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¿Amamos bastante a los niños?

Del número de julio de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Se cuenta de un hombre que se encolerizó cuando los hijos de sus vecinos dejaron huellas de sus pies en el concreto que acababa de vaciar a la entrada de su garage. Al verlo, su esposa le dijo: “No te enojes con los niños, tienes que amarlos”, a lo cual el esposo respondió ásperamente: “¡Amo a los niños en lo abstracto, pero no en mi concreto!”

Sea o no verídico este relato, sirve para ilustrar el sentimiento de mucha gente hacia los niños. En una época en que tanto se habla de los problemas de la juventud, muchos de nosotros concordamos con los que se interesan por los jóvenes. Hablamos con horror de los problemas de la juventud. Pero nuestro interés es, a veces, tan superficial que demuestra únicamente un afecto abstracto hacia los niños. Hay otros que realmente se interesan. Su amor es profundo, constante y concreto.

Es posible que no hagamos nada importante por los niños a menos que nuestro afecto hacia ellos incluya un interés genuino en su adelanto. Si amamos a los jóvenes, tanto colectiva como individualmente, los ayudaremos a que aprendan a disciplinarse. Haremos un verdadero esfuerzo por orar diariamente por los niños de todo el mundo, empezando en casa, con nuestros propios hijos. No haremos este trabajo en forma general, sino atendiendo concretamente a sus necesidades.

La rebelión contra el bien espiritual es un punto que debemos tratar en nuestras oraciones en pro de los niños. En esto, como siempre, la Ciencia Cristiana nos enseña que la enmienda empieza con nosotros mismos. La Sra. Eddy escribe: “Quiera el Amor divino imbuir de tal manera los afectos de todos aquellos que han nombrado el nombre de Cristo en su sentido más cabal, de modo que ninguna influencia contrarrestante pueda obstaculizar su desarrollo o empañar su ejemplo”.Miscellaneous Writings, pág. 223; ¿Estamos sometiendo nuestro propio crecimiento espiritual, nuestros propios ejemplos, a la constante disciplina del Amor divino?

Mucha gente cree que las malas influencias tienen una fascinación irresistible, especialmente para los jóvenes. Consideran que en la sociedad moderna las drogas y las relaciones extramaritales o las desviaciones del sexo son fuerzas arrolladoras que atraen a sus trampas a los niños. Pero “aquellos que han nombrado el nombre de Cristo”, aquellos que se están oponiendo activamente a las pretensiones del mal en su propia vida, resistirán el pensamiento generalizado, y por medio de la persistente oración científica comprenderán el hecho vital de que únicamente el Amor divino atrae. Sabrán que Dios, el Amor divino, está siempre presente y está impartiendo constantemente pureza a cada uno de nosotros, sea que parezcamos ser adultos o niños.

Esta constante comunicación de pureza sobrepasa el bombardeo que los niños reciben de sus compañeros, de las películas y de la literatura en boga, de que experimenten con las drogas o el sexo. “Aquellos que han nombrado el nombre de Cristo” pueden saber, en defensa de los niños en todas partes que el mal no tiene poder magnético. No tiene inteligencia. No tiene realidad. No hay mal o influencia hipnótica. Únicamente hay un Dios, una Mente. Esta Mente es completamente buena. Dios, el bien, es el único poder. Dios está en todas partes. Él es omnisciente y omniactivo.

La Mente divina está dando constantemente buenos pensamientos a cada uno de sus hijos. El poder de estos pensamientos es formidable. La Sra. Eddy nos dice: “Los buenos pensamientos son una armadura impenetrable; revestidos de ella, estáis completamente protegidos contra los ataques del error de toda clase”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 210;

Lo único que nuestros hijos necesitan es un escudo completo, por muy grandes que sean las tentaciones. Los buenos pensamientos son este escudo, que no puede ser penetrado. Es sabido que a veces un hipnotizador no puede gobernar el pensamiento de alguien cuyo pensamiento es como una pared de ladrillos que no puede atravesar. Como padres, amigos, o maestros de la Escuela Dominical podemos ayudar a los jóvenes a desarrollar la clase de pensamiento que, como una pared de ladrillos, sea suficientemente fuerte e impenetrable a los ataques en contra del bien espiritual.

La pretensión del mundo de rebelión contra el bien no puede con el poder y la atracción del Espíritu. En realidad no es más que un falso poder. La Sra. Eddy aclara esto en las siguientes palabras: “Los llamados gases y fuerzas materiales son remedos de la fuerza espiritual de la Mente divina, cuya potencia es la Verdad, cuya atracción es el Amor, cuya adhesión y cohesión son la Vida, perpetuando las realidades eternas del ser”.Ciencia y Salud, pág. 293;

La adhesión espiritual, reclamada y demostrada por los padres, y en forma simple por el niño, mantiene al niño cerca de Dios, del bien, de la Mente. La cohesión espiritual, reconocida, mantiene a las familias y a las generaciones y grupos similares en correcta relación de mutuo respeto. Estas relaciones están unidas con amor. La atracción espiritual, cuando es respetada en el hogar del niño, ayuda a atraer al niño hacia lo bueno, lo puro y lo bello; también atrae lo bueno, lo puro y lo bello hacia el niño.

Este razonamiento muestra que el bien es natural y que ningún mal puede entrar en la atmósfera del Amor. Es necesario negar que la atmósfera en que viven los niños está contaminada con tentaciones espantosas. Podemos afirmar confiadamente que, como hijos de Dios, lo único que los rodea es la atmósfera del Espíritu — brillante, fresca, vitalizadora. En esta atmósfera pura, el hijo de Dios es espiritualmente activo, alegre y libre.

El poder de Dios mantiene la naturaleza del bien en el ambiente de los niños. Cristo Jesús se refirió al poder de Dios en la vida humana, cuando dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, ... no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”. Juan 10:27–29.

Dios ama a los niños. Y nosotros debemos amarlos lo suficiente para orar diaria e individualmente por los nuestros. Ésta es una obligación sagrada de los padres. Nuestras oraciones por nuestros hijos empezarán cuando llenemos nuestros propios corazones de amor y luego volquemos ese amor hacia ellos.

El amor es el antídoto que neutraliza influencias destructivas. El amor es el solvente que disuelve la rebelión. El amor es el poder que escuda, apoya y nutre. Este amor se expresa en las formas prácticas que descubrimos para ayudar a nuestros hijos. Se expresa en amarlos lo suficiente para orar sinceramente cada día por ellos y por todos los niños de todo el mundo. Ésta es una de las formas supremas de probar que nuestro afecto es genuino.

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