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¡Sé activo !

Del número de julio de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cristo Jesús orientó a menudo el pensamiento de sus seguidores hacia la verdad espiritual de que el ser verdadero del hombre está siempre haciendo la obra de Dios, está siempre expresando la Mente divina omniactiva. Dijo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Juan 5:19; Declaró la idea de que la acción del hombre nunca está separada de Dios. Expresó cada día y cada hora, por su ministerio sanador entre los hombres, la acción que es de Dios y está en Él. Venció, por medio de su trabajo impulsado por Dios, las fuerzas de la mente carnal que hubieran querido traer su destrucción. Demostró que la Vida del hombre es Dios y que el trabajo verdadero del hombre es expresar la actividad siempre continua de Dios.

Por lo tanto, el verdadero trabajo es la actividad incesante y eterna de la Mente reflejada en el hombre. La acción infalible, gobernada y dirigida por la inteligencia divina, inevitablemente se manifiesta donde Dios se manifiesta: en el hombre, Su hijo. Pablo expresó esta verdad cuando explicó: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Filip. 2:13;

La Ciencia Cristiana revela a Dios como la Mente divina omniactiva, la única causa y creador. Esta Mente es la Vida siempre presente expresándose a sí misma por sus ideas mediante actividad gozosa, vigor inextinguible, vitalidad espiritual, fortaleza infalible. Cada idea en la Mente, cada manifestación de la Vida eterna, expresa sin ninguna interrupción ni por un momento la acción de su causa. El efecto no tiene opción. La inacción, la acción enfermiza y la reacción nunca se encuentran en el reino de Dios. Puesto que la actividad es un atributo de Dios, el Principio divino, se deduce que la actividad divina es infalible, incesante, permanente y se manifiesta continuamente en las ideas de Dios y por medio de ellas y es inseparable de ellas. Vemos, entonces, que así como el rayo de sol no puede estar separado del sol, tampoco el hombre verdadero puede estar separado de la actividad de la Mente divina. La actividad del hombre verdadero, espiritual, no puede interrumpirse como tampoco lo puede la omniacción de Dios.

Pero, ¿cómo podemos manifestar mejor esta actividad en nuestra vida diaria? Comprendiendo que el hombre, la idea de la Mente divina, por siempre está dotado por esta Mente de todas sus facultades y atributos. Por lo tanto, la actividad o el trabajo del hombre es reflejar a Dios. Nuestro verdadero trabajo consiste en expresar o manifestar cualidades espirituales de amor, amabilidad, mansedumbre, pureza, perfección. Podemos probar que el hombre verdadero está siempre activo y siempre empleado porque la actividad espiritual es constante.

Cuando nos enfrenta un mal funcionamiento o una enfermedad del cuerpo humano, es especialmente importante que pongamos nuestro pensamiento de acuerdo con la Mente omniactiva. La Ciencia Cristiana nos enseña que la enfermedad es pensamiento discordante exteriorizado. El temor de que una condición enfermiza del cuerpo está más allá del poder de Dios para sanar y apoyar al hombre, a menudo paraliza la consciencia humana con un sentido de desamparo y frustración. El temor es acción mental falsa, el elemento básico de la mente mortal, el opuesto hipotético de la Mente divina, Dios, el bien.

Cristo Jesús enseñó a los hombres a eliminar el temor y a tener fe en Dios. Cuando el Maestro iba a sanar a la hija de Jairo, un mensaje angustioso llegó al padre de la niña. Le dijeron: “Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro”. Lucas 8:49–53; Cuando Jesús lo oyó, contestó: “No temas; cree solamente, y será salva”. Rechazó completamente la creencia de que la muerte puede terminar con la vida y la actividad del hombre, dispuestas por Dios.

Jesús no se dejó engañar por el testimonio de los sentidos materiales ni siquiera cuando encontró la casa de Jairo llena de familiares y amigos llorando y lamentándose con pesar. “No lloréis”, les pidió, “no está muerta, sino que duerme”. Él quería que siguieran su ejemplo y que invirtieran el testimonio del sentido material. Pero en lugar de obedecer su orden, “se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta”. Ellos “sabían” que el testimonio de la materia era más confiable que las verdades espirituales del ser. Jesús probó que el tal llamado “conocimiento” es un falso conocimiento porque le concedía a la materia la habilidad de paralizar las funciones naturales del ser y destruir la vida del hombre.

Jesús los hizo salir a todos con la orden de “Apartaos”. Mateo 9:24; Esta orden estaba dirigida hacia las formas mortales de pensamiento que expresaban los que estaban en contra de Jesús. Tenían que dejar lugar al Cristo, la idea verdadera del ser, que demuestra que Dios es la Vida del hombre. Después que los hizo retroceder física y mentalmente, restableció la vida y la salud de la joven. Probó de esta manera que el así llamado conocimiento de ellos era falso y que el conocimiento de él era verdadero, el reflejo de la actividad consciente de la Mente divina. El conocimiento semejante al Cristo obtiene la curación de los enfermos y la resurrección de los muertos, por medio del poder infinito de Dios.

Al mantenernos alerta para rechazar las sugestiones de la mente mortal de que somos mortales indefensos o que podemos llegar a serlo, y oramos para comprender más claramente la verdad de que el hombre es espiritual y no material, demostramos la incesante actividad del bien en nuestra vida y realizamos progresos más rápidos hacia una existencia más útil y armoniosa.

Tenemos el poder de eliminar el temor y otras emociones mortales que tratan de interrumpir la acción normal y producir obstrucción, estancamiento, inercia o acción excesiva. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El miedo jamás ha detenido el ser y su acción”. Más adelante continúa: “Todo lo que realmente existe es la Mente divina y su idea, y en esta Mente todo el ser se revela como armonioso y eterno. El camino recto y estrecho es ver y reconocer esta verdad, ceder e este poder y seguir las intuiciones de la verdad”.Ciencia y Salud, pág. 151; Para ver y reconocer el hecho de que en realidad somos ideas espirituales que emanan de la Mente y que esta Mente es tanto el origen como la condición de todo nuestro ser, es necesario vigilancia mental y pensamiento activo.

Podemos aprender una lección del ventilador que se usa para enfriar o ventilar una habitación. Es prácticamente imposible pegarle una hoja de papel a un ventilador en marcha. También la corriente de aire que produce la rotación de las aspas del ventilador no permite que partículas flotantes se adhieran al ventilador. Sin embargo, si el ventilador no está en movimiento, es fácil adherir objetos extraños a sus aspas.

De la misma manera, nuestra consciencia debe mantenerse activa con la comprensión y la aplicación de las ideas de Dios. Entonces las sugestiones de la mente mortal que quisieran paralizar nuestro pensamiento e incapacitar nuestro cuerpo, no pueden encontrar alojamiento en nuestro hogar mental. Las creencias mortales de inercia o mal funcionamiento no nos tocan ni nos afectan cuando reclamamos para nosotros la vitalidad reflejada y la acción perpetua de la Mente omnipresente. La Vida es Dios que se expresa en acción incesante. No conoce ni obstrucción ni estancamiento. A la luz de la metafísica divina vemos disueltas las pretensiones de inactividad y mortalidad, y establecida la totalidad radiante del Espíritu como nuestro ser verdadero.

La Sra. Eddy escribe: “Sé activo, y por tardío que sea, tu buen éxito es seguro: el trabajo asiduo es triunfo; y — en lo poco has sido fiel”.Miscellaneous Writings, pág. 340.

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