“Meditad bien sobre vuestros caminos”, dijo Hageo al pueblo de Judá hace alrededor de 2500 años. “Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis y no quedáis satisfechos;... y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto”. Hag. 1:5, 6;
El profeta se refería a la preocupación de la gente en las necesidades materiales por falta de perspicacia. Les estaba advirtiendo que su inclinación a la materia y una insuficiente reverencia a Dios para glorificarlo en sus vidas y para demostrar su amor por Él, reconstruyendo Su casa, era lo que los estaba llevando a la miseria y a la ruina. Pero muchos hombres y mujeres en este siglo veinte tienen la desagradable sensación de que esta descripción se aplica a ellos también — que están trabajando arduamente por salarios que desaparecen muy pronto bajo la presión de elevados impuestos y del alza continua del costo de vida. Se preguntan cómo pueden tapar los agujeros de sus bolsillos y tener lo suficiente para proveer a las legítimas necesidades de sus familias.
En realidad, la solución a los problemas actuales de una economía inflacionaria se encuentra en el mensaje espiritual que basaba la advertencia de Hageo al pueblo de Judá. Los exhortó a poner a Dios en primer lugar en sus pensamientos y a probar que lo hacían, reconstruyendo “la casa de Jehová” antes de decorar sus propias viviendas. Señaló que Dios es la fuente de toda substancia verdadera y lo representó como diciendo: “Mía es la plata, y mío es el oro”. 2:8; Al reconocer esta verdad, el profeta daba a entender que el género humano puede estar seguro de que su verdadera substancia siempre estará custodiada, y será satisfactoria. En lugar de ver disminuir su substancia, verán que cada una de sus necesidades está abundantemente provista.
Una de las formas en que los mortales de nuestra época ponen su substancia en “saco roto” es aceptando la creencia restrictiva de que la provisión puede llegarles sólo a través de canales materiales — y de que sólo hay unos pocos, quizás sólo siete. Creen que pueden lograrla trabajando, que pueden recibirla de alguien, heredarla de otro mortal cuando muere, multiplicar el dinero (el símbolo de la substancia) invirtiéndolo con prudencia, o que pueden encontrarlo, o robarlo o ganarlo jugando por dinero.
Sin embargo, la Biblia ofrece en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, varios relatos de cómo las necesidades de la humanidad fueron abundantemente satisfechas a través de otros medios. Cuando los seguidores de Dios se dirigieron a Él por medio de la oración, el maná cayó del cielo, el agua brotó de la roca, cien hombres fueron alimentados con veinte panes de cebada, panes y pescados fueron multiplicados, aparentemente por milagro, para alimentar a cinco mil personas. Es obvio que estos y otros incidentes fueron el resultado de la oración o el modo de pensar espiritualizado que rechaza las restricciones humanas. Al volverse a Dios, los hombres pudieron percibir el hecho verdadero: la provisión inagotable de Dios, el Alma, disponible y a su alcance como una realidad presente. Entonces, a través de esta comprensión espiritual y de la fe en la habilidad de Dios para cuidar de Sus hijos, todo lo que humanamente parecía necesario se hizo posible.
Una vislumbre de esta idea espiritual impulsó a David a cantar: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Salmo 23:1; Y al apóstol Pablo a declarar: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Filip. 4:19;
En realidad, Dios provee a las necesidades de toda Su descendencia. Así como el sol provee a sus rayos de fuerza y cualidades para alumbrar y dar calor a la tierra, así Dios asegura que cada una de Sus ideas incluye la riqueza de Sus cualidades para que pueda dar testimonio de la totalidad y majestad de Su propio ser. Él las equipa para que vivan y se desarrollen de acuerdo a Su voluntad, para la expresión, en eterna expansión, de Su infinita bondad. Ellas están ricamente satisfechas.
Dios es Espíritu, la Mente divina. Su descendencia es espiritual, no material, y la provisión que Él tan abundantemente otorga a todos, es espiritual. Consiste en ideas, y en cualidades y atributos del Alma. Esta substancia espiritual alimenta al hombre, satisface las necesidades básicas de su existencia — alimento, confort, sabiduría creciente, belleza, alegría, amor y felicidad que le aseguran una experiencia totalmente satisfactoria. Esta substancia espiritual se renueva constantemente desde la fuente inagotable de la Mente. No tiene etiqueta que marque su precio; es un regalo de Dios.
El entender esta verdad divina es estar seguros — es saber que nuestra provisión de substancia que satisface está a salvo, y no en saco roto.
Los dones espirituales de Dios nunca son devaluados, perdidos, malgastados, absorbidos por el alza de precios, ni robados. La Sra. Eddy escribe: “La substancia es aquello que es eterno e incapaz de discordancia y decadencia. La Verdad, la Vida y el Amor son substancia, tal como las Escrituras usan esta palabra en la Epístola a los Hebreos: ‘La substancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven’ ”.Ciencia y Salud, pág. 468.
La Ciencia Cristiana guía a la humanidad a honrar a Dios como la única substancia verdadera, y la fuente inagotable de la provisión. Demuestra que todo aquel que comprende esta verdad espiritual y la mantiene en su consciencia, nunca se verá afectado por las fluctuaciones de la bolsa. Siempre tendrá lo que necesita — nada le faltará, ni a él ni a su familia.