hombres y las mujeres que Dios creó son, en verdad, espirituales. Son inmortales, impecables, están fuera del campo magnético de la manera de pensar materialista y de los impulsos físicos. Mediante la ayuda de esta comprensión de la Verdad divina, que nos revela la Ciencia Cristiana, podemos liberarnos de las pretensiones despóticas de los sentidos físicos en todos sus aspectos. Y debemos hacerlo, si hemos de reconocer la presencia del universo de Dios que es bueno, espiritual, perfecto e íntegro — si hemos de curar por medio de esta consciencia.

La Ciencia Cristiana nos enseña que este estado de consciencia espiritual no se logra en un salto. Se logra paso a paso, poco a poco. En primer lugar, a través de una estricta obediencia a la ley mosaica que exige requisitos humanos de moralidad. Segundo, en el rechazo de la manera de pensar sensual y materialista que es la razón fundamental de toda inmoralidad, incluso la infidelidad al pacto matrimonial. Y, finalmente, en la demostración del estado milenario, en el cual la creación enteramente espiritual es percibida como intacta, y los hombres y las mujeres individuales “ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”. Mateo 22:30.

Esto no significa que la Ciencia Cristiana aliente la abolición del casamiento legal. El casamiento continuará en vigencia, y una vez contraído, sus obligaciones físicas deben ser afectuosamente respetadas hasta que se renuncie a ellas de común acuerdo. El matrimonio prevalecerá hasta que el sentido humano se haya elevado a la comprensión de la única presencia de la creación de Dios, espiritual, incorpórea y por siempre intacta, y eventualmente se disipe el impulso físico de procreación al obtenerse la consciencia de que el universo inmortal del Espíritu es completo y está continuamente revelándose. El tiempo que tomará para llegar a este estado de consciencia y para eliminar el instinto de procrear humanamente, no lo sabemos aún. Pero es seguro que cada esfuerzo sincero que hace cada persona por elevarse por encima de las pretensiones del sentido físico y por demostrar la liberación otorgada por Dios de las creencias mortales, aumenta su habilidad para sanar a otros. Esto contribuye al progreso de la humanidad hacia el reconocimiento del reino celestial que está cerca.

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