¿Qué es lo que nos capacita para enfrentar la evidencia física discordante y a decir confiadamente: “Aunque pareces muy real, sé que no lo eres”?
Es la comprensión clara y firme de que, en realidad, el hombre es espiritual, creado a la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu. Por lo tanto, siempre es perfecto así como Dios es perfecto. Este concepto del hombre que nos presenta el primer capítulo del Génesis, contradice por completo la creencia de que el hombre es una entidad material separada de Dios. La Ciencia Cristiana explica que esta manera de ver las cosas es un hecho espiritual.
Cristo Jesús, el Mostrador del camino, poseía en gran medida esta convicción clara y firme de la perfección del hombre. En los Evangelios hallamos muchos ejemplos de cómo él usó esta comprensión para sanar a otros. Uno de esos ejemplos lo encontramos en el relato de San Mateo que se refiere a la curación efectuada por Jesús de un hombre que tenía una mano seca. Leemos: “Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra”. Mateo 12:13;
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