¡Qué maravillosa cualidad es la alegría! La Biblia nos da muchos ejemplos de ella. El Apóstol Pablo escribe en su Epístola a los Filipenses: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” Filip. 4:4;
La Ciencia Cristiana enseña que el regocijo no depende de condiciones materiales. Es un atributo del Espíritu divino, Dios, que cada persona puede expresar en todo momento. En verdad todos somos los hijos bienamados de nuestro Padre-Madre Dios. Es Su voluntad que nos regocijemos. Nos ha dotado de Su gozo con superabundancia. Es nuestro patrimonio divino siempre presente. Continuamente experimentamos alegría cuando percibimos nuestra unidad con Dios. La alegría no puede perderse jamás.
Cristo Jesús una vez dijo a sus discípulos: “Se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. Juan 16:22; Jesús reconoció claramente la naturaleza espiritual y eterna del ser. Vivió permanentemente con la dichosa certeza de la presencia y totalidad del Amor divino, y así pudo demostrar el poder sanador del Cristo, la Verdad.
Frecuentemente los niños nos dan ejemplos del regocijo sin recelos. Basta con ver su vitalidad y actividad en los parques de recreo. Cuando un vivaz grupo de muchachos juega y retoza, hay risas, gritos alegres y ojos que brillan jubilosos. Los niños casi siempre esperan todo lo bueno como algo natural. Para ellos cada día es una aventura gloriosa.
Una vez aprendí una lección observando a un pequeñuelo que construía una torre. Hacía grandes esfuerzos bajo condiciones adversas, pero a pesar de ello, era evidente que se entretenía muchísimo.
Hombre o mujer, niño o adulto, en verdad todos somos, y por siempre seremos, los hijos espirituales y bienamados de Dios, Su imagen y semejanza. Ésta es una verdad eternamente invariable que nos puede ayudar a prepararnos para vencer las dificultades humanas. Y por eso podemos regocijarnos y estar contentos.
El amor de nuestro Padre-Madre Dios — Su protección, Su cuidado — está con nosotros en todo momento. Cuando nos damos cuenta de esta verdad tenemos clara evidencia de Su cuidado. Tenemos razón para gritar de alegría.
Puesto que el regocijo es una cualidad espiritual de la que no podemos ser despojados jamás, debe estar eternamente presente, aunque algunas veces no pareciera ser así. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “¿Quién que haya experimentado la pérdida de su paz humana, no ha sentido un deseo más fuerte de goce espiritual? La aspiración al bien celestial nos viene aún antes de que descubramos lo que pertenece a la sabiduría y al Amor. La pérdida de esperanzas y placeres terrenales ilumina la senda ascendente de muchos corazones. Los dolores de los sentidos no tardan en informarnos que los placeres de los sentidos son mortales y que la alegría es espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 265;
Ahora bien, ¿qué podemos hacer para que reaparezca la alegría que aparentemente se ha perdido?
Tenemos que vencer las preocupaciones y ansiedades que tienden a despojarnos de la alegría. La Biblia nos dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. 1 Pedro 5:6, 7;
Podemos cumplir alegremente esta orden cuando comprendemos la verdad espiritual de que Dios es el Amor infinito — que Dios y el hombre como Principio divino y su idea son inseparables. De este modo logramos la unidad con lo divino y las puertas de la dicha se abren de par en par.
¿Dónde hay un poder que puede triunfar sobre la voluntad divina? Jamás puede existir tal poder porque Dios es la Mente omnipotente y Todo-en-todo. De acuerdo con la autoridad divina, tenemos el derecho de reclamar alegría como nuestro patrimonio. Deberíamos entender esto y practicarlo. Así se convertirían en realidad en nuestra vida las palabras de la Sra. Eddy: “Cuando se alcance lo real, lo cual es anunciado por la Ciencia, entonces la alegría ya no temblará ni nos defraudará la esperanza”.Ciencia y Salud, pág. 298.